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MEREDITH

Mi alarma sonó como siempre. Me levanté, desayuné y me fui con Steve. Seguía sin tener señales de Chris. Para ser sincera no me había levantado del mejor humor, había pasado parte de la noche debatiendo si llamar a Chris o no, pero no era yo quien estaba en falta. No me merecía perder la dignidad por una estupidez.

Conduje por la ruta hasta entrar a la calle que daba al costado de la playa, luego de unos segundos entré al estacionamiento, acomodé mi carro donde siempre, me bajé del carro con Steve y éste en vez de querer irse corriendo, caminó a la par mía y eso me gustó sobre todo por no tener que estar tironeando de la correa. Durante el primer trayecto casi siempre lo llevaba atado ya que por aquí pasaban autos y no quería que algo le pasara, ya más adelante lo soltaba para que corriera, pero hoy parecía que estaba del mismo ánimo que yo. Así que comencé a andar por el camino que lleva hacia adentro de la playa. Y alguien me agarro del brazo frenándome. Chris...

- Por fin apareces - Di media vuelta molesta y me sorprendí al ver que no se trataba de la persona que creí.

- Wow muñeca, alto ahí – El chico de ojos grises otra vez. Puso cara de víctima

- Otra vez tú – Puse los ojos en blanco. Él ni siquiera se inmutó - ¿Necesitas algo? – Fue más una pregunta retórica que otra cosa.

- No es linda forma de saludarme – Sonrió de lado. De repente me entraron ganas de meterle una piña - ¿Andas con problemas maritales? - Me había dejado sin habla. No sabía que decir. Mi mente se quedó en blanco.

- Si... No... – Comencé a tartamudear.

- ¿Sí o no? – Lanzó una carcajada.

- Puedes soltarme que no soy tu novia – Me zafé de tu agarre mientras cambiaba de tema - Tengo que ir trabajar. Así que si no te importa... – Intenté seguir con mi rumbo, sin saber lo que haría luego.

- Claro. Voy hacia el mismo lado. Hola amiguito - Esta vez se dirigió a Steve.

- Me parece que no le agradas – Tuve que tironear la correa de Steve tratando de contener su fuerza. Básicamente quería saltar hacia mi acompañante, lo cual me estaba haciendo quedar mal.

- Pues, me parece todo lo contrario. Déjalo venir conmigo. Tengo una conexión especial con los canes.

Perro traicionero. Una vez más me has dejado sola.

- Todo tuyo entonces. No debes molestarlo mucho tampoco. El también salva vidas.

- ¡Oh! - Se los vio divertidos.

- ¿Acaso no tienes trabajo? ¿Qué haces otra vez en la playa? – Pregunté curiosa.

Quizás era un niño rico que no necesitaba trabajar.

- Algo así – Contestó afilado

¿Quién lo entendía? Hace un momento se lo veía divertido y luego me contestó como si me odiara. Aquello me sonó algo gracioso. Menudo idiota. Apenas pusimos un pie en la arena, unas personas que parecieron sus amigos comenzaron a festejar su llegada. Los observé con cara de repugnancia. No podía creer que un par de tipos festejaran así la llegada de alguien. Él solo se marchó a beber con sus compinches.

-Si... adiós – Dije estando ya sola y viendo que no pensaba tener un poco de cortesía y despedirse al menos.

Me daba igual, tampoco me interesaba. Quizás estaba siendo muy dura, pero su actitud engreída me asqueaba, y eso que ni siquiera la conocía. Por un momento me sentí mal, por las personas que lo rodeaban. De seguro era una persona cien por ciento irritable.

Demasiado tarde ©.  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora