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MEREDITH

Le había contado a Caleb algo que muy pocas personas sabían. Le había abierto mi corazón, ahora sería un libro abierto listo para que sus hojas sean arrancadas. Pero confiaba en Caleb, algo dentro mío me pedía a gritos que lo haga. Él no arrancaría mis hojas, él no me volvería a matar, él no me arrebataría lo más preciado para mí. Aquello que me habían robado hacía años. Durante muchos tiempo sufrí por causa de mi abuso, pero cuando me alejé de aquel país, cuando me vine a vivir sola a la costa de California, me propuse vivir una vida diferente, me propuse volver a nacer, me propuse olvidarme de todas esas imágenes que por las noches me atormentaban y no me dejaban pegar el ojo. Pero ahora sus ojos... me llenaban de paz. Cuando cuentas tu historia, cuando cuentas aquello que te mató la primera vez... entonces ahí es cuando sabes quienes estarán contigo, los que te apoyarán y quienes saldrán corriendo apenas te des media vuelta. Caleb no me haría eso.

Había desenterrado lo que más me dolió en la vida, había vuelto a abrir esa herida que creí que era una cicatriz. Quería ser transparente con él, no quería tenerlo engañado, quería contarle que no sabía si sería capaz en ese momento de pasar a la siguiente fase. Entonces pensé que quizás intentándolo por él, quizás haciendo un esfuerzo... podría ahuyentar ese demonio que me había comenzado a perseguir a los siete años. Pero no quiso y de alguna manera eso me trajo algo de paz. ¡Por Dios! No era que no quisiera estar con él, si era hermoso: con sus ondas despeinadas, con sus enorme sonrisa y labios finos, con sus brazos fuertes que me sostendrían si yo cayera, con sus ojos achinados cuando reía, y con su corazón que estaba unido al mío. No estaba segura si podría superar aquel abuso, pero estaba segura que daría lo mejor de mí. Caleb se separó de mí, luego me tomó la mano y ambos caminamos a la orilla del mar. No estaba segura de qué hora era, pero eso ya no importaba. La noche estaba bastante fría, pero su cuerpo parecía no sentirlo, ya que sus manos hervían. Sólo podíamos escuchar las olas romperse, así como me habían roto alguna vez a mí, así como seguramente alguna vez lo rompieron a él. Ambos llegamos a la orilla, descalzos y de pronto me colocó frente a él. Yo hice caso omiso y me quedé allí parada sin saber lo que iba a suceder.

- Tú me has mostrado esta noche quién eres y lo que han hecho contigo - Cerró los ojos con fuerza y sus puños se sellaron. Suspiró y prosiguió - Ahora déjame mostrarme ante ti tal como soy. Quiero enseñarte un lugar donde tú sin saberlo, has entrado y has derribado todo, donde te has llevado por delante todo lo malo que ocurría. Quiero enseñarte cada rincón - Él agarró mi mano y la llevó a su corazón. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas nuevamente, pero no por tristeza, sino por amor - Quiero que tú ardas en mi corazón Meredith, quiero ser dueño de tu corazón... porque definitivamente... tu ya te adueñaste del mío.

Él soltó todo el aire que tenía comprimido dentro suyo y a mí me había dejado sin habla. ¿Cómo le demostraría que él ya era dueño de mi vida entera? Mi mirada se posó en su pecho a la altura de su corazón. Quería atravesar su piel, sus venas y vasos, para llegar allí dentro y quedarme allí por siempre.

- Mírame - Me ordenó dulcemente - Quiero que seas mi novia... si tú lo quieres, por supuesto - Tragó saliva nervioso, quizás.

¡Oh, Dios! Eso si no me lo esperaba. Después de haberle contado lo que habían hecho por mí, después de confesarle que básicamente estaba muerta en vida, después de conocer mi secreto más oscuro... después de todo eso, él aún quería estar conmigo, y ser mi novio.

- Caleb, lo he querido desde que caí encima tuyo - Sonreí al recordar aquello - Lo he querido cuando me arrebataste los tragos de la mano, lo he querido cuando me dormiste en tu pecho aquella noche de un sueño horrible, lo he querido cuando me abandonaste en el hospital y... también lo quiero ahora.

Demasiado tarde ©.  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora