Tótem |Múltiples parejas|

Epílogo: Lo que es correcto

- Pero, señor Jang, lo que pide es imposible. Se considera un edificio histórico, no podemos derribarlo. 

- Me da igual como lo haga, senador Son. Si usted quiere que yo manipule las elecciones para usted debe conseguir que ese edificio quede declarado en ruinas y sea derribado. Entorpece con mis negocios de construcción. - Sentenció. Jang KyuSaeng se había convertido en los últimos dos años en el mayor mafioso de todo Seúl. Todos los negocios considerados ilegales en la ciudad eran suyos o tenían que rendirle cuentas. El senador era uno de los muchos hombre influyentes que llegaban hasta él dispuesto a hacer lo que fuera necesario por conseguir más poder. - Y ahora salga de mi oficina y de mi edificio. - Le espetó sin ningún respeto. - Y no vuelva a ponerse en contacto conmigo hasta que sea para darme buenas noticias. - Gritó cuando el senador ya estaba fuera de la oficina. - ¡Qué cara más dura tienen los políticos! - Exclamó. - ¡Se creen los reyes de todo, pero aquí el único rey soy yo! ¿Verdad? - Le preguntó a los dos guardaespaldas que estaban con él dentro del despacho, situado en la última planta del edificio.

- Por supuesto, señor. Usted es el rey. - Respondieron. - Señor, ¿no cree que deberíamos hacer algo con respecto a los asesinatos que se han sucedido las últimas semanas? - Añadió después uno de ellos. 

- Estúpidos camellos, puteros y ladrones. - Opinó Jang. - ¿Por qué debería hacer algo por sus muertes? Eran unos imbéciles y se lo tenían bien merecido. - Rió. - No les hubiera pasado nada si hubieran sabido hacer bien su trabajo. 

- Seguramente, señor, pero ¿no le resulta raro que todos ellos trabajaran para usted? - Argumentó el guardaespaldas. 

  - Todos los malditos delincuentes de esta ciudad trabajan para mí, idiota. - Bramó. - Esta profesiones dan dinero pero tienen sus riesgos. ¿Acaso no lo sabes?  

- Sí, señor. - Terminó cediendo.

- Señor Jang, le ha llegado una carta. - Dijeron desde el otro lado de la puerta.

- Debe ser el cheque por el último envío de cannabis. - Pensó en voz alta. - Adelante. - Ordenó. Un hombre pasó al despacho y le entregó la carta precintada a nombre de su jefe antes de volver a retirarse con una reverencia. El hombre abrió la carta y leyó para sí mismo. Pronto se dio cuenta de que no era un cheque. - ¿Esto es una broma? - Pronunció dándole la carta a uno de sus guardaespaldas, quien la leyó en voz alta. 

-  Para Jang KyuSaeng. En estas últimas semanas nos hemos deshecho de varios de sus asquerosos subordinados para llegar hasta usted y ahora mismo estamos tomando su edificio y acabando con sus más fieles guardaespaldas, narcotraficantes y asesinos. Le enviamos esta carta porque, aunque ya no tiene forma de escapar de su lujoso y alto edificio, no nos parecería bien matarle mientras está desprevenido. No resultaría gratificante para nosotros. Usted es un hombre horrible y va apagar por todo el daño que ha hecho... con su vida. Tiene unos 3 minutos para prepárese. Ya estamos llegando.  Atentamente, los BulletProof. - Finalizó.

- Es la amenaza más estúpida y rara que jamás he recibido nunca. - Rió. - ¿Quién diablos son esos BulletProof?

- Ni idea. - Comentó el guardaespaldas preocupado. - Iré a comprobarlo.

- ¿Para qué? Seguro que es una farsa. Si fueran lo suficientemente importantes como para tener que tenerles en cuenta ya sabríamos quienes son. - Opinó Jang.

- O son demasiado buenos como para que les detecten. - Propuso.

- ¡Imposible! No hay nadie importante en esta ciudad que yo no conozca. - Presumió.

- Deberíamos comprobarlo igualmente. Sólo por si acaso. Aseguran estar dentro del edificio. - Apoyó el otro guardaespaldas.

- Ustedes se preocupan demasiado por tonterías. Hagan lo que quieran. - Dijo finalmente con un además de su mano. Uno de los guardaespaldas se llevó la mano al cinturón y sacó de este un Walkie-Talkie, seleccionó el canal y habló.