Puedo verlo.

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No estaba enojado porque salieran. Había aceptado hace tanto tiempo que Harry terminaría con Draco y que Severus con Tom.
Lo sabía por es esa mirada de dulzura y esas veces que corrió a los brazos de Draco para que lo defendieran del mundo.
Tom era él primero en levantar su varita cuando alguien hacía enojar hasta el disgusto a Severus y Harry se aprovechaba de eso solo metiendo más leña al fuego.
Severus era quien le consolaba con calma y le daba paseos por los jardines para evitar que Harry mirara como Tom torturaba a quien o lo que sea que le haya causado daño.
Estaba consciente que más temprano que tarde, Harry hablaría y todo el mundo (o por lo menos él del mago oscuro y su mortífago) terminaría a sus pies. Porque no había forma de ocultarlo, negarlo sería una blasfemia. Su hijo, su adorado bebé era tan capaz de doblegar a un hombre adulto como lo era su apellido entonces nunca intentaron detenerlo cuando comenzó con la idea de unir a Tom con Severus, Sirius no le veía el punto. Nunca tuvo ilusiones de que terminara en Gryffindor. Pero tampoco creyó que en su primer año consiguiera el control total de Slytherin. Aunque debió imaginarlo con Draco siguiendo sus pasos de cerca, Severus dándole consejos y con la manipulación palpable en Tom que cumpliría los caprichos de Harry.

Era aún un pequeño niño cuando hizo florecer todas las rosas del jardín de la madre de Sirius. La mujer había estado encantada mientras reía y aplaudía felicitando al Black mayor por tener un hijo tan talentoso. Su madre había sido feliz aunque no fueran magos excelentes y lo sabía, porque ella siempre les dio una sonrisa cariñosa a él y su hermano menor. Cuido a su hijo que parecía amar a su madre de una manera casi divertida, los dos solían meterse en problemas robando galletas.

—Deberas asegurarte que nada dañe a ese niño—había dicho con suavidad mientras Harry le ayudaba en el jardín.

Sirius la había mirándo como si nunca hubiera esperado tal cosa de su madre Walburga Black. Porque observaba al niño con tanto amor y pasión, que no podías negar que la vieja bruja adoraba a su nieto.

—Sera un gran mago, solo no lo dejes Sirius—exclamo la bruja tomando a su hijo del rostro—. No dejes que nada, ni nadie lastime a James y a mi nieto. No dejes que la vieja cabra de  Dumbledore se acerque.

Ella lo capturó al tenerlo cerca, sus manos trazaron las notorias líneas de su rostro, beso su mejilla y acarició el mentón dándole todo el amor del que era capaz la mujer.

—Prometemelo, Sirius—murmuro la mujer—. Yo los crié como mis padres nunca lo hubieran hecho conmigo—sonrió—se que tú y Regulus son grandes hombres. Debes prometerme hijo mío—su mirada se volvió pesada y triste, como el frío que llega luego de la muerte—que cuando yo no esté cuidaras de tu hermano, harás que el apellido Black este lleno de honor y...—miró a Harry como si todo el mundo estuviera en el chico—sobre todo defenderas a tu familia cuando yo no esté.

—Sirius la miró con duda—Lo haré madre, prometo que nunca abandonaré a la familia—abrazo a la mujer y depósito un suave beso en su frente.

La bruja sonrió, como si fuera lo único que necesitaba. Sirius no estaba consciente de porque su madre estaba pidiéndole esas promesas. Pero lloro cuando días después la mujer, su madre, su soporte, su todo murió de causas naturales pero con la sonrisa más grande todas y una carta entre las manos para sus queridos hijos.

—¡Severus!—un desastre de adornos y recuadros rotos fue dejado a paso del Black.

El grito le saco de sus recuerdos del pequeño niño que fue su hijo adorado. Y que ahora era un casamentero para los dos hombres adultos.

—Sirius—llamo James al ver al hombre correr—por favor. Detente.

Black derrumbó un par de adornos más. Los gritos de Lucius le hicieron sonreír.

—¡Váyanse a la mierda todos!—se escucho aún por encima del ruido en el pasillo. Lucius estaba verdaderamente enojado.

—¡Déjame en paz, perro pulgoso!—Severus lanzó un hechizo aturdidor mientras buscaba un lugar cómodo para desaparecer.

—Tú, no puedes acostarte con mi tío, él no puede acostarse contigo, ¡eres como mi hermanito!—grito furioso Canuto esquivando el hechizo.

James se agachó a tiempo mirando como él hombre lanzaba uno más potente directo a Sirius. Suspiro derrotado cuando él hombre se tambaleo pero no detuvo su carrera, aún después de chocar con muchos muebles, jalar un par de cortinas y casi patinar con la ceniza de la chimenea que habían pasado y que se encontraba en la sala de descanso.

Pero no pudo evitar reír cuando chocó contra la espalda de Severus dando un pequeño deslizamiento por la velocidad, la fuerza y gravedad (según los muggles) llevándose a Remus que estaba pasando por casualidad ;(en realidad estaba buscándolos por todo el ruido armado); para terminar estrellándose contra una pared. Y como si no fuera poca toda la situación, el grito para nada masculino de su esposo fue la cereza para el enorme pastel que se había armado.

—¿Están bromeado?—grito riéndose al ver todo la casa hecha una zona de guerra—Sirius, amor. Ya habíamos hablado de esto.

No pudo detener su risa, no cuando Sirius se lanzó encima de Severus aún cuando Remus era quien estaba enmedio algo aturdido intentando deslizarse correctamente sin lastimar a ninguno de los hombres. Sus piernas estaban enredadas con las del Black y sus manos estaban sosteniendo con cuidado la cabeza de Snape en un nido extraño de cuerpos sudorosos.

—¡Sí querían una orgía, debieron haberme dicho!—bromeo James sin dejar de reírse al ver como los hombres se ponían colorados—¡Yo puedo unirme con gusto!

—Potter—siseo Snape con una mirada que prometía muerte y destrucción hacia sus enemigos—quítame a este chucho pulgoso de encima. ¡Ahora!

—¿A quién llamas Chucho pulgoso, Quejicus?—exclamo indignado Black intentando llegar a él—¡No he tenido pulgas desde hace dos años, James las mantiene lejos con aquellos productos Muggles!

—Canuto, no ayudas en nada—recrimino entre risas Remus al escuchar lo que su amigo dijo—eres un idiota.

—Eres un imbécil Black—siseo Snape rindiendose ante la risa—todos ustedes son unos idiotas.

—Nos amas—James aseguro mientras se lanzaba encima de los hombres—y más le vale a Thomas cuidarte bien, hasta morir o voy a castrarlo.

Él hombre tembló ante la dulzura de la voz de James Potter, pero ante la cara que aseguraba despellejarlo y cortarle el pene no pudo dejar de asentir con rapidez. Él hombre era capaz de cumplir su palabra solo por una pequeña lágrima de su hijo.

Me falta :v si no me equivoco decir a quién enamora Regulus. Y me he olvidado de Serpens. Regresará, lo juro y con Abraxas siendo un idiota.

Colateral (En Revisión). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora