10. Ceniza Animal|Cherrysteria.

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Título: Ceniza animal.
Autor: cherrysteria
Categoría: cuento juvenil.
Estado: acabado.
Advertencia: sangre.
Tema: Basarse en una frases o poema.
Pareja: original character.
Cantidad de palabras: 1045.
Mood:  minlxy

Ceniza animal

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Ceniza animal.
“De nadie seré, solo de ti. Hasta que mis huesos se vuelvan ceniza, y mi corazón deje de latir”.

La libertad era hermosa.

Correr con semejante fiereza, saltar, atacar, cazar. Aire libre y aire chocando por sus rostros animales.

Los animales eran seres complejos.

Nacían, vivían, se reproducían y morían. Pero la tigresa Samsara no seguía ese rumbo. Samsara se paseaba por circos, cerca de los humanos, con el plano único de vivir la belleza y diversión de lo que era ser adorada por otros humanos.

Todo eso claro, hasta que fue vendida.

Engañada como mascota recién sacada del criadero, a los seis años fue entregada a un viejo millonario de un circo mucho más famoso. Por su porte y elegancia, ahora debía desfilar con piezas delicadas, para personas millonarias, que no celebran su naturaleza.

Entonces Samsara se pregunta, ¿valió la pena sacrificar la libertad de sus huesos por esto? Los animales son complejos para los humanos por los humanos lo son para los animales. Cuando la respuesta fue negativa, empezó su travesía. Visitaba las rejas, con el principal motivo de escapar, ya que seguir ahí no era su prioridad.

En uno de esos paseos por el cercado externo, Samsara se vislumbra por un animal en el exterior. De brillante pelaje amarillo, felino como el suyo, pero, mucho más salvaje de lo que ella era.

El león inclinó su hocico dentro, a lo que Samsara se asustó y soltó un zarpazo del miedo, rozando los labios del dorado.

Él sacude enorme cabeza, indicando con la misma una reverencia, en señal de paz. Samsara la corresponde, bajando sus gruñidos y dejando de mostrar sus colmillos.

La tigresa nota como inclina su rostro al bosque, como si le preguntara por qué no estaba ahí.

Samsara camina a un costado, desfilando la vestimenta brillantes y verdosa que la adorna el león suelta un gruñido de disgusto, a lo que la tigresa responde con un vacilar de su cuerpo.

El león nota su sufrimiento. Lo puede ver en los hombros bajos y exhaustos, en la mirada acorralada, así que alzó su zarpa y rasguñó con un estruendo la barra metálica. Samsara salta, se asusta, baja sus orejas y las levanta, ya entendía lo que el león pensaba.

El león se sintió satisfecho con verla viva y tomando iniciativa, por lo que introdujo su hocico nuevamente entre los barrotes.

Ahora no recibe un zarpazo, sino una nariz tibia que se mancha de la sangre del anterior corte.

Samsara tenía un amigo.

Todas las noches Samsara se unía con el León para desgastar los barrotes, a zarpazos y mordiscos, terminando con dulces roces de hocicos.

Hasta que una noche, dos barrotes cayeron como árboles talados.

La pareja de felinos se miró entre sí moviendo lentamente sus colas, hasta reaccionar por los gritos histéricos de los humanos que no los querían ver lejos. Samsara pisa fuera y corre junto al león, perdiéndose de los disparos, y escondiéndose en el vientre de la naturaleza. El dueto estaba junto ahora, y se los demostraban cazando juntos.

Saborear la libertad en sus colmillos y poros, jugar a las luchas, cazar palomas en los árboles, escapar de los lobos.

Samsara se siente orgullosa de su vida, incomparable con las formas anteriores en las que vivió. Siente como ese león tan salvaje e inoportuno la hizo renacer, y naturalmente, desarrollaron manías.

Samsara no volvió al circo, pero el circo no la dejaría irse con esmeraldas y diamantes incrustados en oro.

La insana codicia atrapó al par de libres felinos.

Un hombre, aquel que compró a la tigresa, los tenía juntos en un pequeño recinto. Ambos con sus pelajes erizados, sus colmillos reluciendo a la par de la piedras preciosas que decoran a la de rayas.

—Estos dos animales se cargan unas cuantas muchas libras entre pelajes y ropas —se jacta el hombre, a lo que el león ruge frente a él, no muy fuerte, pero lo suficiente para que dispare y falle.

Ambos animales brincaron sobre el humano, devorando hasta el último bocado.

Los trabajadores del circo emprendieron búsqueda por su jefe, pero solo encontraron trapos rotos y un revólver con una bala faltando.

Se llegó a la conclusión de que la tigresa fugada era un peligro, y se dio la orden de asesinato.

Samsara se encontraba dormida sobre la melena del león, hasta que el sonido de madera quebrándose los interrumpió.

Ambos se levantaron observando los árboles caer bajo las llamas, indicándoles un único camino por el cual escapar.

Ambos se gruñen entre sí y corren, asustados, por donde el fuego les permita pasar.

Samsara sintió el miedo de volver, de arrastrar al león a esa prisión, pero eso no lo podía permitir. Debían huir por el río, cuidándose de los cocodrilos. Todos los seres del bosque huyendo a su lado, y el fuego aumentado en una sola dirección. El león la salva de un tronco, se separan para rodear un hoyo, y vuelven a unirse para saltar unos troncos. Llegándose así a la trampa humana.

Muchos hombres con palos ardiendo los empujan a mantenerse de espaldas, protegiéndose entre ellos. El tigre lanza zarpazos, el león ruge con semejante fuerza de bajar las defensas de los hombres, pero no desisten, y se acercan todavía más.

Las llamas sofocan, y Samsara siente la culpa. De enredar a su salvador, de matar al entrenador, de estar solo ahora. El león le da un gruñido de advertencia, no podían permitirse una guardia baja. Y si no podían contra todos, los irían eliminando.

Ambos empezaron a luchar, primero atacando las manos de los que tienes fuego en troncos. Y acabando con uno que consigue tirar el tronco cerca, destruyendo su quijada. El fuego los rodea, y Samsara entra en pánico.

El león sabe que no hay lugar por el cual escapar, y busca el hocico de la tigresa. Con sus patas delanteras empuja a la tigresa a sentarse, y ambos mantenerse pegados.

Los animales son curiosos, porque transmiten si hablar. Su naturaleza tiene tal fuerza, que no lo necesitan, y con estar ahí sintiendo las llamas calar en sus huesos, se hablan de cuánto se aman, eternamente grabados en el viento.

Flotando en la brisa matutina que se lleva las cenizas de un incendio coronado por la codicia.

Los Talentos De StrawBayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora