Capítulo 26 - Destello de miedo

1.3K 179 79
                                    

Un silencio incómodo, perturbador, pero que a su vez dice muchas cosas, adquiere tanto poder que toma una magistral forma física en el lugar. Atravesada por tres miradas que se enfrentan en un vaivén de emociones, dos tienen vida, y la otra representa la malevolente imitación de la criatura humana a través del lienzo infernal que ha vuelto a aparecer, mágica y misteriosamente en el mismo lugar donde estaba. Reina, triunfante y producto del mismísimo demonio, la pintura se encuentra suspendida en el altísimo poder que ejerce sobre esas dos pobres almas atormentadas que la contemplan con pavor.

—Dios mío... —Laura no consigue hilar una frase entera debido al horror que siente, hasta ahora se había mantenido escéptica respecto al cuadro, pero todo ha cambiado—, ¡¿cómo mierda llegó esa cosa ahí?!

—No lo sé... decime vos —responde Nina con un tono cortante en su voz.

—¿¡Yo!? ¿Por qué? —La observa aturdida.

—¡Decime ya lo que está pasando! —Se abalanza con fuerza hacia ella y la acorrala contra la pared, presa de la furia, su mirada ya no es la misma—. ¡Dejá de jugar conmigo! ¿Cómo mierda está esa cosa ahí colgada? ¿No la habías tirado?

—¡Soltame! —Forcejea intentando soltarse, pero Nina es más fuerte, y sostiene sus brazos con una fuerza incontenible, al punto que entre sus manos se forma un relieve en el que circula una corriente de odio y adrenalina—. ¡Soy tu madre, Nina! —Le grita furiosa.

—¡Hablá! —La aprieta cada vez más fuerte buscando que cuente la verdad—. ¿Cuál es el secreto que me escondés?

—¡¿De qué estás hablando?! —pregunta entre lágrimas—, soltame por favor, me estás lastimando.

—¡Hablá ya o no respondo! —Le grita iracunda, Laura la ve con un profundo temor, es como si el cuadro estuviera poseyendo su alma y cada vez se volviera más violenta.

—¡No sé de qué me estás hablando, Nina! Yo tiré ese cuadro a la basura, te lo juro —Suplica entre lágrimas.

—No te creo nada... ¡admití de una vez que estás conspirando en mi contra! —Nina se desespera y comienza a ahorcarla—. ¡Decilo ya! —Le grita temblando de rabia.

Laura consigue empujarla y zafarse de sus garras, después de toser y recuperar la respiración, vuelve su vista hacia su hija y le da vuelta la cara de un cachetazo, que recibe con el doble de dolor debido a las heridas que aún no sanan en su rostro. Es la primera vez que le pega desde su infancia, Nina siempre había sido una chica correcta y educada —un poco caprichosa y superficial, pero nada fuera de lo normal—, por lo que da a pensar que algo oscuro se ha metido dentro de ella, una cosa siniestra que se está apoderando de ella y ahora no hay dudas que tiene conexión con ese maldito retrato.

—¡No vuelvas a agredirme nunca más, pendeja de mierda! —Le amenaza con el dedo—, ahora andate a tu cuarto, no quiero verte en todo el día.

—¿Qué vas a hacer? ¿Alguna brujería con ese estúpido cuadro? —La mira desafiante y con profunda indiferencia, estaba decidida a devolverle el golpe, pero cree que es mejor retroceder por ahora—. ¿Sabés qué? No me importa —Se retira hacia su habitación por el interminable pasillo, y comienza a gritar a los cuatro vientos—. ¡Voy a descubrir la puta verdad, no me la vas a esconder por mucho tiempo, te lo aseguro!

Luego de esa escandalosa escena, el día transcurre en un retorcido silencio hasta que cae la noche y los relámpagos hacen gala de las temibles ramificaciones que parten al cielo en pedazos e iluminan los senderos. Intimidando así a la mismísima oscuridad y a sus criaturas, que se ven obligadas a esconderse donde la luz celestial no alcance a perpetrar.
Sin embargo, a Nina no parece intimidarle en lo más mínimo la inminente tormenta que se aproxima, puesto que entre el abrumador haz de luz, se siente protegida de las perversas tinieblas que amenazan con tomar posesión definitiva de su habitación. Y bajo el son del efímero danzar de aquellos cuerpos eléctricos, los cuales brotan como garras temerarias desde la inmensidad, intimidando con el amago de la tierra y sus habitantes, Nina yace reposando entre sus sábanas, sin apenas haberse percatado de entrar en el letargo.
Aunque su somnolencia dura apenas unos segundos debido a un rayo que impacta cerca de su casa y hace temblar hasta el más fino de sus cabellos. Ha despertado, pero no puede mover ni un dedo siquiera.

Su cuerpo está incapacitado por completo, no consigue moverse, siquiera emitir un quejido, mucho menos un pedido de ayuda.
Al percatarse de su extrema vulnerabilidad, intenta calmarse respirando hondo una y otra vez, hasta reventar sus pulmones por la euforia del momento. Observa el entorno, la escalofriante luz blanquecina de los rayos que penetra por la ventana, tiñe todo el lugar de un resplandor fantasmagórico que convierte a la oscura y temible noche en un carnaval dantesco en medio de un día plagado por nubes negras. Como todo relámpago, brilla por unos segundos para luego apagarse, pero hay una luz que perdura a pesar de las múltiples centellas que atraviesan la habitación. Una que se refleja en la pared contigua a la entrada al cuarto. Como una mínima y alargada franja penetrante a través de la puerta, y que para sorpresa de Nina, se encuentra arrimada.
"¡Yo no dejé la puerta abierta!", piensa aterrorizada, abriendo sus ojos de par en par y desesperándose por no poder mover ninguna otra parte de su cuerpo.

Lo más perturbador no es la tormenta, ni siquiera la luz que se infiltra en el interior del dormitorio desde el pasillo. Tampoco el hecho de que no pueda mover ni uno de sus cabellos, puesto que podría ser una parálisis del sueño y pronto cesaría. Lo que le eriza la piel es observar cómo entre el delgado borde de luz en la pared se hace presente una sombra que se mueve de forma tan extraña, tan sórdida, como si estuviera arrastrando una de sus piernas para mantenerse en pie.
La oscuridad poco a poco se apodera del destello, reduciéndolo a una mínima porción de claridad a medida que esa figura excéntrica se vuelve más perceptible al caminar, con su paso rengueante que paralizaría los sentidos de cualquiera, y que al parecer, va en dirección a la habitación, encontrándose pocos segundos después, justo detrás de la puerta.

Nina cierra los ojos con fuerza, muerta del miedo y esperando lo peor, su voluntad se encuentra a merced de quien sea que esté en el corredor, y que en cualquier instante podría ingresar al cuarto y acabar con ella. Aunque intenta tranquilizarse y pensar que solo se trata de una alucinación provocada por la parálisis, se mantiene inquieta en su mente, sin mirar por unos segundos, hasta que puede recuperar la movilidad de su cuerpo y levantarse abruptamente exaltada.
Su sorpresa es mayor cuando —al observar hacia la puerta—, percibe a aquella siniestra sombra parada a pocos centímetros de su dormitorio, amenazando con ingresar y arrasar con su alma.
En efecto está ahí, no era producto de su mente, ni de la parálisis del sueño, alguien ha vuelto junto al cuadro.

—¡No puedo quedarme acá, ni loca! —Nina se acerca temblorosa hacia la ventana sin apartar la vista de la puerta, vigilando taciturna cada movimiento que la estática criatura detrás de ella pudiera llevar a cabo. Mira hacia afuera y presencia una tempestad que arrasa —con la fuerza de un titán— todo a su paso, quebrando el temple de los árboles e impidiendo la visibilidad del entorno. Pero a pesar del diluvio, dentro de sus feroces ráfagas, y atravesando sus impredecibles peligros, se sentirá más segura que permaneciendo en el macabro silencio de su propia casa.

El Monstruo Interior © WATTYS 2020 (Universo Monstruoso # 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora