Hermanos

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Dylan

Observé detenidamente a Mick mientras él ojeaba la carta del restaurante con toda la tranquilidad del mundo mientras el mesero esperaba pacientemente a su lado. Traté de grabar cada detalle de él en mi mente, desde las pequeñas arrugas que se formaban alrededor de sus ojos cuando se reía hasta los dos pequeños lunares que tenía en el cuello. No debo olvidar jamás el rostro del hombre que arruinó la vida de mi madre y que atentaba con arruinar la mía también.

Respiré hondo para que mi acelerado corazón se calmara, pero sabía que sería en vano. Jamás podría tranquilizarme estando cerca de este hombre. Miré alrededor, había venido muchas veces a este restaurante de comida francesa cuando visitaba la ciudad con Dominik, el dueño era uno de sus mejores amigos. Ahora mismo no había mucha gente pero tampoco éramos los únicos en el lugar.

Me fijé de reojo en el alto y fornido rubio ruso que me miraba disimuladamente desde la elegante barra mientras le preparaba un trago a una mujer. Dimitri era un hombre de unos veintisiete años que medía casi dos metros, su rostro no lucía para nada amigable, sus facciones eran serias y duras, como su oscura mirada, sus ojos negros carentes de emoción solo parecían tener vida cuando le hablaban de luchar, de videojuegos o de comida francesa, el hombre era un excéntrico. Pero sobre todo, era confiable.

Sabía que él aplastaría a Mick en un segundo si las cosas se salían de control. Por esa razón elegí este lugar como punto de encuentro, obviamente después de explicarle todo a Dimitri, le pedí que no le dijera nada a mi hermano, porque sé que él vendría y trataría de matar a Mick primero para hacer las preguntas después, así es Dominik.

—Ya me decidí... no quiero ninguna entrada... tráigame un Bœuf bourguignon para el plato fuerte y unos macarons de postre... y tráiganme su mejor vino... ¿tú qué quieres, Dylan? —le devolví la mirada a Mick cuando se dirigió a mí, él me miraba esperando una respuesta, suspiré. Sé que vomitaré cualquier cosa que coma ahora mismo, sentía el estómago revuelto y sabía que la malteada que me había regalado Dimitri cuando llegué no tardaría en salir por donde había entrado.

—Agua, solo eso —respondí con tensión e incomodidad, él arqueó una ceja y encogiéndose de hombros le pasó la carta al camarero.

—Tú te lo pierdes... espero que tus amigos no intenten envenenarme —esto último me lo susurró como si fuese un secreto mientras miraba a Dimitri con fingido temor; no me sorprendió que supiera que éramos amigos. De hecho, contaba con que se diera cuenta, puede que así no intente alguna locura.

—¿Qué es lo que quieres? —le pregunté inclinándome y mirándolo con desprecio, él negó con desaprobación y se mantuvo observándome en silencio cuando el mesero llegó y tras poner frente a mí un vaso con agua, se dispuso a llenar hasta la mitad la copa de vino de Mick.

Me extrañó su mirada, él me observaba con aprecio y felicidad, era obvio que estaba a gusto con todo esto, a pesar de que mi incomodidad y molestia se notaba a kilómetros.

—No te apresures tanto... Pero bueno, ya que lo preguntas... ¿qué es lo que quiero? Quiero esto... pasar tiempo contigo —me quedé unos segundos en el aire al ver tanta honestidad en su mirada, entrecerré los ojos con desconfianza. Este hombre realmente cree que soy su hijo. No sé si reírme, llorar, asustarme o huir. Consideré hacer todo eso a la vez... —No debes tenerme miedo, no te haré nada malo —me mostré escéptico cuando dijo eso, él hizo una mueca al ver que no le creía.

—Así como tu hermano no le hizo nada malo a mi mejor amigo y así como tú no le hiciste daño a mi madre —solté con sarcasmo y rencor, él se removió incómodo en la silla, yo tomé un sorbo de agua mientras lo miraba fijamente.

Mi Director [Homosexual/Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora