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MEREDITH

Trabajar con Chris a menos de cien metros de distancia me estaba matando, por supuesto no lo demostraba, mi mirada solo se fijaba en el inmenso océano; hacía un pequeño recorrido con la vista a donde se encontraban los últimos turistas y un mínimo de residentes locales, para corroborar que todo estaba bien y volvía mi vista al mar. Casi no hablaba con Tom, solo me quedaba sentada con Steve. Miles de imágenes volvían a mi mente de las veces que nos quedábamos con mi exnovio surfeando, simplemente sentados en la tabla, lejos del ruido de la ciudad y conectados con el sonido de la naturaleza hasta que anochecía. Me preguntaba que estaría pensando él. Desde el día en el que me dejo no habíamos vuelto a hablar ni mirarnos.

- Te extraña - Charlotte se apareció a mi lado sin siquiera yo darme cuenta que Tom se había ido.

- No parece - Levanté las cejas sin saber qué otra cosa decir.

- Así como parece que tú tampoco lo extrañas.

- Él me dejó. ¿Debería estar rogándole? Porque no lo voy a hacer, aunque me duela en el alma.

- Deberían intentar hablar.

- Ya lo hicimos, el día en el que me dejó - No quería hablar con nadie más sobre Chris.

Quería olvidarlo y olvidarme de todo lo que tenía que ver con él, pero todos nos conocían como la "parejita perfecta" aunque lejos estábamos de serlo e iba a ser inquietante para todos los que nos conocían vernos juntos.

- Entonces no se habla más. Esta noche te vienes a una fiesta conmigo - Mi amiga estaba intentando animarme.

- Está bien - Accedí porque a mí también me gustaban las fiestas.

Me puse unas converse negras, un short de jean tiro alto, que remarcaba mi trasero y un top blanco, que hacía resaltar mis ondas pelirrojas, las cuales me llegaban hasta los hombros. Tomé mi chaqueta de cuero negro y partí hacia la casa de mi amiga, íbamos a ir juntas y volver juntas. La noche estaba hermosa, no hacía ni un poco de frío, creo que la chaqueta estaba de más; pero en estos días las temperaturas estaban cambiando: a la mañana hacia calor hasta por la tarde noche y en las madrugadas hacía un frío que te congelaba hasta el cerebro. Presione un botón para deslizar el techo de mi auto hacia atrás y deje que el leve viento toque mi rostro y juegue con mi pelo, llevándolo hacia atrás, haciéndome sentir liberada. Una canción comenzó a sonar en la emisora a la cual respondí subiendo el volumen "Breathe me" de Sia. Pensándolo bien, me gustaría estar acostada en la playa mirando las estrellas y con esta canción de fondo, escuchando las olas romperse.

Automáticamente recordé a mi hermano Alec, al cual extrañaba mucho; hacía rato que ya no nos veíamos. Él se encontraba en Hawái viviendo la vida loca y hasta donde me contó se había montado un negocio con su mejor amigo: una escuela de surf. Desde chicos nuestros padres nos habían enseñado ese deporte hermoso, lo tomábamos como un estilo de vida, no pasó ni un día que no hayamos ido a surfear con mi familia, incluso los días de lluvia llevábamos la tabla a la playa aunque nos sentábamos en la arena a esperar que se calme la tormenta e inmediatamente nos adentrábamos al mar. Tomé mi teléfono puse el manos libres y lo llamé, teníamos sólo tres horas de diferencia, por lo que allá era algo más temprano.

- ¡Pero miren quien se acordó de su hermanito al fin! – Escuche su voz al otro lado de la línea, podía escucharlo contento y con su gran sonrisa que mostraba sus dientes perfectamente derechos.

- Podrías llamarme tú también. ¿Cómo estás? Te extraño – Le dije con voz melancólica.

- Yo muy bien y ¿tú?

- ¿Podrías venir a mi casa por unos días? – Le solté sin dar demasiadas vueltas.

- ¿Quieres que vaya a California?

Demasiado tarde ©.  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora