65. El tío Rudy

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Estaba frente al espejo de mi dormitorio, el verano había comenzado, pero de igual manera la semana estaba siendo fría, y por una de las grandes ventanas de la habitación, aun se podía apreciar la oscuridad que regía sobre Londres, con tan sólo los primeros rayos del sol asomando con calma y resaltando el suave rocío que se apreciaba sobre el verdor del césped del patio de la finca.

Era muy temprano por la madrugada, yo apenas terminaba de acomodar mis gemelos de plata, y mientras que ejercía dicha acción, mi mente se perdía en todo lo que sucedería aquel día.

Había pasado una semana desde el incidente con mi hermana, por lo que mi licencia médica había culminado, al igual que la de Alice, así que aquel día, tenía que regresar Sherrinford, toparme con aquellos pasillos y cuartos nuevamente, volver a rememorar dentro de mi cabeza aquellos tensos y angustiosos momentos dentro del centro, todo eso, para ver qué solucionaríamos con el tema de la gestión de la institución, y así dar por finalizado aquel dilema de una buena vez. Pero el día no terminaba allí, porque enseguida de finalizar ese tema, volveríamos a Londres, lugar en el que, con ayuda o al menos la presencia de Sherlock, enfrentaría a mis padres para decirles la verdad sobre su única hija, decirles que ella sí estaba viva, que no falleció en aquel incendio, algo que para nada me iba a saber agradable. Y era que ¿Cómo le decías a tus padres, ya avanzados en edad, que la hija que obligadamente dejaron ir cuando tan sólo era una niña, en realidad no estaba muerta, sino que dentro de un centro de retención de alta seguridad en una isla de ubicación desconocida para la mayoría? Ellos iban a estar sumamente decepcionados y enojados conmigo, estaba completamente seguro de aquello, y no los podía culpar, tenían su derecho a encontrarse así, por supuesto que lo tenían, pero a su vez, no era enteramente mi culpa, mi tío lo había dejado así en su momento, y no vi opciones que me permitieran cambiar para mejor aquel asunto, cada idea sólo hubiese empeorado su estancia o dejado en riesgo la seguridad de otros, o la de ella misma, no podía simplemente solucionarlo todo.

Oí dos golpes a la puerta que me apartaron de mi mente, enseguida oí el chillido de las bisagras al abrirse dicha puerta, dejando ver primero parte del vacío y extenso corredor, para luego mostrar a la persona que se asomaba por el mismo.

—¿Ya estás listo? —preguntó de forma profesional Anthea mientras mostraba tan sólo su torso desde el marco—Walter ya aguarda abajo para llevarnos hasta el helipuerto.

—Está bien—respondí intercalando un pequeño suspiro, sin mostrar mucho interés en aquel asunto, y en eso, bajé mi vista con disimulo desde el espejo hasta mis pies, perdiéndome en las maderas de aquel piso.

Oí sus pasos merodear cerca de mí, para luego rodearme, quedando de frente conmigo, vi como sus manos se acercaban con lentitud hasta tomar las mías, la contraparte de su piel tibia tomando mis manos frías me tomó desprevenido, creando un choque de diferentes temperaturas y, por lo tanto; sensaciones.

—Estaré contigo, lo sabes—me dijo con voz aterciopelada y cuidadosa mientras buscaba mis ojos.

—Eso es lo que me preocupa, que te conozca—hablé sin apartar mis manos de las de ella, después de todo, quería comenzar a ser más sincero con Alice, tal cual me lo había pedido, pero me costaba mostrarme así—. Mi tío es muy distinto a cualquier otro familiar, aunque haya tenido mi puesto antes que yo, difiere en demasía con mi forma de ver y tratar las cosas.

—Myc, tú eres diferente a cualquier persona que yo haya podido conocer, tú y tu hermano son distintos a cualquier ser humano—declaró con diversión mientras me obligaba a verla a los ojos, sonriéndome, yo podía percibir ese radiante brillo en sus ojos, esa pizca de emoción, y que ella estuviese feliz me gustaba, pero no tanto como para que dejase de preocuparme—. Ahora vamos, ¿sí? Verás que todo sale bien.

A Un Escritorio de DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora