Capítulo 5 - El callejón de la luna

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Ya tarde en la madrugada llega la policía y encuentra a Carol inconsciente en el suelo. Rápidamente la suben a una camilla y la llevan a un hospital. Un par de agentes se quedan en la escena con la esperanza de al menos recabar alguna pista que revele quién la ha atacado y de qué forma lo hizo.

—Quien llamó a la estación no está, ni tampoco registró su identidad —analiza el oficial Anthony—. No es difícil adivinar que fue quien la atacó.

—La voz de quien avisó era de una gurisa —contesta el agente más cercano—. Y se oía nerviosa.

—Ya sabremos de quién se trata —responde Anthony—. Por ahora tratemos de juntar todas las pruebas posibles.

Rondando ya las dos de la mañana, Nina vaga por las oscuras calles, está desorientada y confundida por lo que ha ocurrido, su mirada se encuentra perdida en un vacío interminable, y deseando que su amiga esté recibiendo la ayuda necesaria, aunque por dentro ella teme lo peor.
Su vista vuelve de un salto a la realidad cuando siente unos sigilosos pasos que la siguen por detrás. Nina no quiere mirar hacia atrás y de nuevo enfrentarse a alguna artimaña más de quién sabe si es su imaginación, o algo más. De modo que comienza a ver a su alrededor y se da cuenta de que se ha metido en un peligroso callejón, solo la rodean edificios viejos construidos en ladrillo y con un deterioro tal que algunos corren riesgo de derrumbe; a las ventanas las enmarcan unas tablas de madera y solo se puede divisar una oscuridad profunda hacia el interior. La única luz que le abre camino es el intenso e inquietante resplandor de la luna llena.

Nina comienza a agilizar su paso mientras su respiración se acelera y los nervios la consumen. Toma un pequeño atajo tratando de perder aquel amenazador sonido, con la esperanza de que quien la esté siguiendo se aparte de ella, pero esas pisadas —rimbombantes y siniestras—, parecen estar cada vez más cerca. Nina no puede evitar sudar ante tal situación, y de inmediato se echa a correr en un intento desesperado por salir de allí. Coge distintos caminos, ese lugar parece un laberinto sin salida, pero con un final aterrador si se le ocurre desacelerar la marcha y aquello que la persigue detrás la alcanza.

Después de correr sin parar durante largos minutos, se detiene y mira hacia atrás, ve que no hay nada, por lo tanto, respira hondo una y otra vez mientras apoya sus manos en las rodillas debido al cansancio. Girando su cabeza hacia el costado se percata de que ha llegado al final del callejón, pero este se halla bloqueado por un portón considerablemente alto. Se acerca e intenta abrirlo, pero es imposible, unos resistentes candados lo bloquean. En ese momento, siente esos pasos siniestros de nuevo, acompañados de unas macabras risas que la llenan de pavor.

Prueba una vez más destrabar la salida tomando carrera y golpeándola con su cuerpo, pero aun así no funciona. Insiste algunas veces más y tampoco da resultado.
Ya no le queda mucho tiempo, el sonido de aquellas profundas pisadas se hace más intenso, las risas se vuelven más perturbadoras cuanto más audibles son. Decidiéndose así a trepar aquel puntiagudo muro de hierro, resbalando en el apuro que le genera la ansiedad por salir de allí. Nina trata una vez más, toma un impulso de su propio miedo y logra subir hasta la cima del portón, una vez allí, observa el peligro que se acerca detrás, y ve a unas cinco personas, parecen ser tres hombres y dos mujeres, que contrastan con el siniestro destello de la luna reflejado a sus espaldas. No puede divisar su apariencia física, solo alcanza a notar la escalofriante mirada luminosa e infernal que estos seres emanan, y que están cada vez más próximos a ella.

Nina, aterrada, toma un último aliento y salta al otro lado, sus manos, brazos y parte del pecho se desgarran de forma feroz a causa de los alambres de púas que se encuentran sitiando la parte superior de esa gran muralla de hierro viejo y herrumbrado. La sangre comienza a manchar a borbotones su ropa mientras su cara se desgarra de dolor. Al filo de un suspiro, abre los ojos y observa en dirección a aquel lugar, allí se encuentran esas cinco miradas perturbadoras que apuntan en dirección a ella.

—No te vas a escapar de nosotros —dice una alarmante voz.

Nina se echa a correr malherida hacia un lugar donde pueda estar al fin a salvo.
Por fin de regreso a casa, enciende las luces y entra con cierto temor, da una ojeada al cuadro colgado y nota que está igual que siempre, mirándola con fulgor, observando cada paso que de, y hacia cada rincón al que vaya. Se aproxima con sigilo al ventanal donde vio por última vez a aquella sombra pavorosa de ojos brillantes, y descubre a ese par de diamantes en el suelo.
Enseguida suena el teléfono y le ocasiona un sobresalto, mas con dificultad para tomarlo entre sus manos, atiende: ¿Hola?

—¡Hola, Nina! —responde Laura, su madre—. ¿Te enteraste lo que le pasó a Carol? Me acaban de llamar sus padres.

—¡Ay, mamá! —contesta Nina lanzando un eterno suspiro de desasosiego—. Creo que sí sé lo que le pasó.

—¿Qué pasa, mi amor? —pregunta Laura con un gran tono de preocupación.

—Mamá... no sé cómo decírtelo —asegura con pavor—. ¡Necesito que vengas ahora mismo, por favor!

—Tranquilizate Nina, ya voy —garantiza Laura tratando de calmarla—. Voy a llegar aproximadamente en treinta minutos, quedate ahí.

—Está bien, voy a estar acá, por favor, no demores—insiste con su voz a punto de quebrarse.

Posteriormente se dirige al baño para buscar algunas vendas y alcohol que puedan recubrir sus heridas y evitar que se infecten. Ha perdido mucha sangre, pero aún tiene fuerzas para mantenerse en pie y seguir luchando en caso de tener que hacerlo.
Dando varios quejidos debido al dolor, consigue cubrir parte del daño provocado por las púas, aunque su vista se nubla, empieza a ver doble y respirar cada vez le resulta un arduo desafío, como si la misma vida se le fuera en cada suspiro.
Nina se desvanece de manera vertiginosa poco después de salir del baño, sucumbiendo ante la mirada del cuadro, quien la contempla inconsciente en el sofá.
A las cuatro menos veinte de la madrugada, Laura llega a la casa, encontrando la puerta sospechosamente abierta. Esto la preocupa de sobremanera, por lo cual, entra con suma cautela.

—¡Nina! ¿Dónde estás? —pregunta.

Al adentrarse un poco más, ve a su hija tirada en el sofá. Corre como un relámpago en la noche hacia ella y con unas suaves palmadas intenta despertarla.

—¡Nina, respondeme! ¡Despertá, por favor! —Suplica en medio de la confusión—. ¡Por Dios! ¿Quién te hizo esto?

Laura saca su celular de inmediato, y llama a urgencias en medio de sollozos descontrolados que le recuerdan a la vez que su amado Michael tuvo el accidente y murió.

—¡Vengan rápido! —implora entre gritos y llantos—. ¡Mi hija al parecer perdió mucha sangre y necesita atención inmediata!

El Monstruo Interior © WATTYS 2020 (Universo Monstruoso # 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora