Capítulo 21 - Bajo sospecha

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Luego del traumático evento, las horas pasan entre ambulancias y médicos que revisan el delicado estado de la chica. Algunos cortes son profundos y ha perdido mucha sangre. Empero, más profunda es la herida que ha causado en su madre, al contemplarla en aquel estado tan lamentable.

—¡Ay! —Los rayos del sol penetran como llamas y torturan las heridas de Nina, quien apenas logra despertarse de lo ocurrido anoche.

—Buen día, hija —Se acerca y acaricia con ternura su mano—, me alegra que despiertes. ¿Cómo te sentís?

—Me duele todo, siento como puntadas, sobre todo en la cara —Intenta tocarse pero su madre no la deja.

—Tranquila, es que varios vidrios traspasaron tu rostro, tuvieron que coserte... ponerte unas gasas... estabas perdiendo sangre —Observa con curiosidad cómo su hija sonríe con cinismo y rueda los ojos—. ¿Qué pasa? ¿Qué fue todo lo de anoche?

—El cuadro me lo predijo, yo lo vi... Todo tiene sentido ya —Mirando fijamente a su madre, le pregunta—, ¿por qué me hacés esto?

—¿Hacerte qué? —inquire confundida.

—¡Todo! ¡Lo del retrato, la notita de mierda esa, la sombra! —responde elevando el tono—. ¿Me estás haciendo brujería?

—¡¿Estás loca?! ¿Cómo yo podría hacerte algo así? ¡Soy tu madre! —brama decepcionada—. Definitivamente estás enloqueciendo... me preocupás demasiado Nina.

La discusión es interrumpida por la llegada de Carol, que ante el llamado de Laura, acude de inmediato al hospital. Percibe un ambiente tenso entre madre e hija, pero no se atreve a preguntar por miedo a desencadenar una nueva pelea.

—¿Pasó algo? —indaga con curiosidad al ver a Laura angustiada y huyendo despavorida de la sala.

—Nada Carol, vení —Le indica su amiga con la mirada empañada—, tengo que contarte algo —Se siente segura, sabe que en ella puede confiar—. Ayer cuando volví del psicólogo, ¿adiviná dónde estaba el bendito cuadro? ¡En mi cama! Por arte de magia apareció ahí, y eso no es todo. También había junto a él una nota que decía el número de contraseña de la alarma de seguridad que solo mi madre y yo sabemos —explica alterada, con lágrimas en los ojos y un fuerte temblor en las manos—. ¡¿Entendés qué significa?!

—Pará... —Carol intenta procesar todo lo que Nina le está contando, le cuesta creer lo que dice—, o sea que... ¿tu mamá está haciendo todo esto para enloquecerte?

—Sí, creo que sí... ya no aguanto más, por eso intenté suicidarme anoche, de la forma que pude, estaba encerrada.

—¡Calmate! Es muy raro todo esto, pero no bajes los brazos —Intenta de algún modo consolar su dolor—, sabés que me tenés a mí. Es más, te cuento que me contacté con la médium que me ayudó en aquel caso que te conté, ¿te acordás? Bueno, cuando quieras podemos ir, ella es muy buena y podrá ayudarte.

—Me encantaría visitarla en cuanto me recupere —Entusiasmada por la idea, le da un gran abrazo de agradecimiento—, gracias por todo, de verdad, es increíble que a pesar de todo me sigas apoyando.

—No me agradezcas, acordate que estuve en la misma.

Los siguientes dos días continuaron, entre médicos, enfermeras, comida con sabor a plástico, gasas, alcohol, agujas e hilos, buscando sanar aquel hermoso rostro dañado no solo por el vidrio afilado, sino por las circunstancias, por el dolor causado gracias al excepticismo de los demás respecto a lo desconocido. Y es que, aunque no se vea, aunque se esconda cobardemente en la oscuridad sin mostrar su verdadera cara, así sea intangible o inalcanzable, eso está ahí, brillando como una estrella en el cielo, con esa siniestra mirada redondeada, gigante como dos planetas, y que brilla en las tinieblas con tan solo ver a su víctima presa del miedo.
Al fin llega la hora de volver a casa, la monotonía y la distancia entre Nina y su madre se percibe en cada contacto visual que se evitan, en cada palabra no dicha; en el sentimiento de frustración; de desconfianza. Los cortes de Nina son el símbolo de todo aquello, la prueba de un sufrimiento que va más allá del físico, y que es consecuencia de su convicción. Pero a pesar de todo, Nina no renuncia a ello, y está dispuesta a probar que lo que dice es cierto, cueste lo que cueste.

—Tiré ese cuadro a la mierda —Laura intenta romper el hielo, buscando de nuevo la confianza de su hija, y creyendo que a partir de ahora, todo irá a mejorar—, si eso es lo que te tiene traumada, ya no está más.

—Ah... ¿sí? —Rehuye completamente de sus palabras mostrando una enorme indiferencia ante lo dicho, se dirige a la cocina, se sirve un vaso de agua, y mira hacia afuera.

—¿No me creés? Andá afuera. Está en el contenedor de basura, y me encargué de romperlo más de lo que estaba —Insiste al ver la pedante actitud de su hija.

—¡No sé qué esperás de mí mamá! —Le grita, elevando el tono de la discusión—. ¿Cómo explicás lo de la nota, eh? —Ya descontrolada, golpea la mesa repetidas veces mientras argumenta con furor la conspiración de su madre—, ahí estaba bien escrita la contraseña de la puta alarma, que solo vos y yo sabemos. ¿Cómo es posible eso? Explicame.

—¡No sé, Nina, no sé! —Jura entre lágrimas, la situación le desborda—. ¡Te juro por Dios que yo no te quiero hacer ningún daño! —asegura juntando sus palmas por un voto de confianza—. Solo quiero protegerte, te ayudé a mentirle a la policía y a todo el mundo para que no te separen de mí, ¡ya me quitaron a un hijo, no quiero que me quiten a la única que me queda!

A nadie le gusta ver a su madre llorar, y a Nina tampoco. El llanto de Laura ablanda su corazón de hierro, pero aun así, hay cosas sin resolver, y la fe en alguien no se restaura de la noche a la mañana.

—Tranquilizate, mamá —Trata de calmarla, pero es en vano, de nuevo la señala con cierta cuota de culpabilidad—, entendeme un poquito, hay algo que no queda claro. En el papel estaba la contraseña exactamente escrita, ¡es imposible!

—Decime una cosa... —Laura se refriega el rostro con las manos, la situación se escapa de su control, pero aun así, cree tener una respuesta que puede cambiarlo todo—, ese día que sucedió todo lo del cuadro, la alarma, la notita aquella... vos estabas con Carol, ¿no?

—Sí, ¿por qué?

—Vos saliste con ella, ¿no? —Ante la respuesta afirmativa de su hija, refuerza con una pregunta más—, ¿ella estaba contigo cuando activaste la alarma?

Sus sospechas dan un vuelco de ciento ochenta grados con las suposiciones de su madre, y es que, aunque no quiera creerlo, tiene razón. Si hay alguien que estaba ese día con ellas, es Carol, y es la única que podría también saber la contraseña, y tal vez Nina nunca se dio cuenta de que su amiga estaba atenta a los números.

—Eso podría explicar su insistencia en ayudarme... pero, ¡¿por qué lo hace?! —pregunta horrorizada, aún no puede creer tamaña revelación—, creí que era mi amiga.

—¿Porque intentaste matarla, tal vez? —Ironiza Laura—, no sé mi amor, pero vamos a llegar al fondo de todo esto.

—¡Por supuesto que sí! —afirma con rabia—. Mamá, por cierto, ¿encontraste el papel? Lo dejé en el ropero, al lado del retrato.

—No, ahí solo estaba parte de tu ropa y el cuadro... —confirma con extrañeza—, es más, estoy asustada, ayer un vecino me vino a avisar que entró en la noche un hombre a la casa desde tu cuarto, creo que nos robaron, así que hoy a la mañana llamé urgente para que vengan a poner un vidrio nuevo en tu ventana —confiesa ante la mirada petrificada de su hija—. Y capaz un enrejado no vendría mal, aunque debería evaluar cuánto me saldría todo eso... Creí que este barrio era más seguro pero ya veo que no, ¿sabés qué más me llamó la atención? —Los latidos de Nina retumban como una batucada a punto de explotar desde su pecho, el relato de su madre despierta todos sus instintos, esto en definitiva no es una casualidad—, que él entró para sacar a esta persona del lugar, pero nunca pudo verlo, aunque sí sintió sus pasos, y algunos ruidos, era como si estuviera pero a la vez no. Me pareció muy extraño, y te juro que me dio escalofríos cuando me lo contó.

El Monstruo Interior © WATTYS 2020 (Universo Monstruoso # 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora