47. Vacaciones

464 30 6
                                    

Habíamos llegado a casa luego de lo que pareció un día demasiado agotador, más de lo usual, y es que cuando Lady Smallwood pisaba mi oficina o la de mi asistente, nada bueno salía de ello, por lo general, y en el mejor de los casos, eran columnas de papeleo y tramites a realizarse de forma rápida y sin cuestionar, algo a lo que me había acostumbrado con el correr de los años, pero que tuviese la costumbre no pretendía decir que le tenía cariño a dicho hábito, o a que el mismo no me pasase factura al volver a casa, mal o bien, seguía siendo humano, y trabajar de aquella manera, siempre lograba cansarme tanto física como mentalmente.

—Te ves demacrado—repuso Thea, parándose frente a mí, que me encontraba sentado en el sofá, con la cabeza recostada y viendo hacia el techo—. Y te entiendo, este día fue realmente cansador para ambos.

—¡Ni me lo digas! Mi espalda quedó adolorida de estar encorvado sobre el escritorio—hablé mientras cerraba mis ojos, dejando salir un suspiro.

Ella se sentó al borde del sofá, su mano se dirigió calmada hacia mi cabello, despeinándome y pasando sus dedos con cariño, para luego acariciar mi mejilla, en un gesto suave y cálido.

—Ya pedí algo para comer—explicó con una voz dulce que siempre me había trasmitido una extraña calma—yo también estoy exhausta y sólo quiero descansar, ¿Qué dices si nos damos una ducha, comemos y luego simplemente nos vamos a la cama?

Abrí mis ojos y la miré, el azul acerado chocaba contra el marrón chocolate, creando una atmósfera extraña y confortable al mismo tiempo, jamás podría negar eso.

Estar con ella me hacía sentir en calma, de eso no había dudas, aunque, en ocasiones, la idea de estar solo, teniendo un tiempo para mí, tampoco era malo.

—Bien, bajaré en unos minutos—comencé a incorporarme mientras ella me jalaba de mi chaleco para ayudarme a ponerme de pie—vuelvo en un rato, te amo—declaré sin más, al fin y al cabo, a ella le gustaba escuchar aquello y a mí no me molestaba decírselo.

Subí a mi dormitorio y acomodé mi ropa para previamente entrar al baño. Aquel día hacía falta algo más que una ducha para despejarme física y mentalmente, así que opté por un baño.

Preparé la bañera a medida que me desvestía, colocando los aceites esenciales, los cuales con suerte me ayudarían a alejar el estrés y aliviar el dolor de cabeza, no quería volver a tener migraña, detestaba cuando eso sucedía, porque que algo tan mundano como la luz o el ruido proveniente del patio causasen que mi cabeza explotase, no era agradable, incluso me hacía sentir algo inútil.

Pero siguiendo, la espuma tampoco debía faltar, por lo que me aseguré de también tenerla pronta.

Una vez que todo quedó listo, me quité la bata y entré al agua, estaba caliente, no quemaba, pero me relajaba cada músculo, logrando que la tensión se fuese y yo quedase más relajado, al menos por un rato. Dejé caer mi cabeza al borde, cerrando mis ojos, disfrutando de la calma y del vapor que me rodeaba, alejando todos los malos pensamientos, y cerrando mi mente, por lo menos momentáneamente.

—¿Myc, se puede? Sé que dijiste que bajarías, pero igual debía subir—oí que Alice me llamaba desde el otro lado de la puerta, a lo que la dejé entrar, al fin y al cabo, no había nada que ella no me hubiese visto antes—. ¿Cómodo? —sonrió al tiempo que me veía y colocaba sus brazos en jarra—la cena ya llegó.

—Eso puede esperar un rato más—hablé mientras colocaba mis brazos a los bordes de la bañera, cerrando mis ojos, oí cómo ella rio, casi que con diversión, volví a mirarla, ella también estaba cansada, y era algo injusto que solo yo me relajara tomando un baño, si bien nosotros nunca nos habíamos duchado o bañado juntos, no existía una razón para no hacerlo, después de todo, éramos pareja, y conocíamos bastante el cuerpo del otro, así que simplemente le pregunté—. ¿Quieres venir?

A Un Escritorio de DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora