Mi semana transcurrió con normalidad, y cuando me percaté, ya estaba sentado en aquella silla con Alice Hoffman frente a mi otra vez. En dicha ocasión no tendría a aquellos dos compañeros con sus tontas preguntas o cuestionado a sus superiores, es decir, a mí, esta vez estaba solo la candidata y yo, lo cual agradecía demasiado.
Esta vez ella venía vestida con un traje color negro, unos pendientes simples, zapatos de tacón y la misma dosis de maquillaje y perfume de la otra vez.
En resumidas cuentas, portaba la misma elegancia y profesionalismo, punto que había sumado a mi decisión de volverla a llamar.
Y hablando de eso, había citado a tres candidatos, esos eran los únicos que me habían interesado, uno de ellos tuvo que irse de emergencia. Esto provocó que solo Alice y otro candidato estuvieran para la entrevista, dejé a Alice para último, quería verla con algo más de tiempo que a los otros, quería examinar como se comportaba bajo un poco de presión y nervios, después de todo, el trabajo al cual aspiraba estaba cargado de eso mismo, presión e incertidumbre, constantemente estaría bajo el ojo vigilante de todo el Reino Unido.
—¿Cuánto hace que dejaste a la antigua empresa para la cual trabajabas?
—Dos meses, señor.
—Y deduzco a estado sin empleo esos meses—pensé en voz alta mientras volvía a darle una ojeada a su currículum—. Perdone mi atrevimiento, pero entienda que debo saberlo, como su posible futuro jefe, debo estar al tanto de su carrera laboral y de los problemas que pudiesen existir en la misma, así que, y respóndame con sinceridad, ¿por qué decidió renunciar?
Ella pensó un momento, analizando sus palabras nuevamente, o eso parecía.
—Mi jefe anterior decidió comportarse conmigo de una manera políticamente incorrecta, y yo decidí responder de una forma no muy profesional—levanté mi vista hacia ella enseguida de oírla, mis ojos viajaron desde sus zapatos hasta su rostro, y no pude evitar fruncir el ceño ante su respuesta.
—En palabras simples, él quiso propasarse contigo, y tú lo golpeaste, ¿no es así?
—Así es, señor.
Bueno, en ese caso ella podría ser perfectamente mi asistente personal, si su renuncia anterior no había sido causada por problemas relacionados a su trabajo en sí, yo no poseía motivo para rechazarla.
—¿Si le ofreciera el trabajo, cuando podría comenzar?
—Enseguida, como dije, estoy desempleada, y no tengo inconveniente con iniciar cuanto antes.
—Excelente, iniciará mañana mismo, ¿tiene alguna pregunta?
—Sí, ¿Qué clase de trabajos haría exactamente? Y no me mal entienda, es solo que no había sido asistente antes.
—Descuide, está bien, hará todo lo que tenga que ver con mis horarios, archivos, contestación de correos, llamadas, esa clase de cosas.
—¿Y mis horarios?
—Un mínimo de 8 horas de oficina, por otro lado, mi trabajo requiere de las veinticuatro horas, los siete días de la semana, por lo que sería bueno estuviese a disposición de ser necesario. ¿Alguna otra pregunta?
—No, señor Holmes.
—Bien, por razones de seguridad, deberá optar por otro nombre
—¿A qué se refiere exactamente con "otro nombre"?
—Me refiero a usar un nombre distinto en el área de trabajo, tanto con clientes, agentes, superiores, etcétera, puede tomarlo como un apodo si lo deseas
—¿Y qué clase de nombre debiera ser?
—Usted elija.
—En dicho caso, Anthea me parece bien."Anthea" me sonaba un tanto antiguo, pero ella era libre de elegir su nombre, así que solo respondí de forma cordial, después de todo, yo no era quién para juzgar nombres.
—Anthea entonces.
Luego de dejar claro algunos detalles más, nos levantamos, estrechamos la mano y ella se retiró, luego yo hice lo mismo, solo que en mi caso Charles Magnussen me esperaba afuera, nunca me gustó tener trato con él, pero tampoco tenía de otra, Smallwood me había encargado a mí la tarea de tratar con ese ser despreciable, era yo el encargado de mantenerlo callado con respecto a los escándalos no solo del gobierno, sino de la corona británica como tal.
—Señor Holmes, veo que ha contratado a una nueva asistente, entiendo que el agente James ya no puede con su ajustada agenda.
—Agradecería sino invadiera mis oficinas, sabe perfectamente que no debe visitar el edificio gubernamental, y con respecto a lo otro, deseo se mantenga alejado, no tiene por qué tener trato con ella.
—Por supuesto, solo daba un paseo y quise pasar a visitarlo, y con respecto a su asistente, dependerá de usted el que yo muestre interés, hasta luego.
Y chasqueando los dedos, se llevó a sus dos guardaespaldas con él.
• • •
Transcurría la segunda semana de trabajo, Anthea era bastante eficiente con su labor, pues tenía mi agenda bastante organizada, los informes me eran llegados en tiempo y forma, y atendía muy bien mis llamadas, a decir verdad, no tenía quejas con respecto a ella.
Yo atendía unos archivos cuando un llamado a la puerta me quitó del papel, indiqué que pasara y la puerta se abrió tan solo un poco, dejando ver tan solo medio cuerpo por el umbral.
—Señor Holmes, quería pedirle permiso para salir a almorzar.
—Por supuesto, tiene media hora, intente llegar a tiempo, por favor.
Anthea asintió y se retiró inmediatamente, y yo iba a regresarme a mis labores, cuando una llamada se hizo presente en mi móvil, miré de quién se trataba y tan solo rodeé los ojos lejos de la pantalla, no quería contestar, pero era mi deber, mi deber como hijo mayor.
—Buenas tardes, madre—saludé mientras me llevaba el teléfono celular a la oreja.
—¡Hola, Myc! —saludó entusiasta como siempre, y claro la oleada de preguntas no se hizo de rogar, que cómo estaba yo, si Sherlock estaba bien, que por qué el susodicho no respondía las llamadas, que cuándo iría a visitarlos, lo típico.
Me recosté en la silla y la oí hablar de su partida de juegos con sus amigas, y sobre cómo mi padre dejaba sus libros por toda la casa, y hubiese seguido oyendo trivialidades si no fuese porque me hizo una pregunta, una pregunta que detestaba cada que la realizaba.
—Y, Mycroft, dime, ¿Qué tienes para contarme de ti últimamente? —odiaba esa pregunta, la odiaba porque jamás sabía qué responder, no podía hablarme sobre mi trabajo, el mismo era demasiado confidencial, no podía hablarle de Sherlock porque ella había preguntado por mí y no por mi hermano, y a su vez, jamás había cosas que contar sobre mi vida, cosas que se le pudiesen contar a una madre, claro está. Así que la pregunta de "¿qué tal tú?" eran un auténtico martirio.
Recorrí mi oficina con la vista en busca de qué decir, miré mi chaqueta colgada en el perchero, y el paraguas que aguardaba a su lado.
"¿Qué le digo? 'Sabes, mandé a hacerme un nuevo traje hace unos días' o 'sí, bueno, tengo una aburrida reunión hoy en la tarde'"
Si bien disfrutaba y me gustaba mi vida, no podía negar que la misma resultaba aburrida para los demás, en especial para una madre que quiere a toda costa que sus dos hijos sean normales por una vez en sus vidas, creo que con esa pregunta mi madre ansiaba que yo le respondiera con un "sí, de hecho, tengo pareja, se llama Sara y la llevaré para que la conozcan en la cena de navidad de este año".
En eso que mis dedos jugaban con un bolígrafo mientras pensaba qué responder, el sonar de unos tacones afuera de mi oficina, me dijo inmediatamente qué debía decirle.
—No hay mucho que contar en realidad, pero ya no estoy tan solo en el trabajo.
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A Un Escritorio de Distancia
FanficMycroft Holmes, una persona a la que denominan: "el hombre de hielo", se ve obligado por su trabajo, a contratar un asistente personal, y es aquí cuando ella llegará a las oficinas, quedando a tan solo; un escritorio de distancia el uno del otro. C...