Capítulo 22 - Cielo de sangre

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La noche cae y el cielo se tiñe de sangre anunciando una tormenta, la oscuridad se esconde entre el difuso resplandor carmesí que decora las calles del gran centro de Montevideo. Los autos, las casas, los árboles, y todo alrededor. Todo está tan quieto, como una tarde de domingo, donde las ciudades se convierten en pueblos desiertos, donde sus habitantes desaparecen como fantasmas, y el tiempo se detiene.
Pero detrás de toda esta quietud, del otro lado de la calle, hay alguien parado, hermético, su silueta oscura causa impresión, posee un extravagante sombrero que cubre parte importante de su rostro, desde hace rato está allí, luce como una siniestra incógnita, que causaría incluso pavor al más valiente de asomarse a la acera, temiendo el peor de los sustos. "¿Quién es él? ¿Y por qué está tan rígido, como si estuviera pegado al suelo?", analiza Carol en su mente mientras lo observa a través de la ventana. Esa persona la mira directamente a ella, y eso le causa tanta inquietud que está dispuesta a enfrentarlo y pedirle que se largue, pero a su vez, no hay nadie más en la calle, y podría parecer que hay un apagón en el barrio, puesto que ningún poste de luz está encendido, lo que causa más incertidumbre. "¡La puta madre! ¡Que se vaya!"

—Tomate esto para el dolor de cabeza —Le ordena su madre con un tono molesto—, estuviste mal en ir a lo de Nina apenas saliendo del hospital. Tenías que esperarnos y venir directo a casa, con razón ahora andás toda mareada y con dolores.

—Perdón mami, es que tenía que verla, sé que fui imprudente —Retira su vista de aquel sujeto y se acerca a tomar el medicamento, pero su atención vuelve de nuevo hacia la ventana—, mamá, hay un tipo allá afuera, cruzando la calle, que me está asustando. Hace rato que me está mirando fijamente.

—A ver... —Jennifer observa con detenimiento por la ventana, buscando a esa persona por doquier—, no veo a nadie Carol, a esta hora todos están yéndose a dormir —Rodando los ojos en dirección a su hija, continúa el sermón—, deberías hacer lo mismo en tu estado. Acordate que estás delicada todavía.

La confusión la atormenta de una manera que es preciso acercarse para inspeccionar los alrededores, y en efecto, ese misterioso sujeto ha escapado de un segundo a otro entre la oscuridad de la noche. "¡Yo lo vi! No me puede estar pasando lo mismo que a Nina, es imposible."

Mientras tanto, esa misma noche se hace eterna para Nina, quien no consigue conciliar el sueño después del impactante relato de su madre. ¿Quién sería ese hombre que entró a la casa y que se escurría por las sombras? ¿Qué buscaba, y qué intenciones tenía? A pesar de que la ventana de su habitación ya fue arreglada esa misma tarde, el miedo aún persiste, y ni siquiera durmiendo junto a Laura puede tranquilizarse. Por lo que la noche se hace eterna y deambulante entre los pasillos de la casa que se tiñen de un tenue color carmesí debido al tormentoso cielo rojo de afuera. Nina se sirve un café bien cargado para mantenerse despierta, mira atentamente hacia todos lados y enciende las luces de todas las habitaciones, de la cocina; del baño; y de la sala principal. También abre todas las cortinas para que le permitan divisar hacia la soledad del exterior. Y es que, si una sombra es lo que la acecha, no podrá esconderse entre la luz, y al fin verá quién es. "Estoy convencida que es un ser humano, es la misma persona que entró y se llevó la nota para que todos me traten de loca, ¡pero yo no estoy loca, mierda!", piensa Nina con rabia, haciendo temblar su taza y derramando unas gotas de café en el sillón donde se mantenía sentada vigilando.
Cuando la luz del exterior comienza a vencer a las luces que dejó prendidas horas atrás, y casi vencida por el sueño, Nina se percata que ya amaneció, y se prepara para volver a la facultad, aunque sin ganas de encontrarse a Carol, quien ahora es su principal sospechosa.

—Buenos días, bebé —La observa de reojo arreglando los útiles en su cartera que en la actualidad es moda entre estudiantes—, no tenés que ir así, si no querés.

—¿Así cómo? —La ignora con la mirada mientras continúa en lo suyo—. ¿Con cicatrices y puntos en la cara? —Lentamente alza la mirada hacia su madre y continúa—, ¿creés que me van a tener miedo... o lástima tal vez?

—No, es que no quiero que te hagan pasar mal. ¿Y si mejor esperas a que las heridas sanen? Tu ojo ya está bien por ejemplo.

—No le tengo miedo a las críticas mamá —argumenta con arrogancia—, voy a ir, tengo que averiguar más sobre Carol, agarrarla desprevenida, no sé... algo se me va a ocurrir.

—Bueno, cuídate mucho, y cualquier cosa me llamas mi amor, ¿está bien? —Ante la respuesta afirmativa de su hija, la observa con preocupación alejándose cada vez más, y saliendo por la puerta principal—. Ah, una cosa, ¿por qué dejaste todas las luces prendidas?

—Por si ese maldito demonio se vuelve a aparecer —afirma frente a la mirada confusa de su madre, quien no tiene respuestas ante lo dicho—, esta vez le quiero ver la cara y que deje de escabullirse por las sombras —De un segundo a otro se retira sin darle tiempo a Laura de reaccionar, puesto que la respuesta es evidente, todos la consideran una demente, pero ella está convencida de lo contrario.

La semana siguiente pasa entre el estudio y su hogar, entre miradas que no la miran a ella, sino a su estado. Ya no recuerda en qué momento perdió aquello que más la destacaba entre otras chicas, y lo que más la representa a día de hoy son las heridas constantes que han sido causadas por ese maldito cuadro que desde su desaparición, han cesado los hechos extraños y las apariciones, pero no así las sospechas, y es que en lo más profundo de sus presentimientos, Nina siente que debe llegar al fondo de todo esto. Esos días solo sirven para separar la fragilizada amistad con Carol, a quien comienza a ignorar, a hablar lo justo y claro, a negarle la mirada y dirigirle una monotonía en la voz que no es usual entre ellas, ya que existía mucho entusiasmo en su relación, pero ya no es así. A todo eso, se agregan las persecuciones silenciosas buscando una pista que delate la complicidad de Carol en lo que últimamente le ha estado ocurriendo.

—¡Boo! —Carol la sorprende causándole un sobresalto apenas entrando al baño—. ¿Creíste que no me di cuenta? ¡¿Por qué me seguís?! ¿Qué te pasa?

—Nada, dejame tranquila —Intenta irse sin éxito cuando alguien llega y se para en la puerta.

—¿Necesitás ayuda, Carol? —Isabella apunta su mirada desafiante hacia Nina—. No pudiste deshacerte de mí, que pena.

—Isabella no te metas en más problemas, esto es entre ella y yo —Le avisa Carol con un tono cortante.

—Está bien, pero no te quedes cerca de esta loca —Se acerca al oído de Nina y le susurra—, lo que me hiciste no se va a quedar así.

Un escalofrío recorre su cuerpo desde el más minúsculo cabello hasta el dedo más pequeño de sus pies al oír aquella amenaza. Al parecer tiene más enemigos de los que pensaba, y que van más allá de la maldita sombra y el bendito cuadro. Pero como suele hacer con las apariciones, solo le resta huir para no meterse en problemas, tal vez lo llamen cobardía, pero ella lo llama inteligencia.

—Nina, esperá, hablá conmigo, ¿por qué estás así? —insiste Carol persiguiéndola por el extenso pasillo.

—Ya me di cuenta de todo, no tenés que fingir —Le dice con decepción y lágrimas en los ojos.

—¿Fingir qué? —pregunta Carol confundida—, ¿de qué te diste cuenta?

—Que no puedo confiar en vos... ¡y quiero que me dejes en paz! —Se va corriendo dejando a su ex amiga helada de espanto ante tal confesión.

El Monstruo Interior © WATTYS 2020 (Universo Monstruoso # 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora