Capítulo 20 - El enemigo en casa

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Su cabeza no da más, su mente estalla en miles de chispas, sus piernas galopan a gran velocidad de un lado al otro de la habitación, producto de un nerviosismo extremo que no le permite pensar con claridad, y hallarle una explicación a lo que acaba de ocurrir. ¿Quién escribió esa nota y cómo sabía la contraseña de la alarma? Una gran cantidad de interrogantes llegan y flotan sin rumbo alguno ni sentido lógico. Tan surrealista es la situación, que Nina se plantea a sí misma si de verdad no está imaginando cosas. Y tratando de encontrar un vano equilibrio interno, intenta concentrarse, y contar hasta diez antes de volver a mirar hacia su cama. Pero allí están, tanto el cuadro como la anotación, no son espejismos, no son alucinaciones ni delirios, los puede ver y los puede tocar, aquella nota es contundente, alguien más está infiltrándose en la casa. Esto lo tiene que saber su madre, y ese papel es la prueba irrefutable de su cordura.

Sin embargo, en camino a contarle a Laura, algo la detiene, un nuevo pensamiento se infiltra en ella. Uno siniestro, poderoso, y escalofriante. "¿Y si fue ella...? Solo nosotras dos sabemos la contraseña... ¡es imposible!", piensa aterrada, no solamente por lo insólito del asunto, sino, porque se le eriza la piel con solo imaginar que su madre está detrás de todo esto, ¿qué pretende? Y lo peor de todo, es que todas estas cosas comenzaron a suceder poco antes de su llegada a la casa. "He tenido al enemigo a mi lado todo este tiempo", concluye entre lágrimas, atónita y sin poder emitir ni un sonido. Esa dedicatoria es no solo la prueba de que no está loca, sino también, el indicio de que la verdadera ingenua es su madre, al escribir eso, pensando que no se iba a dar cuenta de que aquella nota salió de su puño y letra, ahora el problema es averiguar el porqué de todo esto, cuál es la morbosa motivación de su progenitora por aterrarla de esta manera. Nina rápidamente se encierra en su cuarto trancando la puerta con la enorme cómoda a su lado, que la protegió en la noche donde vio por primera vez al espectro en la oscuridad. Y con curiosidad, como si de una paradoja del destino se tratase, la noche comienza a hacer acto de presencia. De nuevo, ella está sola contra un enemigo que ahora sabe quién es.

—No vas a joderme más, pintura de mierda, esta es tu última noche. —Le advierte Nina a su propio retrato, tomándolo entre sus manos y lanzándolo con violencia hacia el armario—. Y tomá tu asquerosa notita, ya no me intimidás más —advierte furiosa, encerrándolo entre su ropa para no ver semejante cosa en su habitación.

Las horas pasan lentamente hasta que el sonido se hace imperceptible y los suspiros se perciben como una turbonada. Las voces del pensamiento retumban como una orquesta sin director, perturbando la noche y haciéndola más solitaria de lo común, a tal punto que se le hace imposible conciliar el sueño de la paranoia que envuelve a su miedo. Se supone que su madre debería estar para protegerla; para cobijarla; para apoyarla, y acaba de darse cuenta, que es su peor enemiga.
"No veo la hora de contárselo a Carol, voy a ver si está conectada al menos", se dice a sí misma tratando de conciliar la tranquilidad y apaciguar el pánico. Pero su amiga no se encuentra en línea a las tres de la mañana, ya todos descansan, pero ella no, debe vigilar cualquier movimiento que pueda perjudicarla.
Sin embargo, el cansancio llega dos horas después, aunque intente luchar contra él, los ojos ya no quieren ver, su mente ya no quiere pensar, y su cuerpo se tiende rendido sobre la cama.

No pasan ni siquiera veinte minutos, cuando, sumida en el letargo, un susurro inquietante la despierta ordenándole que despegue su cabeza de la almohada.

—Hermana, vigilá... —musita en su oído, quebrándose su voz en un vaivén de emociones—, puede estar en cualquier parte.

—¡Michael! —Nina despierta agitada, con las palpitaciones a mil por hora, buscando a su hermano por doquier, pero sin encontrar ningún rastro de su presencia.

Es extraño, pero su visión se ve reducida, como si viera borroso, "¿Será por la oscuridad?", se pregunta, encendiendo la lámpara a su lado, pero en efecto, esta termina de confirmar lo que temía. Por alguna misteriosa razón, no puede ver del todo bien, aunque no se desespera, tal vez es un síntoma de agotamiento y en la mañana se sentirá mejor. Pasa un rato sentada en su cama, como si fueran horas o milenios interminables, y cuando ve que todo está tranquilo, apaga la luz e intenta de nuevo conciliar el sueño. Empero, de pronto, dos golpes suaves llaman su atención, provocando que hasta la fibra más sensible de su cuerpo se despierte, que incluso sus pelos se ericen del miedo. El sonido proviene de donde ella guardó más temprano aquel maldito cuadro. Cuando su mirada está posada sobre el ropero, esperando el susto de su vida, las puertas del mismo comienzan a abrirse lentamente, causando un chirrido espantoso que lastima sus tímpanos. Y aunque no pueda visualizar bien las cosas, allí logra divisar a aquel espantoso retrato, del que resaltan unos ojos blancos, sin iris ni pupilas, y una gran cantidad de manchas oscuras por toda la cara, que con la tímida luz de la luna, causan un efecto visual escabroso que sobresale en medio de la oscuridad absoluta.
La adrenalina está a tope, Nina se prepara para lo que viene, clavando sus ojos en aquel asqueroso cuadro en el que su mirar se pierde. Cuando de repente, esa pintura comienza a levitar con lentitud y ligereza a la vez, despegándose del suelo, y justo detrás de él, escondida en las penumbras, se hace presente esa perturbadora mirada brillante como si de dos estrellas se tratase, o como acostumbra llamarle, ojos de diamantes.

La escena la deja perpleja, pero no tarda en reaccionar, e intenta cinchar de la lámpara que tiene reposada en su mesa de luz, tarea que se le complica al ver que no puede desconectarla del dispositivo de corriente eléctrica. Trata un par de veces más pero es en vano, el cable está conectado al enchufe que se encuentra detrás de la mesa de noche. Por lo que debe despegar su mirada atenta y aterrorizada de aquel armario, y poner atención en correr la mesita para desenchufar el lamparón, es todo un desafío, porque cualquier movimiento en falso sería su fin. Empero, al fin y al cabo, es un reto que debe tomar, y lo hace a la velocidad en que un lince caza a su presa. Muerta de miedo y presa del pánico, coge la lamparilla en sus manos y la lanza hacia aquella figura espectral, traspasando la misma al cuadro, rasgándolo, y haciendo que este caiga de inmediato al suelo. Los ojos brillantes desaparecen, pero el estruendo ocasionado por el golpe llama con fuerza la atención de su madre, quien notoriamente preocupada, golpea la puerta e intenta abrirla sin éxito.

—¡Nina, ¿qué pasa?! ¿Qué fue eso? —Forcejea intentando entrar pero es en vano, un enorme mueble se atraviesa en el camino—. ¿Por qué llorás? ¡Abrime la puerta, Nina!

Un llanto ahogado y desesperado retuercen y reducen a su corazón en una espiral de agujas, ya no aguanta más, si no es el cuadro, será su propia madre quien la destruirá. Acurrucada en su cama, llora suplicando piedad, pero aquella sombra demoníaca no está dispuesta a concedérsela, haciendo de nuevo acto de presencia entre la oscuridad del armario. Nina se percata de aquello, se levanta y se acerca a esos ojos brillantes, se siente acorralada, sin salida, no tiene opción.

—Es lo que buscás, ¿no? Yo también... ¡estoy cansada! —Camina lentamente, tomando distancia ante la mirada atenta del ser demoníaco—. Espero que esto me cause heridas mortales.

Nina corre con gran velocidad hacia la ventana y la traspasa, los gruesos vidrios desgarran su piel y se clavan en sus tejidos, causándole heridas fatales. La alarma de inmediato comienza a sonar, un ruido espantoso despierta a todos los vecinos, y Laura acude al auxilio de su hija, temiendo lo peor.

—¡Nina! ¡Dios mío, no! —A pesar de no haberse caído desde ninguna altura prominente, la encuentra muy malherida y a punto de desmayarse por el dolor—. ¡Llamen a una ambulancia por favor! —ruega desesperada—, aguantá bebé, vamos a llevarte a un médico, vas a estar bien —Le promete en un abrazo donde sus lágrimas y la sangre de su hija se fusionan en una gota de amor.

El Monstruo Interior © WATTYS 2020 (Universo Monstruoso # 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora