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CALEB

Vi que Meredith se dirigió en busca de un trago, entonces me acerqué a ella sin que se diera cuenta.

- Tú. Te vas a tu casa en este mismo momento – La tomé por el brazo y la llevé, casi arrastrando hacia la carretera vacía.

- Suéltame, imbécil. Tú no me dices que hacer – Me contestó la atrevida.

Estaba furioso. La niña pensaba que esto era un juego de barbies. Ni siquiera sabía dónde se estaba metiendo, y menos lo peligroso que podía llegar a ser Stan, pero ya me las arreglaría con él. Pude haberle ganado en la carrera, si quería. Pero quería hacerlo contra él solo, sin Meredith de por medio. La sangre me hervía por dentro. Me estaba conteniendo para no lastimarla, pero no me la estaba dejando nada fácil con sus berrinches de infante. Me sumí en mis pensamientos, a lo que Meredith aprovechó y se soltó. Volví a agarrarla y la atraje hacia mí.

- Vete a casa te dije.

Sabía que la estaba maltratando, pero no me dejaba otra opción. Mis ojos se posaron en los suyos y pude volver a ver ese brillo, en medio de la oscuridad, sin poder distinguir entre su pupila e iris.

- ¿Qué problema tienes conmigo, Caleb? Suéltame. Me estás haciendo daño – Dijo intentando soltarse.

- Mi problema eres tú. Andas metiendo tus narices donde nadie te llama, nena.

¡Dios mío! Estaba más furioso que nunca. Sujetándola del brazo, seguí caminando, hasta un puesto viejo que había allí y la hice entrar. Ella me miró con algo de temor.

- No lo entiendes. Es peligroso.

- No debe ser tan peligroso, si tú estás aquí – Dijo ya con más calma.

Calma, que a la vez me estaba transmitiendo a mí.

- Escúchame – Tomé aire y me volví hacia ella – Stan es un tipo peligroso...

- Pues, no lo creo. Ha sido muy bonito conmigo – Se cruzó de brazos, poniendo una barrera entre los dos.

Recordé a los dos besándose como si fuesen la pareja más codiciada del mundo. El enojo volvió, pero esta vez con más fuerza.

- Déjame terminar de hablar –Elevé la voz más que antes, y ella reaccionó con un susto que la hizo saltar hacia atrás.

- No me grites – Me gritó y aquello me sonó gracioso.

La tomé por los hombros y la estampé suavemente contra la pared que nos protegía de la visión de los demás. La besé con todas mis fuerzas. Metí mi lengua y encontré la suya. Pegué mi cuerpo al de ella. Estaba encabronado, si lo estaba. Esa era mi manera de descargar toda la ira que tenía acumulada desde que la vi llegar a la carrera. La tomé por las piernas y la coloqué en mi cadera. Ella me cogió el pelo y lo tiro hacia atrás, provocándome un placer inimaginable. ¡Joder, Meredith, joder! Donde me has metido.

De un golpe me separó de ella y por un segundo me sentí vacío.

- ¿Qué haces? – Me miró enfadada, aún encima de mí.

- No veo que te moleste – Sonreí intentando suavizar las cosas y dejándola suavemente en el suelo – Por favor, vete a casa – Suspiré suavemente, mostrando mi imploración sin vueltas.

- No me iré a ningún lado, Caleb. Vine con una persona, y con esa misma me volveré – Se dio media vuelta y se fue.

Meredith era imposible, joder. No tenía muy claro qué era lo que más me enfurecía. Estaba tomando mi territorio en frente de mis narices y con la persona que más odiaba en el mundo. Enfurecido me dirigí sin escalas hacia mi moto.

Demasiado tarde ©.  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora