Hablemos de soledad

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Y entonces todo empezó a desmoronarse aquel sábado. Mirando por la ventana, JungKook lo veía todo igual, pero dentro de él todo era un desastre de altibajos. A penas podía reconocerse a sí mismo. Él no era alguien que hubiera sufrido nunca por sus propios problemas, por lo que no sabía bien como afrontarlos. Pasó ese día de mala manera, pero lo logró. El domingo tenía más tiempo libre del que podía soportar. Incluso su madre se había extrañado de que hubiera hecho los deberes del fin de semana en el sábado. Ese día fue al gimnasio un buen rato. El deporte era bueno para no pensar en nada, aunque sea por el hecho de que había que contar las repeticiones de cada ejercicio. Luego, había decidido tomar una ducha larga. Bien, si se mantenía ocupado lo sobrellevaba mucho mejor. Después de comer durmió un rato. Hubiera querido dormir más, así el tiempo pasaba más deprisa, pero se despertó cuando aún era pronto. Lógico, pues dormir es una buena forma de escapar de sus propios pensamientos ahora, pero tenía un límite, ya no podía dormir más, su cuerpo estaba completamente descansado. Pensó en ir a dar una vuelta. Para estar a punto de entrar el otoño, hacía un día especialmente agradable. Su paseo duró sólo quince minutos. Pasear le permitía pensar con demasiada claridad. Volvió a casa casi corriendo, angustiado por sus propios pensamientos. Subió a su habitación y se llevó las manos a la cabeza.

- ¡Idiota! - Se insultó a sí mismo. ¿Cómo se le había ocurrido que pasear solo era una buena idea? Se estaba poniendo nervioso. Las manos le temblaban. Apretó los puños y miró a su alrededor. Necesitaba distraerse con algo. Música. La música era su amiga. En ella siempre encontraba un remanso de paz. Alargó la mano hasta el equipo y se quedó bloqueado antes de poder alcanzar el botón de encendido. La música era su amiga, pero sólo porque YoonGi se la había mostrado. Le había enseñado todo sobre música. La música le recordaba a él. Miró de nuevo a su alrededor y aspiró aire con fuerza al darse cuenta de que, de una forma u otra, todo le recordaba a ellos. Todo. Todo...menos una cosa. Bajó corriendo las escaleras y fue cuando se dio cuenta de que ya había empezado a llorar. No. No podía, tenía miedo de que no hubiera vuelta atrás. Debía encontrar pronto aquella cosa que no tenía nada que ver con el clan. - ¡Mamá! - La encontró sentada en la mesa del comedor, con sus gafas de cerca colocadas descuidadamente en el puente de su nariz y leyendo facturas.

- ¿Por qué chillas, hijo? - Dijo sorprendida. - Estoy aquí mismo. - Aquí mismo. Eso es. Su madre siempre estaría para él. Se precipitó hacia ella. La mujer casi se asusta de ver el gran cuerpo de su hijo abalanzándose hacia ella. Se puso de rodillas en el suelo y abrazó la cintura de su madre, apoyando su cabeza en su regazo. - JungKook, cariño. ¿Estás bien? - Cuando no levantó la cabeza, se dio cuenta del llanto del joven. - Mi vida, ¿qué te ocurre? - Dijo acariciando su pelo.

- Mamá... - Sollozó. - Todos me abandonan, mamá. ¿Por qué todo el mundo me abandona?

- Oh, cielo. No digas eso.

- Yo no quiero estar solo. - Sus hombros combulsionaron levemente por el llanto.

- Tranquilo. - Le susurró con su infinito amor. - No vas a estar solo. Yo estoy contigo. Tú padre y yo siempre vamos a estar contigo. - Aseguró.

- Pero... - Sorbió sus lágrimas y levantó el rostro para mirar a su madre. - No creí que ellos me abandonarían, mamá. Volver a estar con ellos era como recuperar una parte de mí mismo.

- No sé que ha sucedido, JungKookie. - Pronunció ella. Era doloroso ver a su hijo tan desolado. - Y no puedo asegurarte que se solucionará. Pero sé una cosa. Al final, lo único que importa, es que las personas que se quedan contigo son aquellas que te aman. El resto no importan, hijo mío. Es a las únicas que necesitas en tu vida.

- ¿Dices que las personas que te aman se quedan a tu lado? - Preguntó como si fuera un niño. - ¿Así de simple?

- Así de sencillo, cariño. - No podía ser cierto, porque sus hermanos le querían y no estaban con él. No, la vida nunca es tan fácil de comprender. La otra opción era que sus hermanos no le amasen de verdad. Tampoco quería pensar en esa posibilidad, así que estaba tan perdido como antes, pero, al menos, había obtenido el consulo de su querida madre adoptiva. - Lo único que puedo decirte. - Continuó ella. - Es que está bien llorar cuando sientes dolor y que este pasará cuando estés listo. Mientras tanto, papá y mamá estaremos aquí para ti. - Prometió. Eso era reconfortante. Su madre siempre sabía que decirle para hacer sentir bien. "Está bien llorar", "No estás solo", "El dolor se irá". Todo eso es cierto y todos lo sabemos. Pero cuando intentamos consolar a alguien, no siempre salen las palabras adecuadas y terminamos diciendo cosas como: "No llores, no es para tanto" o "hay muchas personax en el mundo pasándolo peor que tú". Y esas palabras no sirven y solo nos hacen sentir peor porque igualmente, aunque sepas que también son verdad, el dolor no cesa de golpe y no se puede dejar de llorar cuando uno quiera.

Tótem  |Múltiples parejas|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora