26

72 2 3
                                    

CALEB

Sin dudas la ducha era lo que más estaba esperando.

Mi móvil sonó.

- Tenemos que hablar.

- Sea lo que sea, puedes escribirlo acá o mandarme un audio. Elige tú - Le conteste a Stacey.

Definitivamente no había entendido que entre nosotros no quedaba nada, más que unos simples conocidos.

El móvil volvió a sonar.

- Es muy delicado. Necesito que hablemos.

- No correrás con buena suerte. No estoy en la ciudad y no regresaré hasta dentro de unos días. No me hagas perder el tiempo, dilo de una vez - Contesté malhumorado

- Esperaré a que vuelvas - Dijo sin más.

Pues la verdad era que no me importaba lo que tuviera para decirme. Tampoco me iba a cambiar la vida.

Me observe en el espejo un rato, me quite la incipiente barba, y salí del baño. Después de aquella ducha mi cuerpo estaba más que templado, hasta sentía algo de calor así que ni siquiera me moleste en ponerme una camiseta. Me acosté, acomodé las almohadas debajo de mi cabeza y me preparé para conciliar el sueño. Al cabo de lo que yo creí algunos minutos escuché un quejido. Supuse que venía de afuera por la lluvia así que me dispuse a dormir una vez más. Odiaba la lluvia, hacía ruidos que no me permitían dormir, sobre todo en lugares como eso que tenían unos techos de un material barato.

- No quiero - Escuché una voz femenina.

¿Estaba soñando o estaba pasando en el mundo real? Los sueños pueden parecer muy reales a veces.

- No - Un grito me despertó.

Prendí la lampara que estaba en la cabecera de la cama. Y la vi a Meredith retorciéndose en su cama, sudando. Me asusté. En menos de un segundo estaba arrodillado a su lado sin siquiera tocar o sentarme su cama.

- Por favor - Susurró.

- Oye - La moví lentamente - Despierta. Estas soñando - Dije en un hilo de voz cerca de su oído. No quería que se asuste - Meredith - Insistí.

Su respiración estaba agitada, seguía removiéndose debajo de las sábanas como si quisiera escapar de aquello que la estaba atormentando.

- Meredith - La sacudí con fuerza.

Ella abrió sus ojos confundida. Estaban llenos de lágrimas. Me miró triste. Se llevo las manos a su rostro, intentado ocultar lo que le estaba sucediendo.

- Oye - Le quité las manos para poder verla a los ojos - Ha sido un sueño.

- Por favor - Susurró.

- ¿Que necesitas - Pregunté, intentado transmitirle paz.

Oh, Meredith, pídeme lo que quieras. Que aunque me pidas algo que no exista, lo creare para ti.

- Duerme conmigo - Su respiración seguía algo agitada. Sus ojos me imploraban que la abrace.

- No creo que sea buena idea - Musité - Pídeme lo que quieras menos eso - Me puse de pie y ella se echó a llorar.

- Por favor - Suplicó.

En ese momento de súplica, todo lo que creí ser, se desvaneció. Dejé de lado al Caleb malo, el Caleb que jamás había pasado la noche con nadie, solo con su hermanita.

- Está bien mi cielo - Cerré mis ojos con fuerza cuando escuché lo que yo mismo había dicho. Aunque ella ni siquiera se percató.

Se hizo a un lado para dejarme espacio a mí, e inmediatamente me coloqué a su lado. Estaba helada. Pegó su rostro a mi pecho, que subía y bajaba con lentitud intentando estar en calma. Pasó su mano y brazo por mi abdomen, haciéndome sentir una electricidad en todo el cuerpo. Me abrazó y en ese momento, por fin pude sentir que se tranquilizó. Yo pasé mi brazo por detrás de ella para responder a su abrazo y en menos de un minuto se había dormido. Definitivamente el entrenamiento la había destruido por completo. Sentí ganas de acariciar su cabello suave, así que lo hice. Luego de eso no pude pegar un ojo en toda la noche, por temor a otra pesadilla de Meredith. Debía estar atento por si algo ocurría. La noche se pasó volando, y para ser sincero, no quería que amaneciera.

Demasiado tarde ©.  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora