La familia

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Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. -Gabriel García Márquez.

Bajaba la escalera con su paso ágil y silencioso. Porque estar con los Weasley era estupendo, pero algunos dormían ligero, en especial los mayores.
Pero lo que nunca se imaginó fue encontrarse a Charlie sentando junto ha la ventana, era mayor que él por muchas razones. Además de los casi diez años que le sacaba, y porque había pasado una vida tan dura. Aunque tal vez podría ser mayor si hablara de la vida pasada.

—¿En qué piensas?—cuestiono suave mirando como él pelirrojo se asustaba.

Se rió bajito, con calma. Nunca había logrado asustar a alguien de la casa, la mayoría del tiempo solían estar alertas por todo aquello que representaba ser un Lord oscuro con su futuro esposo en casa. O siendo el padre rejuvenecido de este, que solo podía correr por todos lados, buscando satisfacer a sus padres ahora menores de edad.

—Hola—saludo cortés siguiendo con la mirada la caminata del menor—, Draco ¿No?

—Sí—asintió haciéndole una seña para que lo siguiera hasta la cocina—, pero ya que seremos familia puedes llamarme como gustes.

Sonrió un poco ante el pensamiento. Nunca le había molestado imaginarse ser familia de Lovegood o en algún momento de Parkinson, ya que está insistía en ser como hermanos, amigos o lo más cercano a eso. Los había conocido un poco, solo lo necesario para asegurarse que no se odiarian pero tampoco serían unos grandes amigos; quitando que Lovegood era amiga de Harry, que Parkinson era una sangre pura que debía mantener cerca por los negocios de su padre con el suyo.
Su parte Veela ronroneaba gustosa de solo imaginarse cerca de Harry, de todos aquellos que eran su familia ahora, en la misma casa, con ese olor a primavera y múltiples pociones. En cambio su parte lobuna parecía menos de acuerdo que la Veela; no era mucho, pero resultaba suficiente para no ser totalmente sumiso ante el chico. Tampoco es como si a Potter ahora Black le molestara aquello.

—¿Te gustan los dragones?—pregunto curioso ayudando al chico subirse en uno de los bancos de la cocina.

—Son mis criaturas mágicas preferidas—contesto emocionado—, amaría poder verlas de cerca, ¿Cómo lo sabes?

Apunto a su pijama de pequeños dragones de colores que lanzaban fuego por la boca y revoloteaban unos con otros en su pijama. Era encantador. Demasiado. Un pequeño sonrojo surgió en sus mejillas, sacudió la cabeza de un lado a otro ignorando el intenso hormigueo en su estómago que iba creciendo gracias a la sonrisa ladeada del pelirrojo. Eran como esos nervios que surgían cuando intentaba agradarle a tus suegros. Era un sentimiento parecido al querer impresionar a la familia de tu esposo, absurdo.
Espero con paciencia en la isla de la cocina le parecía lo más interesante en esos instante, en vez de esos ojos azules que le miraban con algo parecido al cariño, lo más cercano que alguna vez pudo demostrar. Cuando esos labios le estaban dando una sonrisa totalmente encantadora que rivalizaba con la de Harry en sus mejores momentos. Aunque nada se compararía al chico cuando este se enteró que serían padres.

—¿Qué piensas?—pregunta suave mirando como él chiquillo remarcaba la madera con los dedos.

—En absolutamente nada—nego más nervioso que al principio.

Malditos instintos de criaturas mágicas, en la línea pasada nunca tuvo que ponerse tan nervioso ante la presencia de otro de los Weasley, en realidad ningún sentimiento de aceptación surgió, porque los Weasley no estaban siendo importsntes en la vida de Harry. No como ahora que serían familia. En verdad se sentía un poco mal por aquello. Él único que le hacía sentir nervios (y no exactamente de los buenos) fue Ronald y vaya que era un enorme tarado.

—¡Joven amito!—la voz de la Elfina de la casa le hizo sonreír arrogante—, ¿Qué hace despierto?

—Me gustaría el desayuno—sonrió suave mirando a la pobre criatura temblar—, por favor Delphi. ¿Podrías hacer el desayuno?

—Joven amito—la criatura se avergonzó ante el trato del chico—, es mi trabajo. Hacer todo lo que desee.

La pobre criatura comenzó buscando algunos utensilios para comenzar con el buen desayuno. Tarareaba feliz ante la idea de tener más personas en la casa, amaba cocinar para muchas personas.

—Delphi—musito suave aún con la mirada de Charlie en su nuca—, hoy tenemos visitas, lúcete con la comida.

—Como ordene amito Draco.

Charlie miró con atención al pequeño dragón que tenía enfrente. Sus labios se curvaron en una sonrisa resplandeciente, aún más que cuando se iba ha Hogwarts. Porque no podía ser feliz cuando constantemente la idea de sus hermanos siendo sometidos, maltratados, violados, recorría su mente. Bill hizo todo lo posible para cuidarlos, claro que sí, pero aún era menor y dentro de Hogwarts no podría hacer más que mandar cartas y algunos pequeños galeones para que los menores comieran cuando el dinero faltará. Pero aquí estaba observando al hijo de los Malfoy-Lupin con atención, se le calentaba el corazón al darse cuenta que no era tan insoportable como sus padres aseguraban.

Él menor tenía un lindo perfil, sus manos eran preciosas y delicadas. Su carácter aparentaba ser lo más dulce que podría ver o probar en todo el mundo, su manera de sonreír mostrando los dientes delanteros le hacían latir el corazón con potencia. Siempre supo que lo suyo eran los chicos, desde quinto año cuando los hombres le consideraban apuesto. Las chicas eran las que más le acosaban. Pero Draco, apenas era un niño; el remordimiento corroía su mente; parecía muy decidido a no mirar más haya que Harry. Era como si solo pudiera sentirse atraído por él.

El destino es un nombre dado a menudo a decisiones que, en retrospectiva, tuvieron dramáticas consecuencias. -J.K. Rowling.

Le dolía, era como una punzada en el corazón que no dejaba de molestar hasta que se le logrará sacar del corazón. Sus ojos, su sonrisa, la amabilidad oculta detrás de esa máscara del pequeño sangre pura narcisista, grosero y fanático de la pureza de la sangre. Todo, cada pequeño detalle era bien desarrollado, como si de un baile se tratara y la princesa no pudiera dejar de tomar al príncipe por el hombro para no caer, no cometer un error. Estaba evitando ser juzgado aunque su familia no lo hacía.

—¡Dragón!—una pequeña vocecita posesiva le hizo apartar la mirada—¿Dónde estabas?, Mi cama era muy fría sin ti.

El rubio se sonrojo hasta las orejas dándole un par de golpes en el pequeño pecho que ahora tenía. Sintió celos, ¿Por qué estaba celando a un niño de casi ocho años?

—Estoy bien—el abrazo de oso se apretó más en el área del esternón—, me estás ahogando—golpeo con fuerza, toda la fuerza que un niño pudiera tener.

—Dile eso a Nagini—expreso formando un puchero en sus labios—.  Ella soporto mi ataque de pánico mientras te buscaba por todas las habitaciones, pensé que estabas con los gemelos, cambiándome—reprocho infantil—dejandome solo por nuestros propios hijos—susurró lo último para que solo ellos pudieran escucharlo.

La voz divertida de Harry provocó un hueco en el joven adulto. Estaba jodido, estaba siendo atraído por un niño que ni se enteraba que tenía el poder sobre él.

Mi Beta quería algo impactante. Arrepintientete pecadora y traidora (broma con lo de traidora) ahora duda de lo que pasará en la historia. Aunque creo que ustedes lo harán :v bueno, tal vez haya un enamoramiento unilateral aquí. Solo que no encontraba como cambiarlo, y se quedó. :"( Pensé que lo subí ayer, pero ahora veo que no. Estoy saliendo de mis guardias.

Colateral (En Revisión). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora