19. Curioseando más de la cuenta

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Era el primer viaje de trabajo que tendría en compañía de mi asistente, lo cual me producía una mezcla de nervios y emoción, y bien sabía por qué era, aunque no quisiese admitirlo.

Bueno, dejando aquello de lado, yo estaba en mi habitación, saldríamos al día siguiente a primera hora de la mañana, así que me disponía a ordenar lo que llevaría, nada realmente importante ya que sólo serían dos días y por un viaje de trabajo, aunque iríamos a un país bastante caluroso, así que me fui olvidando de mis trajes de tres piezas, si bien usaría el mismo durante las reuniones, no pasaría de allí.

Por otro lado, ese viaje ocultaba algo más, ya que una fuente confiable me había dado información sobre el regalo que le podía obsequiar a Alice, porque sí, el día que, en teoría nos estaríamos volviendo, era justo la fecha de su cumpleaños, y para mi suerte, no solo sabía qué darle, sino que ya tenía en mi poder su regalo, por lo que todo estaba arreglado con respecto a eso.

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Al despertar por la mañana, me duché para dejar el sueño de lado, desayuné algo rápido y me vestí, faltaban unos diez minutos para que Walter llegara, y por lo tanto Alice con él.

Si bien iríamos a un lugar con temperaturas elevadas, en Inglaterra estábamos con temperaturas bajas, por lo que opté por mi ropa de siempre, ya estando allí me cambiaría a algo que se adecuara más.

Cuando Walter llegó, cargué el equipaje en la parte trasera del vehículo, luego subí, y allí estaba ella. Nos saludamos con un beso en la mejilla, lo cual ya era habitual para cada encuentro o despedida que teníamos, y la verdad no me quejaba de dicha costumbre.

El viaje hasta el aeropuerto no fue particularmente silencioso, ya que desde que D'Angelo trabajaba junto a Walter, ambos solían sostener conversaciones en un volumen bajo durante los trayectos, era algo normal, hablaban sobre trivialidades, pero ambos parecían llevarse bien, y prefería que así fuese.

Al llegar al destino antes mencionado, abordamos mi jet privado, un pequeño gusto que me había dado gracias a que, el avión que el gobierno me prestaba, no es que no fuera cómodo, lo era, el problema yacía en que me reclamaban de forma sutil cada vez que lo utilizaba, por más que fuese por cuestiones laborales, así que preferí pagarme yo mismo mis viajes, a la larga era preferible.

Durante el camino, hablamos de diferentes temas sin importancia, y ella pareció disfrutar bastante del viaje, y no era para menos, las vistas eran preciosas, sin mencionar que el trayecto nos llevó un par de horas, ya que debíamos volar al otro hemisferio, por lo que sí, era un viaje largo, por ende, ambos dormimos durante una parte del vuelo, o bueno, ella lo hizo, yo en cambio me quedé terminando de arreglar unos detalles en la laptop, procurando hacer el menor ruido posible para no despertarla.

Llegado un punto, giré mi vista para verla, ella dormía en su asiente, acurrucada de costado mientras veía hacia mí, noté como se volvía cada vez más un ovillo mientras se abrazaba a sí misma. Lo pensé durante unos segundos, y levantándome, tomé mi chaqueta y la cubrí, qué más daba, solo era un acto gentil, no había nada más.

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El día que llegamos al hotel, enseguida de hospedarnos, tuvimos la reunión con el canciller, por lo que no tuvimos mucho tiempo de acomodarnos, pues el trabajo llamó enseguida, así que recién en la tarde, ambos tuvimos tiempo de relajarnos, cada uno en su respectiva habitación, claro está.

El sol había bajado recientemente, cuando luego de tomar una ducha y vestirme con ropa más adecuada al clima, el botones arribó a mi puerta con mi comida.

A Un Escritorio de DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora