12. Eres...

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Leah

—Te amo — esas cinco letras y dos palabras salieron de mi boca sin ninguna dificultad después de haber tenido el mejor polvo de mi vida hasta ahora.

Pude decirlo sin miedo por primera vez en todo este tiempo que estuve perdidamente enamorada de Gabriel.

***

Nuestros cuerpos desnudos y calientes estaban abrazados fuertemente. Era como si tuviésemos miedo de soltarnos y volver a distanciarnos.

Lentamente, Gabriel abre sus ojos y me descubre observándolo. Es tan hermoso cuando duerme. El azul de sus ojos se hacía aún más intenso cuando se acababa de levantar. Es como un ángel durmiendo, pero cuando se despierta puede ser el diablo.

—Hola mejor amiga —me desconcierta un poco su comentario, pero trato de no tomarlo a pecho. Solo hemos follado dos veces, quizá sólo somos los típicos "amigos con derechos".

—Hola mejor amigo —él se acerca a mi y me da un beso en la frente. Creo que prefiero un millón de veces que nos llamemos de esta forma a llamaros "novios".

Cuando se separa de mi yo le doy uno en los labios. Parece que el está sufriendo lo que les pasa a todos los hombre por las mañanas. Gabriel tiene una gran erección y parece que nuestro beso no ayuda mucho a su problema mañanero.

Aparto las sábanas, dejando a la vista nuestros cuerpos desnudos. Él me toma de la cintura y me coloca encima de él. El me besa tiernamente.

El beso, poco a poco, cambia y aumenta su velocidad. En su rostro era evidente que deseaba estar dentro de mí. Y yo deseaba que él estuviese dentro de mí.

—Te deseo dentro de mi, aquí y ahora — le digo entre gemidos.

Pero el me seguía torturando, metiéndose uno de mis pecho en su boca para luego cambiar al otro. Lentamente el baja su lengua por todo mi abdomen.

El se detiene en mi bajo vientre. Rápidamente reaccionó y me cubro con las sábanas.

Él se acerca a mi y me arrebata las sábanas. Quedo completamente desnuda —¿Sabes que debo irme?

—¿No te puedes quedar unos minutos más y seguir con lo que estábamos haciendo? —Pongo voz de bebé tratando de que Gabriel me haga caso y se quede unos minutos más junto a mi.

—Lo siento, pero no puedo quedarme. Debo ver algunos asuntos de mi familia.

Su mirada busca la mía, pero hoy no tengo el mismo valor que tenía anoche cuando le dije Te Amo. Una lágrima gruesa cae por mi mejilla, la limpio con mi manos derecha.

Gabriel se acerca a mi y me da un abrazo. Nuestra notable diferencia de tamaño, hace que su mentón repose sobre mi cabeza.

—Prometo que te veré lo más pronto que pueda. Pero por ahora debo irme, sino quiero llegar tarde —. Gabriel deposita un suave beso en mi frente. 

El tono de llamada de mi celular nos interrumpe. Era mi madre. No alcance a tomar la llamada así que ella me mandó un mensaje.

9:17 p. m.

— Será que la señorita se digna a abrirle la puerta a su familia.

— Apúrate.

    9:18 p.m.

         — Ya voy. Estoy buscando mis zapatos.


Gabriel se da cuenta de mi expresión de nerviosismo y me quita el celular de las manos.

—Carajo ¿Qué voy a hacer? Se supone que tendrían que venir en dos días. Mierda —corro hacia mí closet y me pongo la primera pijama que encuentro— solo quédate aquí y ni se te ocurra hacer ruido. No hables, no camines, no respires, no parpadees.

Bajo las escalera y me percató que hay algunas botellas en el suelo y los sillones de la sala están completamente desordenados. Rápidamente los acomodo, el timbre sigue sonando desesperadamente.

Después de ordenar todo, doy un último vistazo a la sala y a la cocina. Todo parece en orden, así que decido abrir la puerta principal de la casa.

—Hasta que por fin —me dice mi madre con su tono amargado de siempre— Se puede saber ¿Qué estabas haciendo?

Todos entran a casa, la mirada de mi hermana decía mas que mil palabras.

—¿Qué? ¿Por qué me miras así? ¿Tengo algo en la cara o qué?

Mi hermana no me contesta así que me dirijo a mi habitación. Mis padres se fueron a su habitación, alguien me da un golpe en el brazo. Me volteo y veo a mi hermana.

—Yo se lo que a ti te pasa. Tienes ese aspecto — me dice en un tono juguetón.

—¿De qué carajos hablas?

—¡Y ese vocabulario Leah! Aunque apuesto que con todo lo que habrá de haber pasado estos dos días, es la palabra menos vulgar que has dicho — . Ella se dirige a su habitación no sin antes decir— Aún no me dices las gracias.

—¿Por qué?

—Porque ya no eres virgen —. Lo dice en un susurro.

—¿Cómo lo sabes?

— Tienes un brillo inusual en tus ojos. Tienes ese brillo en tus ojos que dice —ella se acerca a mi —"Oh mierda he tenido el mejor polvo de mi vida"— ella vuelve a acercarse a su habitación — Por cierto salúdame a Gabriel.

Me quedo petrificada, ¿cómo es que mi hermana sabe todo esto solo por mi mirada? Me atrevería a decir que mi hermana me conoce mejor que mi madre. Creo que es porque ella siempre fue la que me cuidaba con ayuda de Carolina, su mejor amiga, cuando nuestra madre se la pasaba en los eventos "sociales"

Entró a mi habitación y no veo a Gabriel por ningún lado. Pero escucho la ducha de fondo así que me relajo. No sé porque pero lo hago.

Cuando sale del baño él ya está vestido.

—Así que nos descubrieron. Ves te dije.

—¿Qué cosa?

—Pensé que él que no se acordaba de nada de esa noche era yo. Te dije "voy a hacerte gemir tan fuerte mi nombre". Quizá tu hermana lo escucho esa noche.

—Que gracioso —me acerco a él— Hueles muy bien. Quisiera pasar todo el día contigo, pero tengo que ir a ver a Estefany en el hospital. Ayer quedamos en que le llevaría el desayuno.

—Yo tengo que ir a ver a mi madre si no quiero que arda Troya.

—Adiós.

—Hasta luego...

***

Después de llevarle el desayuno a Estefany, Ihan y a Max. Decidí ir a la plaza con mis amigas. Al principio no quería, siento un poco de culpa por Max. Siento que es mi culpa que él esté así.

Aunque él insistió en que estaba bien, no le creo nada. Siento que el sería un muy buen amigo, aunque tengo que dejar muy claro las cosas con él. Yo se muy bien lo que es que una persona te dé ilusiones. No es nada bonito.

La voz de Isabel me interrumpe— Leah ¿Estas aquí? — dice mientras pasa una mano sobre mi cara para volverme a la tierra.

—Si, si estoy aquí. ¿De qué estábamos hablando?

—Hablábamos de los chicos que estaban en tu bienvenida.

La notificación de un mensaje de un número privado me llega. Era una fotografía de Carmen y un chico. Al instante me envían otra imagen. Era Gabriel. Gabriel la estaba besando. Tenía la misma ropa que hoy por la mañana. En el fondo se podía ver una de las tiendas que estaban en la plaza. Era la tienda de Mercurio Joyeros.

Gabriel Alexander Cox Evans eres un maldito hijo de puta...

Nota de la autora:

¿Qué será lo que pasará con estos dos?










Quizá es para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora