8. Henry

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Estacionó su bicicleta cerca de un árbol el cual daría la suficiente sombra para no terminar de hochidarla, observando la entrada de la casa desde donde salía el delicioso aroma de carne y algunas verduras cocinas

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Estacionó su bicicleta cerca de un árbol el cual daría la suficiente sombra para no terminar de hochidarla, observando la entrada de la casa desde donde salía el delicioso aroma de carne y algunas verduras cocinas.

- ¿Quien le enseñó a cocinar? ¡Es un niño! - dijo con temor en su voz el tonto enamorado que lo acompañaba.

- Fui yo y si es un niño, el cual no tengo ni la mejor idea de cuántas veces lo has profanado en tus más sucios sueños - dijo entre dientes arrastrando sus pies sobre la tierra del bosque.

- ¡Nunca he soñado eso! Solo puedo soñar en como sería la cita perfecta junto a él - como dijo, un tonto enamorado.

Abriendo la puerta de maya entró quitándose los zapatos en la entrada pues Henry odiaba el polvo y la tierra en el suelo de la casa, más porque el siempre andaba descalzo por la casa. Héctor noto el acto y quitando sus botas altas quedó en los calcetines negros con pequeños dibujados de corazones.

- ¡Henry! Estoy en casa - dijo encaminándose a la cocina, mientras Héctor aún observa la casa con asombro al notar como dos niños pobres tenían una casa tan hermosa.

- ¡Chris! - grito el pequeño niño al saltar a los brazos de su hermano mayor vistiendo solamente una camisa holgada de botones color menta que llegaba hasta la mitad de sus muslos y el cabello mojado el cual imaginaba que se debía a un baño reciente - estoy tan feliz que hayas regresado pero que a pasado.

- Han venido a visitarte y me han dejado salir temprano - el pequeño dirigió su mirada a detrás de su hermano notando como el chico guapo por el cual babeaba estaba ahí observando sus piernas por las cuales ahora sentía pena de tenerlas al descubierto.

- Bue-buenas tardes, Henry - dijo Héctor quitando su mirada del inapropiado lugar para pensar mejor en la ropa que le gustaría regalarle a ese pequeño ser.

Los dos mayores quedaron estupefactos al notar como el pequeño corría gradas arriba para llegar a su pequeña habitación a colocarse un pantalón que tapara sus piernas descubiertas. Chris no era tonto y sabía perfectamente que esa reacción solo se podía deber a que su pequeño hermanito tenía sentimientos encontrados. Termino de caminar a la cocina encontrando un caldo de verduras y algo de pollo, olía realmente delicioso así que mientras su hermanito se golpeaba por vestirse lo más rápido posible y Héctor solo se comía las uñas esperando que el pequeño estuviera bien decidió colocar los intencilios en la mesa.

Desde que había comenzado a trabajar se había logrado dar tantos gustos para su hogar y su hermanito que cualquiera que pisará su hogar nunca pensaría que en algún momento ellos estuvieron viviendo en una pequeña choza con solamente una cuna, un catre, una estufa de leña y varias cajas que guardaban utensilios de todo tipo.

Los recuerdos lo atormentaban entre las noches, pues siempre pensó en como su hermanito sufriría frío en las noches cómo él lo hizo cuando su familia aún era unida. Temía esa vida para Henry, sufrir frío, hambre, dolor, necesidad, impotencia, todo eso esperaba que el pequeño jamas tuviera que sentirlo.

Por eso mientras su hermanito dormía por las noches el se lastimaba junto a personas amables del lugar donde compraba los clavos y las lijas luchando por construir entre todos la casa en la que ahora no volverían a sentir frío. Las amables personas habían muerto con el paso del tiempo pues todos eran ancianos, pero nunca olvidaría lo que ellos hicieron por dos niños sin nada.

- Chris ¿Estás bien? - mencionó su pequeño hermanito subiendo a una silla tratando de medir su temperatura.

- Si, solo pensaba en el pasado - trato de voltear para agarrar la olla y servir cuando sintió el abrazo que lo acogió entre los pequeños brazos.

- Nunca me cansaré de darte gracias.

- Y yo nunca me arrepentiré de ser tu hermano.

Solo Dame Más! (Gay Love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora