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POV. Cassandra.

A veces uno ama tanto que incluso duele, ancla su vida junto a la de esa persona y no piensa en las posibilidades de que la caída sea estrepitosa.

-Deberías dejar ya este odio absurdo por tu propia hermana, Cassandra- exclamó con irritación Christopher entrando a la habitación de un sólo golpe.

-Tú no sabes nada- gruñí- Ella siempre logra quedarse con todo lo que me pertenece, incluso con mi hija.

-¿Te refieres a la hija que rechazaste y permitiste que se condenará ante nuestros ojos?- respondió con enfado- ¡¿Te refieres a ella?!

-¡Cierra la boca!- grité- Tú no debes de meter tus narices en mis asuntos.

-¡Claro que puedo y debo! Soy el Rey y tu esposo, que no se te olvide. Estoy decepcionado de tus actitudes, no me dejas la opción...

-¿Qué quieres decir con eso?- lo miré con asustada.

-Si no comienzas a cambiar y vuelves a ser la misma de antes no volverás a verme el rostro jamás y te aseguro que no dudaría en invalidar nuestro matrimonio.

-¿Eso serías capaz de hacer?- mi corazón se paralizó ante el dolor.

-Por más que te ame tanto y desee pasar el resto de mi eternidad unido a ti, si tú no dejas aquella aberración de odio pasmado en tu interior, me veré obligado a partir de tu lado y te aseguro que por lo que más quiero en esta vida, que no volverás a escuchar mi nombre, jamás.

-No puedo, perdóname- cerré mis ojos con dolor- No puedo...

-¡¿Maldición, pero te encierras tanto en ti?!- estalló.

-Tú no lo entiendes...

-¿Sabes qué?- suspiró con cansancio- Me doy por vencido en intentar que confíes en mi durante siglos- murmuró mirando mi rostro con decepción.

-¡¿Dónde vas!?- grité interceptando su camino.

-Lejos de ti- respondió rompiendo mi corazón- Aléjate de mi.

-¡No! No. Por favor espera, escúchame- musite con desespero posando mis manos sobre su pecho.

Por favor no te vayas.

No tú.

-Pues empieza a hablar, porque me estoy cansando de esta conversación sin rumbo- respondió con frialdad.

-Todo comenzó cuando...

~°°°°°°°°°°°°~

POV. Alexander Vincent.

-¿Qué...?- exclamé con sorpresa, las palabras no podían salir de mi boca, me era imposible articular.

-Lo que ha escuchado, Príncipe. La nueva reina de la oscuridad no es nada más ni nada menos que Alice Camberleck- musito.

-Pero...- dudé- Ella murió frente a mis propios ojos. ¿Cómo es posible que vuelva a la vida?

-Todo es posible si tienes un fin. Nadie sabe lo que le ha ocurrido pero ya no es la misma de antes.

-¿A qué te refieres, Agust?

-Su mente y cuerpo a cambiado de manera radical, se ha transformando en alguien inimaginable.

Mi ceño se frunció analizando sus palabras.

-¿Dónde se encuentra?

-No creo que quiera verlo, ya no está sola.

-¿Puedes ser directo? ¡Maldición!

- Ella tiene una hija, Príncipe y vela por su felicidad a toda costa, no creo que sea adecuado que vaya a molestarla.

-¿Molestarla?- gruñí- Jamás lo haría.

-Usted decidió ser parte de condenarla, recuérdalo. Ella no creo que lo acepte para tan sólo conversar, su frialdad congela millones de océanos y su mirada no expresa más que odio.

-¿Cómo es posible que tenga una hija? Joder...

-Es una niña pelirroja, si analizas sus rostros podrás encontrar un parecido sorprendente. Ambas comparten un vínculo que expresa cuán verdadero es su amor.

-¿Quién es el padre?- mi interior se removió incómodo ante aquellos pensamientos.

Soy un jodido idiota.

-No lo sé, Príncipe. Ha llegado junto a dos hombres tras de ella, mientras una mujer cuidaba de su pequeña; ahora que recuerdo presentó a su nueva madre.

-¿Nueva madre?- lo miré con extrañes- No comprendo absolutamente nada. ¿De qué me he perdido?- me pregunto en susurros posando mi mano sobre mi rostro.

Y cobarde...

-Se ha perdido de muchas cosas, Príncipe.

-Pues comienza a contarme, Agust.

~°°°°°°°°°°°°~

POV. Lucero Camberleck.

¿Por qué los adultos siempre creen que la solución es ocultar todas sus emociones?

Antes de mi madre morir me confesó ciertas cosas desconocidas, era tan pequeña para poder comprenderlas que jamás quise recordarlas.

"Quiero que recuerdes que podrás ante todo mal que quiera impactar sobre ti. Mi vida ha cumplido un ciclo y quien vendrá luego de mi será una mujer increíble. Cuida de ella porque será quien te ame más de lo que te podrás imaginar, mi niña."

No comprendía el por qué de sus palabras, pero ahora con años demás logro entender sus significados.

Aquella mujer de la cual siempre solía hablarme incontrolables noches, era Alice.

Ella había sido elegida para amarme y protegerme como una madre haría por sus hijos.

Bueno... Quizás no cualquier mujer puede llamarse madre. Algunas lo merecen y otras simplemente no.

Una madre jamás permitiría que sus hijos sufran y Alice me lo había demostrado. Desde el primer momento en el cual nuestras miradas conectaron y de nuestros labios se escaparon palabras que se transformaron en increíbles conversaciones, comencé a saberlo.

Ella día a día se empeñaba en lograr formar una sonrisa en mi rostro, todo apéndice de tristeza era borrado para luego transformarlo en felicidad.

Siempre había cuidado de mí, incluso cuando su corazón se encontraba roto a pedazos, el mundo podría derrumbarse sobre su espalda que incluso seguiría protegiéndome.

Se que no le debía nada, pero me era imposible no ignorar su mirada repleta de dolor, que se reemplaza llena de amor al observarme.

Quería aliviar su dolor, quería ayudarla a desenvolver los misterios de su vida.

Pero... ¿Cómo hacerlo sin pasar desapercibida?

Se que le preocupaba el por qué de mi crecimiento inexistente.

Pero... ¿Cómo confesarle que tenía el poder de pausar lo que quisiera, incluso mi propio crecimiento?

¿Cómo confesar mis secretos ante ella sin que alguien más pudiera descubrirlos?

Era la única persona por la cual daría mi vida, le confiaría absolutamente todo y me dolía ocultarle algo tan importante como mis poderes, pero era necesario si quería ayudarla a volver a ser por completo feliz.

Debía de comenzar a practicar mi plan, pero antes de hacerlo debía de probar mis habilidades con personas que debían de pagar por su maldad y el daño ocasionado.

Y cuando todo acabe y la felicidad sea la que gobierne los suelos, recordarán que nada es imposible si el amor existe.

Y Alice Camberleck era una prueba de ello.

Mi madre...

Reina MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora