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MEREDITH

Por fin sentía un poco de calor en mi cuerpo. Estaba helada con toda la ropa puesta luego de la ducha fría a la que me sometió Caleb. No podía negar que habíamos pasado un rato amigable y aquello me hizo sentir bien. Quizás después de habernos dicho todo lo que teníamos guardado había sido para bien y habíamos logrado sentirnos en paz con el otro. Se sentía cálido no tener que estar a la defensiva todo el tiempo, aunque era consciente que no fue la gran cosa, era un buen paso para pasar una estadía agradable.

Luego de una hermosa ducha, me tapé con la toalla y abrí lentamente la puerta para ver si estaba Caleb. Por suerte se había acostado para dormir, así que me cambié tranquila e hice lo mismo que él. No sin antes echarle una vista para ver como dormía pero lamentablemente se encontraba de espaldas a mí.

A la mañana siguiente me levanté y Caleb estaba tomándose un café lo más campante, como si nada hubiese sucedido, yo me dirigí a cuarto de baño para lavarme los dientes y demás cosas. Evidentemente me tardé un buen rato, ya que cuando salí, él ya no estaba. Me senté a los pies de mi cama y vi una sudadera doblada con una nota:

''Prometo que no habrá más duchas frías. Usa mi ropa todo el tiempo que quieras ''

Aquello me enterneció y sonreí como una estúpida frente a la nota de Caleb por unos largos segundos... o minutos, no lo supe.

Me vestí rápidamente y fui hacia la cafetera para poder tomar, por fin, un bendito café caliente. Al llegar, otra nota me sorprendió:

''Ni me volveré a tomar tu café. Tampoco tendrás que prepararme uno cuando sea tu jefe''

Bueno, aquello me sonó más divertido que tierno. Aunque haberme dejado preparado el café, podía casi, hacerme sentir amor.

¿Estábamos haciendo las paces? Nunca pensé que ese momento podía llegar. Antes de servirme en la taza, me coloqué la sudadera, y me dirigí hacia la puerta, donde había otra nota:

''No eres nada de lo que dije. Mucho menos una zorra. LO SIENTO''

Me quedé allí parada, frente a la puerta releyendo la nota una y otra vez por un largo rato. Me las guardé todas en el bolsillo de la sudadera, abrí la puerta y comencé a caminar rápidamente, pero mi cuerpo me pedía correr, así que lo hice. Yo también debía pedirle perdón. Ese si podría ser un buen comienzo para poder ser buenos compañeros, o al menos tener una buena relación de jefe-empleada.

Corrí por entre los árboles que rodeaban cada una de las cabañas para buscarlo. Me paré en el medio del bosque para poder ver bien, pero aún estaba lejos de la sala común. Quizás se encontraba allí. Continué corriendo unos pocos metros, hasta que no sé en qué momento, salió de atrás de un árbol. Perdí el control de mis piernas y me caí encima de él, que tampoco me había visto. Tal y como lo había conocido, sentí un dejavú. Nuestros rostros quedaron pegados uno cerca del otro, tumbados en el suelo. Sonreí al verlo. Por un momento sentí ganas de besarlo, sobre todo cuando vi que su respuesta fue la misma que la mía. Su sonrisa no se limitaba a la perfección.

- ¿A qué se debe tanta adrenalina? – Preguntó divertido, sin siquiera moverse debajo de mí.

- Solo quer... - Alguien me interrumpió.

Cuando miré hacia un costado, había una muchacha hermosa, parada observando todo. Y con una cara de satisfacción que no me gustó nada. Ahí lo entendí. Habían estado haciendo sus cosas en uno de esos árboles. Puaj. Por un segundo sentí asco y nauseas. En ese mismo momento mi rostro cambió a desprecio.

- Adiós Caleb, nos vemos luego – Le guiñó el ojo y se marchó.

Caleb la saludó con una mano.

Demasiado tarde ©.  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora