43. Un sabor todavía más dulce

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D'Angelo.

Junto a Walter, hacíamos una pequeña vigilancia al 221B de la calle Baker, siguiendo cada actividad o paso del Holmes menor, todo aquello a pedido de Mycroft.

Hacía bastante que no hacía tanto trabajo de campo, porque si bien solo aguardábamos en un coche, a una cuadra del lugar en cuestión, comparando eso a mis actividades recientes, las cuales involucraban ir de un lugar a otro en la ciudad, se podía decir que estar estacionado a la espera de que Sherlock saliese del apartamento, era un poco más emocionante.

—No creo que salga, he hecho esto antes, las veces que Sherlock no está enterado de estas vigilancias, es mínima—me comentó Walter mientras se acomodaba mejor contra su asiento.

—Creo que por eso Mycroft nos mandó aquí, para que no salga.

—No, si Sherlock desea salir, lo hará, y su hermano sabe perfectamente eso, simplemente quiere presionarlo para que tome el caso que le ofreció.

—¿Ofrecerle casos es una medida de seguridad y protección ¿no es así?

—Sí, evita que se drogue, porque ambos sabemos que el señor Holmes es capaz de resolver esos asuntos en tan solo cuestión de horas, o incluso minutos si realmente se lo propone, que aborrezca el desgaste físico es solo una excusa para que Sherlock les de atención y no sucumba a los estupefacientes nuevamente.

Walter tenía razón siempre que se trataba del apellido Holmes, más aún del hermano mayor. Había pasado mucho tiempo desde que yo había tenido una relación más cercana a Mycroft, al grado de que ya no lo conocía tanto como antes, y tenía sentido, Walter fue el chofer de Mycroft enseguida de que lo despacharon de la agencia, apenas asumió el cargo de su tío, Walter pasó a ser su chofer y guardaespaldas, literalmente lo había visto crecer hasta ser un verdadero adulto, lo vio dejar de ser un veinteañero nervioso a un hombre de cuarenta y tantos.

Por lo que sí, mi compañero lo conocía demasiado, lo cual me llevaba a tener algunas dudas, más que nada con relación al "desgaste físico" antes mencionado.

—Walter, hablando de actividad física y cómo nuestro jefe la aborrece, ya que claramente lo conoces más que yo, ¿crees que Mycroft y Anthea ya...?

Walter se giró para verme, su ceño estaba fruncido, y se reflejaba bastante confusión en su rostro.

—¿Hablas de sexo ¿o es mi imaginación? —asentí sin apartar mi mirada de él—¿Por qué quieres saber eso?

—Bueno, curiosidad, ya sabes.

—Tener curiosidad está bien, ¡¿Pero por qué piensa que yo podría saber cuándo nuestro jefe lo hace o no?!—preguntó nuevamente ya algo alterado.

—¡Y yo qué sé! Lo conoces mucho mejor que yo.

—Sí, pero eso no es un motivo para saber esa clase de cosas, ¡También te conozco a ti, y no por eso sé cuándo tienes relaciones con tu esposa!

—¡Bueno! Pero mal o bien esas cosas cambian el humor de las personas, y he notado a Mycroft de mucho mejor humor últimamente, por eso te preguntaba, no por otra cosa.

—Es bastante morboso y entrometido el que quieras saber esa clase de cosas de nuestro jefe y de su pareja, quien básicamente es su asistente, y la mujer que llevamos día tras día junto al señor Holmes en el asiento trasero, me parece fuera de lugar esta clase de cosas por tu parte, Valentino—me sermoneó, aparté mi cabeza cuando él la volteó al frente nuevamente, aun diciendo su discurso de moralidad—. Por otro lado, cuando él tiene ese tipo de contacto recientemente, no suele estar de buen humor, tampoco enojado, sino que simplemente está relajado y sereno, al contrario, suele estar de buen humor cuando no lo ha hecho, pero siente deseo.

A Un Escritorio de DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora