21. La caída de dos Holmes y los efectos del alcohol

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Alice.

Había sido un día completamente horrible, todo se había llevado a cabo bajo completo anonimato, nadie debía enterarse, ni siquiera su mejor amigo, nadie debía saberlo, a excepción de sus padres, hermano y equipo encargado de armar el espectáculo, pero ¿qué eran esos a comparación de las personas que te aman, y no comparten tu sangre?

John me había destrozado el corazón, su amigo, su mejor y único amigo, si tan sólo él supiera que su compañero estaba vivo, si tan sólo tuviera una idea. Pero era imposible, para Watson y resto del mundo, Sherlock Holmes, detective consultor, había muerto, y más encima, con un nombre completamente machado que él se encargaría de limpiar.

Aun así, lo que más me rompió el corazón y el alma ese día, fue la persona que menos esperaría, alguien que parecía incapaz de demostrar sentimientos, alguien frío que analizaba todo desde el uso de la lógica, y la persona más cercana a todo el plan; Mycroft Holmes.

Si bien él era el más implicado en el asunto, todo eso no impidió que cayera sin más, aunque no lo demostraba, yo sabía que estaba herido, que todo aquello, había sido una medida desesperada, pues yo conocía todos los posibles planes puestos sobre la mesa, y el de Lazarus, era una medida completamente extrema, que no esperaba ser llevada a cabo.

Ya estaba por irme al club Diógenes, pues sabía que Walter había llevado a Mycroft allí luego de todo, por lo que me dirigiría al sitio para corroborar que todo estuviese bien, y ya luego, me iría al departamento de Tim, pues acordamos que pasaríamos la noche en el suyo.

Al llegar, caminé por los pasillos del club, perturbando con el sonido de mis tacones a todos los hombres arrogantes y altivos que allí había, quienes veían inconcebible que una chica ajena al personal, entrase y saliese a gusto de aquel sitio, y más aún, que rompiese el silencio sin recibir represarías.

Subí unas escaleras hasta la planta más alta, donde estaban nuestras oficinas, la de él y la mía. Caminé el corto pasillo hasta que llegué a la puerta principal, la cual estaba cerrada, no quise entrar sin preguntar, por lo que golpee, y no mucho después, obtuve una vaga respuesta para que entrara.

Al hacerlo, un Mycroft decaído estaba dentro, se encontraba tan solo con la camisa, la corbata algo floja colgaba de su cuello, y tenía las mangas de la camisa dobladas.

Estaba sentado en el sofá frente a mi escritorio, inclinado hacia adelante, en la mesita de al lado, reposaba una botella de whisky Ballantine's ya por algo menos de la mitad, más un cenicero con tres colillas, normalmente él no fumaba, ya que el cigarro solía causarle malestar, así que las pocas veces que lo hacía, era el resultado de estar bajo mucha presión, y el panorama que allí se presentaba, era un claro indicador de que lo estaba.

—¿Necesitabas algo antes de irte? —preguntó sin verme, sus ojos se perdían fijos en la pared, o más allá de la misma si íbamos al caso

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—¿Necesitabas algo antes de irte? —preguntó sin verme, sus ojos se perdían fijos en la pared, o más allá de la misma si íbamos al caso.

—No, quería y quiero ver cómo te sientes, si necesitas algo, principalmente—pregunté con calma mientras me adentraba en aquella habitación con poca luz, parándome cerca de él.

A Un Escritorio de DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora