CALEB
El esperado momento había llegado por fin. Sabía que había estado solo un par de horas lejos de ella, pero fueron las más largas de toda mi vida. Me sentía animado, por fin sentía que las cosas estaban saliendo bien. Me estaba gustando saber que quizás podría tener una vida normal. Mi hermana viviría algunos días conmigo y además... tendría una cita con Meredith, no podía pedir nada más.
De repente me asuste. ¿Acaso tendría que comprarle flores? ¿O chocolates? Me frené de golpe a medio camino sin haberme terminado de hacer el nudo de la corbata. ¿Así era como la gente se vestía para una cita? Maldita sea, ¿Por qué era tan difícil? Por fin tuve una gran idea. Tomé mi teléfono y marqué, esperando que supiera contestarme las dudas.
- Hola – Dijo al otro lado de la línea.
- Oye... me preguntaba si podrías contestarme algo – Dije algo nervioso.
- Dime – Dijo ella.
- ¿Tú sabes si en una cita tengo que llevar flores? ¿Tengo que llevar algo? ¿Camisa y corbata es muy ridículo? – Miles de preguntas había en mi mente.
- Caleb, tengo ocho años, nunca he tenido una cita – Dijo Emm.
- ¿A qué edad tendrás tu primera cita? ¿Nunca te han regalado flores? – Dije algo desconcertado.
Quizás algo me tranquilizaba: ningún niño tonto se había acercado a mi hermanita y creo que no quería que ese momento llegara alguna vez.
- Si te sirve de ayuda, creo que unas rosas estarían bien. A mí me gustan – Intentó animarme, al escuchar mi voz de decepción – Mi papá usa camisa y corbata cada vez que sale con mi mamá – Dijo intentado ayudarme.
- No lo sé. Creo que la corbata es demasiado... - Dije dubitativo.
Después de unos cuantos minutos discutiendo con Emm sobre cómo debía comportarme, o a dónde debería llevar a Meredith, colgué y me puse frente al espejo. Me saqué la corbata y me desabroché un botón. Tendría que ir a comprar un ramo de flores y quizás algún chocolate.
Fui a la florería más cerca y compré un gran ramo de rosas. Esperaba que le gustase; tenía que admitir que me estaba poniendo algo nervioso. Había calculado el tiempo y con esa compra se me iba a hacer algo tarde. Por lo que volví con el ramo en el asiento del copiloto a gran velocidad, por suerte vivía en un lugar alejado de la multitud. Llegué a mi casa, coloqué el ramo en agua, los chocolates en la nevera para que no se derritieran y volví al cuarto de baño para terminar de arreglarme. Me puse perfume, me coloqué mi Rolex dorado, por último me miré una vez más en el espejo sintiendo algo que nunca había sentido: inseguridad. Estaba nervioso, y era totalmente nuevo en mí. ¿Y si tiraba las flores al tacho de basura enfrente mío? Cuando me di cuenta vi que tenía los ojos tan abiertos y una electricidad recorriendo todo mi cuerpo.
- Cálmate, Caleb. Es sólo una salida – Intenté tranquilizarme a mí mismo frente al espejo.
Por suerte, Meredith vivía a tan solo quince minutos de mi casa. Cuando faltaban veinte minutos para las ocho, rápidamente tomé los regalos y cuando abrí la puerta me encontré con una sorpresa.
- Hola, amor – Maldita Stacey.
- Stacey, tengo que irme, no me hagas perder el tiempo – Dije intentado pasar por encima de ella.
- Si, ya veo – Levantó una ceja y miro las flores con asco – Pero vengo acompañada – De repente aparecieron dos matones a su lado.
- Muchachos, no querrán meterse conmigo. Tarde o temprano les llegará su hora. Salgan de mi vista – Los amenacé y juraba que cumpliría con mi palabra.
Uno me sujetó y el otro comenzó a golpearme. Primero en las costillas, tres golpes. Luego en el rostro. Intenté zafarme, pero eran grandes, tanto como yo o un poco más. Entre los dos me llevaron hacia adentro y me tiraron en el sofá. Pude pegarle a uno de ellos pero me era difícil si me sujetaban. No opuse más resistencia, me dejé llevar para salir rápidamente de esa situación.
Lo siento Meredith.
- Te dije que quería hablar, amor.
- Deja de llamarme así. Ve rápido al grano – Stacey tomó los chocolates y comenzó a chuparlos.
Aquello me dio asco.
- ¿No me notas algo distinta? – Comenzó a hacer movimientos sexis y se sentó encima de mí.
- Por supuesto, amor mío. Cada día más maldita – La desafié. Ella me dio una bofetada, que por supuesto, ni siquiera me dolió.
- No me hagas perder la paciencia – Dijo molesta. Después de unos cuantos segundos y sin ver respuesta de parte mía, prosiguió – Estoy embarazada – Dijo mirándome como si esperara que yo me pusiera feliz ante semejanza noticia.
Y así es como alguien arruina tus planes de un segundo a otro.
ESTÁS LEYENDO
Demasiado tarde ©. [COMPLETA]
RomanceLlevaba en mi corazón un secreto desde pequeña. Y no fue hasta que lo conocí, que entendí que nunca había conocido el amor, gracias a aquello que llevaba guardado bajo mil candados. Y aunque mi mente me gritaba por todos lados que no era para mi, cu...