¡Detente ahí! Te atrapamos y sabemos muy bien que estás buscando buenas historias para deleitar tu vista y dejar volar tu imaginación. Déjanos decirte que llegaste al lugar indicado.
Nuestro grupo de escritores selectos están aquí dispuestos a quita...
¡Claro!... es fácil decirlo para una persona que mucho lleva tiempo así, ¿por qué empeñarse en eso?
—¿Te sientes bien?— me dijo Alondra ante mi cara desorientada.
— Sí, es solo que... es difícil, ¿sabes?
— ¿A qué te refieres?— posó su mano sobre mi hombro. … — Necesito trabajo, cuanto antes mejor. Y un cuarto, ahora mismo.
—Puedes quedarte en mi casa todo el tiempo que necesites, Paulina— Me sonrió de tal manera, que me hizo sentir que era una simple pequeña e indefensa.
— Muchas gracias, pero... creo que mejor voy a buscar un trabajo para obtener dinero y así podré buscar la manera de salir de aquí.
— Está bien— Me abrazó, luego tomó su mochila y se dirigió a la salida.
Busqué por diversos lugares un trabajo de medio tiempo donde pudieran contratarme, ya que no podía arriesgar mis estudios. Me topé con una pequeña cafetería cercana a mi casa o lo que queda de ella (¿Qué estoy haciendo? Busco una casa y un trabajo, ¡es simple!),no quiero seguir en esa casa en donde simplemente un señor me trata como a una sirvienta y ¿su esposa? Esa mujer no ha parado de comentarme lo horrible que se siente desde que yo llegué a esa casa
—¡Lo siento!— Trato de limpiarme la blusa.
— Discúlpame tú a mí, venía pensando en otras cosas, no puse atención a mí alrededor.
— Enserio discúlpame… ¡ah!, que torpe que soy.
—Ya te he dicho que la culpa fue mía— saco de mi mochila un poco de papel higiénico para tratar de limpiar mi blusa
La chica no paraba de disculparse, a pesar de que yo había dicho que era mi culpa por distracción; Aquella chica tenía un aspecto muy gentil que denotaba lo temerosa que era, cuerpo perfecto, labios gruesos y rosados, estatura media me rebasaba por unos cuantos centímetros pero era realmente linda, muy bonita
— Necesito compensarte esto, por favor ven conmigo— tomó mi mano y guió hacia una cafetería.
— Enserio, no pasa nada. Yo vivo por aquí, puedo cambiarme y…
— No, fue mi culpa y necesito compensártelo porque… Realmente me siento muy apenada.
Al notar su insistencia accedí a su compensación, no sin antes pedirle que me ayudara a conseguir trabajo en la misma cafetería donde estaba ella, me dijo que trataría de hacer algo pues su padre no contrataba a cualquiera. No me pasó por la mente que ella sería hija del dueño de la cafetería.
