El apoyo de su mejor amiga le da tranquilidad, la llena de motivación para afrontar toda esta cuestión. Al fin alguien cree en ella y está dispuesta a ayudarla. Pero por otro lado, siente que la persona que más debería creerle, en el fondo, no lo hace.
"¿Por qué mi madre me manda a un psicólogo?", analiza, buscando el trasfondo del motivo de recurrir a un especialista, y no a otro sujeto.
Nina piensa que los psicólogos son como los psiquiatras, que a ellos van los locos; las personas depresivas, aquellos que están mal de la cabeza y del alma."No creo que él me pueda ayudar... directamente me envía a un psiquiatra con un pastillero encima" reflexiona. En un segundo, como una estrella fugaz de sentimientos, su sosiego se ve azotado por la frustración y la amargura. Su frente se arruga, sus cejas se contraen, y sus pasos retumban en el suelo como el golpe furioso de una estampida. En definitiva, la visita a aquel profesional es una cuestión de compromiso para satisfacer la angustia de su madre. Nina no cree en realidad que él pueda ayudarla, pero intentará escuchar la teoría más realista que pueda tener este individuo sobre lo que le está aconteciendo.
"Bueno, llegó la hora... debe ser acá...", observa con detenimiento la numeración de la casa, y la dirección que tiene anotada en la agenda de su celular. En efecto, ese es el lugar, la casa se ubica justo pasando el barrio de los judíos. Toca repetidas veces la puerta de aquella vivienda que le causa un mal rollo al verla, tiene un tono gris; avejentado; opaco, como si estuviera con la pintura desgastada, y por si fuera poco, la entrada está custodiada por una altísima reja que simula más el acceso hacia una celda que a un hogar.—Hola... ¿sí? —El terapeuta se acerca a la herrumbrada valla, y la observa con atención de pies a cabeza—. ¿En qué puedo ayudarte?
—Hola... eh... soy Nina Varsi, hoy tenía cita a las seis con usted. —Le informa fingiendo la sonrisa, y repitiéndose en su mente una y otra vez la certeza absoluta de que será una pérdida de tiempo haber venido.
—¡Ah, sí! ¡Pasá! —La invita cordialmente extendiendo su brazo luego de sacar las llaves y permitirle el paso—. Te estaba esperando.
Una vez en el consultorio, Nina se sienta a orillas de la silla, y sus piernas comienzan a danzar de arriba hacia abajo producto de la ansiedad que le ocasiona el silencio en la sala. El hombre revuelve unas carpetas, escribe algunas cosas, ese sonido le causa éxtasis a ella, quien casi queda dormida por completo producto de los sonidos de las hojas y del bolígrafo escribiendo en ellas.
—Bien, Nina, acá tengo tu historia y la derivación que te hicieron... —Revisa las anotaciones, y continúa—, hablé con tu madre y más o menos me contó lo que te está sucediendo. Pero primero me voy a presentar para romper el hielo —sonríe con simpatía—. Me llamo Christian Fleischer, soy psicoanalista, y generalmente trabajo con adolescentes y adultos jóvenes. Nos vamos a ver una vez por semana y la idea de hoy es saber un poco de vos, por qué venís... quiero que me cuentes todo sobre lo que te está pasando.
—¿Qué quiere que le cuente? —interroga con indiferencia.
—Me dijo tu madre que te sentías perturbada por alguien que te estaba acosando.
—Bueno... —No sabe por dónde comenzar, ni qué decir, su mirada se pierde en el infinito—, eh... en mi casa tengo un cuadro que me está atormentando, y hay un tipo con ojos brillantes que me sigue a todos lados y no me deja en paz. Además, a veces, veo a mi hermano muerto, Michael.
—Decime una cosa Nina... ¿vivís sola?
—Sí... bueno, no. Ahora mi madre está viviendo conmigo, a raíz de todo esto. Igual, no sé por qué quiere saber eso, ¿qué tiene de relevante? —La tensión se nota en el ambiente, y en la rigidez de su cuerpo.
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El Monstruo Interior © WATTYS 2020 (Universo Monstruoso # 1)
TerrorGANADORA DEL WATTY A MEJOR HISTORIA DE TERROR 2020 La cordura de Nina será puesta a prueba y tendrá que demostrar que es víctima de una aterradora maldición. *********** Nina recibe un hermoso cuadro de sí misma por parte de un anónimo, pero hay alg...