Capítulo 37 - Culpa compartida

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El día ha sido tranquilo para Laura, si es que se le puede llamar así. El hecho de que Carol cuide al menos por unos días a Nina, es un peso que — aunque sienta culpa de sentirlo— se ha sacado de encima. Aún así, no logra quitarse las mil y una preocupaciones que ametrallan su mente. Ahora mismo se encuentra focalizada en cuidar de su marido, quien mora postrado en una camilla debatiéndose la vida, casi con un pie fuera de este mundo. Su aliento lucha por no irse entre las vías conectadas a sus brazos, y a pesar de verlo así —tan moribundo y pidiéndole misericordia a la vida—, apenas consigue sentir una mísera compasión por él. Se pasa las horas leyendo su libro favorito de Coelho, y de a ratos, contemplando si por casualidad, Daniel no ha cruzado ya el umbral hacia la otra vida. De inmediato a esos fatídicos pensamientos, le invade el remordimiento al desear inconscientemente que aquel desdichado hombre muera. Pero es que, en cierto modo, él es culpable de su desgracia también, le ha hecho daño con sus decisiones, y con las conductas que ha tenido. Tal vez, y solo tal vez, sería un alivio que se muera, y la dejara en paz, puesto que, incluso moribundo, le causa tanto daño. La imagen de Daniel contrasta con la que alguna vez la enamoró: un tipo con aparente porte, distinguido, con una sonrisa capaz de derretir mil corazones, y a su vez, una mirada algo caída evocadora de una profunda tristeza, que buscaba esconder detrás de su flameante sonrisa. El estado actual de Daniel, es el de un hombre debilitado totalmente por el alcohol, con sus ojos enmarcados en un azul profundo y lúgubre que parece tentar a la mismísima muerte a hacer acto de presencia, amenazando así con llevarse su alma en cualquier momento, y apenas un pequeño rastro de vitalidad, a través del sonido intermitente y casi infinito de aquel artefacto que mide su ciclo cardíaco. Apenas ese indicador es, el que mantiene una línea oscilante de esperanza entre la vida y la muerte.

Por fin llega la noche, y los médicos le aconsejan que vaya a su casa a descansar, quedándose tranquila de que su esposo quedará en buenas manos. Lo único que desea al llegar a casa, es tirarse sobre la cama y dejarse llevar por el sueño, empero, lo que encuentra al entrar, es el sonido casi imperceptible de unos sollozos. Al parecer, alguien ha vuelto:

—¡Nina! ¿Qué pasó mi amor? —pregunta Laura, aterrorizada al ingresar a la habitación de su hija, y encontrarla con sus manos temblorosas envueltas en un manto carmesí, que da el presagio de todo aquello que no es bueno—. Hablá con mamá bebé, contame.

—Cagué a palo a Bárbara, mamá —Le confiesa entre lágrimas que se escurren por su máscara—, la agarré del pelo y la azoté con fuerza contra un tronco... la desfiguré y ahora no sé si está viva o muerta. Creo que finalmente maté a alguien mamá... —Su desesperación aumenta al confirmar que se ha convertido en una asesina, mientras en su mente, lucha contra aquella idea perversa—. Mis manos están manchadas de sangre, soy una basura, mamá. ¡No merezco a nadie! Soy una asesina, ¿lo entendés? ¡Una asesina!

—No mi amor, no lo sos —pregona Laura acercándose a ella para contenerla—. Escuchame, vos no sos una asesina, yo no te crié así. Decime qué fue lo que pasó exactamente, ¿no te ibas a quedar en la casa de Carol? ¿Qué fue a hacer Bárbara allá?

—Te mentimos, mamá —Le confiesa avergonzada, aunque es lo que menos le preocupa ahora mismo—, inventamos eso porque iba a la fiesta de cumpleaños de Bárbara, y... —Le cuesta respirar, ahogándose en sus propias penurias mientras intenta alzar la voz para continuar—, los descubrí... a ella y a Jonathan... estaban engañando a Carol y... —Nina no logra continuar, y se larga a llorar en brazos de su madre, quien yace desconcertada ante todo lo que le cuenta.

—Tranquila bebé, no voy a dejar que nadie te aparte de mí —Le asegura mientras acaricia su cabello desarreglado—, ya lograste zafar una vez, lo vamos a conseguir de nuevo.

—Pero... ¿cómo? Todos van a saber que fui yo.

—Me voy a echar la culpa, no sé, pero no dejaré que te hagan daño. No podés ir a la cárcel, no sos persona para estar ahí —Le dice entre lágrimas, intentando encontrar sus ojos a través de de la inexpresión macabra de la máscara, que esconde detrás, la confusión que la avasalla.

El Monstruo Interior © WATTYS 2020 (Universo Monstruoso # 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora