46. C.A.M.

166 10 3
                                    

Ambos entramos al coche, lugar en el cual mi chofer y guardaespaldas aguardaban, aquel era el primer viaje del día, y ciertamente, no tenía ganas de realizarlo, más que nada porque el destino al que iríamos, no era un sitio agradable.

Aquel suceso, junto a otro, habían dado vueltas por mi mente toda la semana, Alice se había insistido mucho en saber qué sucedía, pero, a decir verdad, no quería involucrarla en esos asuntos, en ninguno de los dos asuntos.

—Buenos días—ambos devolvieron el saludo con cortesía desde los asientos delanteros—. Walter, llévame a las oficinas.

—¿Las del club, señor? —preguntó confundido, y no era para menos, mal o bien salíamos de las gubernamentales, pero mi destino era más amargo que eso.

—No, las otras oficinas—él asintió, al fin comprendiendo a dónde debíamos ir, por otro lado, Anthea y D'Angelo se mostraron algo confundidos por la situación.

Por D'Angelo no me preocuparía, Walter se encargaría de explicarle todo, lo cual no llevaría mucho tiempo, ya que Valentino conocía al hombre al cual visitaríamos, sin mencionar que también conocía el edificio en cuestión. Pero luego estaba Alice, ella, en todos los años trabajando conmigo, le había respondido cientos de correos a ese hombre, correos bajo las siglas; "CAM", pero ella nunca lo había conocido o visto su nombre real, ni siquiera era consciente de lo importante que él era dentro de la nación a pesar de ser extranjero, y todo aquello se debía a que yo había hecho todo lo que estaba dentro de mis posibilidades para alejarla de la mira de ese sujeto, más aún ahora, que ella era algo más que mi asistente, y si bien confiaba en que él ya debía estar enterado de eso, prefería tener un perfil bajo, y no hacer nada que me pusiera como su próximo objetivo a destruir.

—¿A dónde estamos yendo? —preguntó ella mientras me veía, sosteniendo su teléfono entre sus manos.

—No es importante, pero preferiría no bajases conmigo al llegar.

—¿Puedo saber por qué?

—Protección—dije finalmente, dando por cerrado el tema.

Ella asintió y regresó su vista a la pantalla, no era nada que no hubiese oído antes, es decir, varias veces yo había preferido que ella no asistiese o se quedase en el automóvil mientras yo hacía alguna visita, Anthea era consciente de los peligros de su trabajo, por lo que si yo le decía que prefería se mantuviera alejada de algo o alguien por seguridad, de inmediato obedecería, sin mencionar que continuaba siendo su jefe aparte de su pareja, por lo que debía seguir mis ordenes en el ámbito laboral.

Vi que Walter me miraba por el retrovisor, fue un gesto rápido, pero lo noté.

"Créeme, Walter, es mejor que ella no lo conozca, porque he visto la forma en la que trata a las mujeres y sé cómo funciona su cerebro, ella no debe exponerse a eso".

Una vez que llegamos al moderno edificio, bajé, llevando la carpeta bajo el brazo, aquel era el acuerdo, yo le pasaba información relevante pero no completamente incriminatoria o peligrosa, y él, a cambio, mantenía la boca cerrada con respecto a los asuntos que pudiesen dar vuelta a la nación, o directamente lo mantenía alejado de personas que pudiese dar información bajo cierta presión, aunque temía que aquello no siempre continuaría funcionando, y tarde o temprano, Charles Augustus Magnussen, se saldría con la suya.

"Los abogados y periodistas deben ser lo peor que existe, literalmente son sanguijuelas que sobreviven por las desgracias ajenas, ni siquiera los dueños de funerarias son tan oportunistas e interesados".

Entré al sitio, tomando el ascensor hasta el último piso, lugar donde Janine, la asistente de Magnussen, me permitió el paso hacia la oficina de su jefe.

A Un Escritorio de DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora