¡Detente ahí! Te atrapamos y sabemos muy bien que estás buscando buenas historias para deleitar tu vista y dejar volar tu imaginación. Déjanos decirte que llegaste al lugar indicado.
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—Sabía que te encontraría en este lugar —dije acercándome a donde ella estaba—. ¿No te cansas de estar aquí todo el día? —Vi como despegaba la vista de aquel libro para observarme con esos ojos verdes inundados en lágrimas , algo malo estaba pasando. Me aacerqué con cuidado y me coloqué a su lado. Amanda es tierna, dulce, cariñosa y muy comprensible pero tenía esa extraña manera de molestarse y enojarse con las personas que la lastimaban que no sabías con que podía salir. —¿Pasa algo, Roja? —volví a preguntar al no tener respuesta y a la vez recordando el por que de aquel apodo. —Pensaste que no me iba a enterar, ¿verdad? —respondió con un deje de enojo en su voz.
—¿Me puedes explicar de qué hablas? —Deseé saber, un presentimiento nada agradable se sembró en mi pecho al ver como tomaba su teléfono y deslizaba los dedos por este con agilidad buscando algo en la galería de fotos, segundos después acercaba el teléfono a mi rostro que en ese instante perdió todo el color—. ¿De donde sacaste esto? —Quise saber arrebatando el celular de sus manos, aún no podía creer lo que mis ojos veían, era yo con una chica y no cualquier chica era Katherine, estábamos desnudos en una cama y parecía como si hubiéramos tenido sexo. Pasé mi mano libre por mi cabello exasperado por la situación. La observé y creo que hubiera sido mejor que me hubieran matado, su mirada era de decepción, odio y rencor, le había hecho daño de nuevo y al parecer esta vez sería irreparable.
—¿No lo vas a negar?... Entonces es verdad —dijo poniéndose de pie—. Fui una estúpida, una maldita idiota al confiar nuevamente en ti, que ibas a cambiar, ¿en qué diablos estaba pensando? Tú eres Lían alias badboy, el chico malo, tu jamás cambiarías, eso no existe en tu diccionario —hablaba alterada mientras caminaba de un lado a otro y su larga cabellera roja se movía al compás de sus movimientos.
—¡Por Dios mujer! Yo ni siquiera recuerdo nada de esto. —Cosa que era verdad ni siquiera recuerdo haber despertado alguna vez con alguna de las chicas que me tiraba. Me acerqué a ella y la tomé por los hombros para que dejara de moverse.
—¡Suéltame no se te ocurra volver a tocarme! ¡Tú y tu zorra se pueden ir al infierno! —dijo arrebatándome el celular y apartándose de mi. Esto no estaba bien.
—Déjame explicarte entonces. —Habían muy pocas posibilidades de que me dejara pero, tenía que intentarlo.
—No, Lían. Esta vez no habrá excusas, al principio soporté tus cambios de humor por que lo que estabas comenzando a sentir era diferente, después soporté los comentarios que tu perra faldera decía y te perdoné las dos veces , pero ahora no creo que pueda hacerlo —dijo antes de tomar sus cosas y caminar a la puerta.
