Epílogo

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5 años después de la boda. Presente

Me encuentro boca abajo, tranquilamente dormido en la cama del hotel, y dado que Alice ya se ha levantado por falta de sueño, no siento culpa alguna en atravesar la cama de forma horizontal, dejando descansar mi cabeza en el lado izquierdo mientras mis piernas se estiran en dirección al derecho.

Y mi venerado sueño hubiese continuado, si no fuese porque mi querida esposa saltó sobre mí en la cama, quedando ubicada a horcajadas en mi espalda baja, casi que sentándose sobre cierta parte prominente de mi retaguardia.

—¡Ya levántate! —la oigo decir, y yo solo me remuevo para acomodarme mejor, y es que no siento gran deseo por abandonar la cama en este momento—. Estamos en Roma, Myc. Y es nuestro aniversario de casados, quiero salir a recorrer—siento su voz divertida y entusiasta tras de mí, aquello a la vez que se acomoda nuevamente.

—Sí, pero son las nueve y media de la mañana, y por primera vez en poco más de treinta años, deseo dormir, tan solo dame un poco más de tiempo—explico aferrándome de la almohada bajo mi cabeza—. Aparte, estaremos quince días aquí, sin contar con que sólo llegamos hace una noche—voy explicando con voz ronca por haber sido arrancado de los brazos de Morfeo.

Thea comienza a acariciar mi espalda desnuda, delineando sus uñas con mucho cuidado por la misma, generándome un pequeño cosquilleo a la vez que agrado, y luego, vuelve a acariciarme con la yema de sus dedos, llevando los mismos desde la base de mi nuca, hasta donde se encuentran los dos hoyuelos en la espalda baja, formando un gran círculo con sus dedos dentro de los mismo.

—Pero me gustaría salir hoy—ronronea en mi oído.

"Eso conmigo jamás ha funcionado, y jamás funcionará".

Sonrío internamente ante sus intentos de seducirme, algo que prueba hacer cada vez que me pide con insistencia algo que le niego.

—Por favor, mi amor.

—Y te prometo que saldremos, pero en un rato, por favor, déjame dormir una hora más—suplico con diversión mientras aún siento sus caricias, algo que me comienza a relajar aún más—. Juro que te recompensaré con lo que me pidas, cariño.

No responde, oigo tan sólo silencio a la vez que aún siento el roce de su piel en la mía, generándome una extraña sensación de placer, seguridad y comodidad, algo que años atrás, no hubiese pasado, sino, más bien, yo hubiese tenido las respuestas contrarias; molestia, inseguridad e incomodidad, todo aquello con una pizca de nerviosismo y tensión.

—Bien, ¡pero sólo una hora! —responde al fin, acabando con aquel silencio y dándome mi merecida victoria.

—Gracias, cielo—y notando cómo se comienza a salir de sobre mí, me aparto un poco y le dejo lugar en la cama, uno donde se puede acomodar a gusto conmigo.

Ella se recuesta a mi lado, quedando un poco más sentada junto a mí, me invita a su pecho y yo más que gustoso acepto la oferta, y voy. Una vez que me acomodo contra su pecho y rodeando su torso, siento sus manos acariciarme a la vez que me abraza con cariño. Y no siento incomodidad o vergüenza en decir que me siento cómodo con ella, que me gusta tremendamente que ella me acaricie o me consienta con palabras o gestos, y por más que sí, son cosas que jamás digo o diría en voz alta, estoy completamente seguro de que ella sabe a la perfección esos pensamientos, sabe que amo cualquier tipo de atención por su parte, que amo sus besos a mis labios o a cualquier parte de mi cuerpo, sus caricias suaves y tiernas a mi piel o a mi cabello, que adoro que me diga que me ama sin importar que sea en persona, por mensaje de texto o llamada telefónica, y sabe que sin remedio alguno; yo me pierdo cada vez que me abraza o me besa, y sí, pueden pensar lo que quieran, que me puse más cursi o apegado con el pasar de los años, pero crean cuando les digo que sólo me comporto así estando con ella a solas, frente a los demás, continúo siendo el mismo frío e insensible de siempre, sigo siendo; "El hombre de hielo".

A Un Escritorio de DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora