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CALEB

Me había prometido mantenerme alejado de Meredith. Pero ambos trabajábamos en el mismo rubro. Por lo que iba a ser casi imposible.

Intentaría ignorarla lo más posible...

- ¡¿QUEEEE?! - Puse el grito en el cielo cuando me enteré que debíamos compartir cuarto.

En realidad el cuarto ya estaba designado para mí solo. Pero una persona inútil, se había olvidado de colocar a Meredith en la lista. Todo fue un maldito error y por ese error yo debía pagar las consecuencias. Las habitaciones ya estaban todas llenas. Cuando el de seguridad de la entrada se comunicó con la asistente de Arthur para avisarle que había llegado una tal Meredith Hill, en seguida la colocó junto a mí, ya que yo era la única persona que dormiría sola.

- ¿Cuál es tu problema? - Me increpó Arthur.

- Se suponía que estaría solo - Dije con la cabeza bien alta y en una posición defensiva.

- Bueno. Ya no lo estarás. Intenta no hacer demasiado escándalo por tonterías. ¿Quieres? Y tampoco le compliques la vida a la pobre muchacha que es una persona increíble.

Salí furioso de la oficina. Me hubiera gustado despedir a la asistonta esa, por hacer mal los cálculos y olvidarse de poner a Meredith en la lista. Sumado a que la niñata era una irrespetuosa por hablar cuando no tenía que hacerlo.

Cuando entré al cuarto había un aroma exquisito. Parecía perfume mezclado con té de hierbas. Meredith se encontraba en el cuarto de baño, moviendo las caderas de una manera espectacular. Aquello me hizo sonreír. Pero cuando se dio vuelta, mi rostro cambió por completo. Volvió a ser de piedra. Aquello no me debía de mover ni un pelo.

Me hubiera encantado que vean su expresión cuando le dije que seríamos compañeritos de cuarto: casi se desmaya la pobre. Quería decirle que a mí me sucedió lo mismo cuando me enteré, pero que más, ya estaba decidido.

Volviendo al olor a té de hierbas... me fascinó, éste entró por mis poros, haciéndome sentir tan bien. No sabría cómo explicarlo muy bien, porque ni yo lo entendía, pero me sentí en un hogar. Mi madre solía hacerme té antes de irme al instituto de pequeño. Había dejado todo eso atrás. Luego de su muerte, nunca más volví a beber ningún tipo de té. Me recordaba a ella y a sus días en la cocina, preparando mi desayuno y el de Tom. Sentí un pequeño punzón en el medio del estómago.

Inmediatamente me puse a organizar mis cosas, para borrar todas esas imágenes de mi cabeza. No volvería a caer al vacío. No otra vez.

Me preocupé al ver que Meredith se había quemado, pero no podía demostrarlo. Jamás lo haría. No si quería mantenerla alejada de mí, aunque viviéramos por ocho días bajo el mismo techo. En el momento que vi que se colocó mi sudadera, sentí un cosquilleo en toda mi columna vertebral. La miré de arriba a abajo y sentí una necesidad impetuosa de querer sacarle la ropa.

¡Joder! Me va a volver loco en menos de lo que canta un gallo si no me marcho de aquí.

Me coloqué un abrigo y salí dando un portazo. ¿Acaso quería llamar mi atención con su voz de niña dulce? Pues, no se lo iba a permitir. Quizás debería ponerme más firme para que no se interpusiera en mi camino... pero con ella a mi lado... era muy difícil.

¡Maldita sea, Meredith! ¿Por qué haces las cosas más complicadas?

Me dirigí hacia el gran salón donde se servirían todas las comidas del día. La gente se sentaba donde le pintaban ganas, menos los que trabajaríamos en este campamento. Nosotros teníamos una mesa para nosotros solos. A mi derecha se encontraba Arthur, al lado de éste, se encontraba Jack un moreno, fortachón y muy amigo mío; luego a su lado estaba Samantha una muchacha alta, casi tanto como yo, rubia y a su lado su hermano menor Cameron un niño de veinte años, rubio también y de ojos verdes, eran dos gotas de agua.

Esperamos a que llegasen todos los novatos y se acomodaran. Antes de que Arthur comenzará a hablar llegaron Meredith, temblando por el frío y con las manos metidas en el bolsillo de mi sudadera, a su lado Tom abrazándola y la otra muchacha que no tenía idea el nombre.

Al parecer a Tom le gustaba Meredith.

Niño tonto.

En ese momento yo estaba sentado en dirección a la entrada al comedor. Tuve que sentarme de espaldas hacia ella, porque... ¡Joder! Se veía tan sexi con mi sudadera. No me iba a permitir prestar atención, así que hice lo correcto.

- Muy bien chicos - Agradecí que Arthur comenzará a hablar por primera vez en mi vida, para desviar mis pensamientos - Ahora si les damos la bienvenida oficial - Todos comenzaron a aplaudir - Quiero presentarles a todos los que me ayudaran en estas dos semanas.

Era increíble como su voz me aburría. Comenzó a presentar a cada uno de mis amigos, hasta que llegó mi turno. Me moría por verle el rostro a Meredith cuando Arthur anuncie quien era yo, y cuál era mi rol.

- Por último les presento a Caleb - Me paré y me dirigí al centro donde estaba Arthur y los demás. Hice un leve saludo de cordialidad y enfoqué mi vista a Meredith con una pequeña sonrisa - Quizás no lo conocían. Pero este muchacho... - Arthur posó su mano en mi hombro, haciéndome sentir empoderado - Es quien ha tomado mi lugar desde hacía algunos meses. Los ha estado vigilando en las playas y se ha ocupado de todo. Él, los conoce a cada uno de ustedes.

Bueno... habría que definir la palabra: todos... Sinceramente no me había tomado la labor tan seriamente. Pero juraba que a partir del anuncio de Arthur, haría las cosas bien.

- Este año me jubilaré y Caleb será el nuevo jefe.

Una vez más comenzaron a aplaudir todos. Y el rostro de Meredith pareció ofuscarse. ¿Sería mala persona si me echara una buena risa? Bueno... no lo hice. Aunque por dentro, mis demonios se reían malévolamente.

- Por lo que deberán obedecer a los colaboradores, todo el tiempo - Continuó.

¿Oíste Meredith? Obedecerme.

Mientras tanto, Meredith parecía seguir sin entender nada. Arthur siguió hablando mientras nosotros volvíamos a nuestros asientos, pero hubo una persona que siguió camino: Cameron. Aquello me pareció raro, así que, lo seguí con la vista. Quizás se sentía mal, había estado callado todo el rato y conociéndolo, no era una persona que se caracterice justamente por eso. Hablaba hasta por los codos. Lo vi irse hasta el fondo de todo y entonces lo entendí, en el mismo momento que se colocó atrás de Meredith y le susurró algo al oído. Ella le sonrió y ambos salieron por la puerta como si estuvieran solos.

Sinceramente, me fastidiaba que sea una niña tan irrespetuosa.

Nervioso y molesto, apoye mi rostro sobre la palma de mi mano, cayendo en ella con todo el peso y golpeteaba la mesa con los dedos. A mí al rededor, dejé de escuchar todo.

Por suerte tuve una gran idea para hacerle entender a Meredith que el que mandaba allí, era yo... Bueno, en realidad Arthur, pero yo lo haría pronto.

Demasiado tarde ©.  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora