58. Día libre

368 25 13
                                    

Anthea.

Me senté en la cama con las piernas flexionadas luego de haber tomado una ducha, estaba exhausta pasado todo aquel día, mi espalda me dolía por estar todo el rato sentada y encorvada, y mentalmente no soportaría oír otro "programa una cita", era uno de esos días donde simplemente odiaba mi trabajo.

Desde la cama, oía el agua de la ducha caer sin cesar, Myc no iba a tardar en salir, nunca tardaba demasiado, a menos que tomase un baño, en ese caso, el tiempo se prolongaba demasiado.

Cerré mis ojos justo para oír la puerta del baño abrirse, y posteriormente unos pasos descalzos y un cambio en el peso de la cama, como si alguien se hubiese sentado justo detrás de mí.

Sin ninguna señal previa, sentí las manos de Mycroft en mis hombros y omóplatos, masajeando dichas partes, presionando con sus pulgares con la fuerza justa en los omoplatos y lo mismo con sus dedos índice, medio y anular en mis hombros, relajando los músculos con destreza y facilidad.

—No sabes lo bien que se siente eso—suspiré mientras aun con los ojos cerrados me dejaba llevar enteramente por su tacto. Suave, cálido, íntimo, relajante y sumamente gratificante luego del día que antes mencioné había tenido.

—¿Algún pedido en especial? —oí su voz en mi oído, suave, y agradable, tomándose su tiempo para cada palabra. Sentí como su aliento me envolvió al finalizar aquella pregunta, dejando una tenue ráfaga de aire caliente sobre mi piel.

—La espalada baja me duele bastante, producto de estar encorvada sobre el escritorio.

—Está bien—dijo mientras bajaba sus manos con cuidado—sería mejor si quitamos esto—tomó los bordes de mi camiseta de Aerosmith, dejando así que sus dedos se apoyaran contra la piel de mi cintura.

—Con tal de que tus atenciones hacia mí no se detengan, haz lo que creas necesario.

Sus manos comenzaron a levantar mi camiseta gradualmente, algo a lo que estaba acostumbrado, pero al momento de llegar a mis pechos, se detuvo de golpe, más que nada porque recayó en que no tenía nada debajo. Tomé sus manos sin decir nada y le indiqué que siguiera mientras tiraba de las mismas hacia arriba, y así lo hizo, hasta que quitó la prenda del todo, dejándome con el torso completamente desnudo, a la merced del frío que en ocasiones solía haber en aquella habitación.

Luego de que mi camiseta fuese arrojada lejos de mi alcance, inmediatamente sentí sus cálidas manos en mi espalda baja, estimulando los músculos y destensándolos, presionando en los lugares indicados para poder relajarme y bajar el dolor que la oficina me estaba dejando de recuerdo cada día.

—Estuve pensando—volví a oír su voz mientras sus manos subían nuevamente a mis hombros, delineando mi figura mientras se dirigían a su nuevo destino, sintiendo el roce cálido, agradable y reconfortante de quien era mi jefe—que últimamente has estado trabajando demasiado—con esa frase sentí su aliento en mi cuello nuevamente, como si su cabeza casi que se apoyase cerca de la mía, alguien definitivamente estaba más apegado con el tiempo—y te vendría bien un descanso, así que pensaba en que mañana tuvieses el día libre.

—¿De verdad? —inquirí sin abrir los ojos mientras sentía sus manos, incliné mi cabeza hacia la derecha, dejándome llevar por completo. Sentía su respiración serena en mi cuello, y a él, a la tela de su bata chocando contra la piel desnuda de mi espalda, todo aquello en conjunto, creaba una atmósfera de la cual no quería irme.

—Así es, te mereces un descanso, cariño—y a esas palabras las acompañó un beso húmedo a mi cuello, uno que hizo que sus labios tardaran en separarse de mi piel y que un calor inimaginable me recorriera de pies a cabeza.

A Un Escritorio de DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora