11. Confesiones

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Gabriel

Al poner a Leah en su cama, ella empieza a reaccionar. Ella se pone de pie, pero se tambalea y cae estrepitosamente en el suelo. Aún está muy ebria. Está chica bebió más de dos botellas de tequila. Dudo que se la pase rápido la embriaguez.

La ayudó a levantarse, pero ella se suelta de mí agarre.

—No, no vengas a fingir que te importo. Cuando no es así.

No se porque me esta diciendo todo esto. Me paro enfrente de ella y tomó su rostro entre mis manos. Mis manos heladas hacen que ella se estremezca— No digas eso. Tu me importas y mucho. Solo escúchame...

Me interrumpe quitando mis manos de su rostro— No, ya estoy cansada de tener que escucharte, de tener escuchar cada uno de los problemas de los demás. Quiero que por una vez en tu puta vida me escuches — Ella toma asiento en la silla de su escritorio.

Ella se sienta con sus codos sobre las rodilla y sus lágrimas empiezan a caer por sus mejillas. Lleva sus manos a la cabeza y empieza a pasarlas por su cabello rubio.

Ella continúa— ¿Sabes cuántas veces fui a los brazos de Estefany, después de que me contaras de tus aventuras con la demás chicas? ¿Lo sabes? —Yo niego con la cabeza— Lo hice cada maldita vez que me contabas eso. Pensé que tu y yo íbamos a terminar juntos. Pensé que tu te ibas a enamorar de mi.

Leah hace una pausa después de contarme eso.

—Tú me rompiste el corazón millones de veces, y nunca te diste cuenta. Te di una y otra y otra oportunidad, cuando era de las personas que no daban segundas oportunidades. Nadie sabía porque, ni siquiera yo...—Hace una pequeña pausa para limpiarse las lágrimas que caían por sus mejillas— Me rompiste el corazón millones de veces y yo te pedí disculpas...

Ella hace una larga pausa y aprovecho para interrumpirla— Lo siento. Nunca me di cuenta.

—Lo sé, nunca te dabas cuenta de nada, de nadaaa —sus sollozos impiden que ella hable—Nunca te diste cuenta de mis indirectas, de mis comentarios sarcásticos. Yo solo quería que un día llegaras a mi y me dijeras que sentías lo mismo que yo. Pero ese día nunca llegó.

Ella hace una larga pausa para limpiarse las lágrimas, pero esta vez no la interrumpo.

—El día que te confesé que estaba enamorada de ti, estaba segura de tu reacción, pero una parte de mi quería,una pequeña parte de mi anhelaba que me dijeras que tu sentías lo mismo. Pero no pasó. Y te odio por eso. Te odio. Gabriel, tu me rompiste el corazón en mil pedazos y lo peor es que los pedazos aún te siguen amando...

La interrumpo— Yo sentía lo mismo que tu. Era un niño inmaduro que no supo reaccionar a eso. Estaba acostumbrado a las chicas de una noche.

—¡Y aún lo estás! Aún estás acostumbrado a las chicas de una noche. Hazlo, ya puedes decir que caí en tus garras. Ya puedes decir que follaste conmigo. ¡Oh! y también puedes poner que me quitaste la virginidad —ella rompe en llanto aun más.

—En serio crees que yo te haría eso.

—Si claro que lo creo. Pero yo no quiero ser solo una estúpida chica que cayó en las garras del chico que ama. No quiero.

—Pues entonces intentemos algo.

—No lo ves. Ese no es el punto. No es que tengamos que intentar una relación. No. Ya me rompiste el corazón. Pensé que te había olvidado. Pensé que el borrar tus mensajes, nuestras fotos juntos, había funcionado. ¿Sabes lo que es para mí volver a todo lo que pase?

—No tengo idea de todo lo que pasaste —rato de acercarme a ella pero me hace un gesto que me da a entender que no me quiere cerca de ella— Si tan solo me dijeras te entendería.

—Pase muchas noches —señala en donde estoy sentado— llorando porque sabía que tu y yo nunca tendríamos nada. Llegué a sentirme tan sola cuando no estaba cerca de ti, quizá lo estaba. Pero cuando te veía, no importaba si era en una fotografía, me sentía completa. Y no sabes lo horrendo que es llegar a necesitar a alguien para sentirse completa.

Ella se levanta y se seca por tercera vez las lágrimas de las mejillas. Yo me acerco a ella y está vez ella me correspondió el abrazo.

En mi hombro ella murmura— Muchas veces te cele. No soportaba que nadie se acercara a ti. Yo, que siempre pensé que los celos eran una tontería. Tú hacías que perdiera la cordura completamente.

—Yo también lo hice —ella se despega de mi— Yo también te cele. Cada vez que Fred se acercaba a ti me ervia la sangre. Y no tenía idea de porque. Pensé que era porque te quería como una hermana, pero lo que yo sentía era algo más que algo familiar.

—Yo ¿te gustaba?

—No —su rostro se lleno de decepción— Tú me sigues gustando. Yo también te odio. Por tu culpa he estado en el alcohol, en las mujeres, todo para llenar el vacío que dejaste en mi. Pero nunca tuve el valor de decírtelo.

—¿Por qué nunca me lo dijiste? Tuviste que esperar a que sufriera tanto.

—Mi intención nunca fue destrozarte. Pero nunca te lo dije, porque se que tu mereces a alguien mejor que yo. Necesitas a alguien que realmente te respete y te haga sentir amada. Tengo miedo de que yo no pueda hacerte sentir amada jamás. Y es por esa razón que no quiero que este conmigo. 

— No, Gabriel. Si me sentí destrozada no fue culpa de nadie mas que yo misma. Gabriel, yo no quiero a nadie más que no seas tú. ¿A qué le tienes miedo?

Me acerco a ella y la abrazo fuertemente. No quiero estar nunca más lejos de la chica que amo.

—No quiero darte ese poder. Le tengo miedo a amarte, de lastimarte, lastimarnos —. Ella toma mi rostro entre sus manos. Sus manos estaban heladas, pero se sentían bien en mis mejillas.

—¿Por qué tenerle miedo al amor? Tu y yo hemos sido amigos desde pequeños, nos conocemos a la perfección. No debemos tener miedo, Gabriel.

Sus palabras hacen que pierda el control. La beso, pero por primera vez, no la beso ferozmente. Nuestro beso fue romántico y lento pero también estaba lleno de deseo y anhelo. Los dos estábamos esperando este momento.

Leah ya no estaba tan ebria, y yo esta vez si estaba completamente sobrio. Esta vez si sabíamos lo que hacíamos. Y haría que esta noche fuese inolvidable.

Ella se recuesta sobre su cama y empieza quitarse su blusa lentamente mientras me continúa besando.

Ella continúa desnudándose hasta quedar solo en ropa interior. Luego ella procede a quitarme toda mi ropa dejándome completamente desnudo.

Ella me mira con deseo y ansia. Yo introduzco dos de mi dedos en su boca y luego los introduzco en ella. La penetro con mis dedos muy delicadamente.

Hago esto por unos minutos, hasta que siento que ella está a punto de venirse en mis dedos. Rápidamente, me coloco el preservativo, y empiezo a rozar su entrepierna con mi miembro.

Nos torturando a los dos, quiero penetrarla ahora mismo, pero quiero que sufra un poco más.

Por su expresión se que está a sólo segundo de venirse. La penetro, cuando ella menos se lo espera, ella gime muy alto mi nombre pidiéndome más y más.

En pocos minutos los dos nos venimos. Los dos quedamos muy exhaustos.

Nuestros dos cuerpos estaban desnudos y abrazados bajo las cobijas de Leah. Todo en su habitación olía a ella, olía a vainilla.

— Te amo... — me dice Leah antes de quedarse completamente dormida.

Nota de la autora:

Fue un capítulo de muchas confesiones, de muchos altibajos. Y de mucha acción entre estos dos.

Pero ¿será siempre así?

Quizá es para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora