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MEREDITH

Charlotte y yo fuimos de compras al shopping, ella estaba empecinada con que me viera guapa para Stan y no había persona en esta tierra que pudiera convencerla de lo contrario. Exageraba, pero tampoco era mala la idea, al menos quería verme bien para mí. Después de haber notado mi bajo peso necesitaba volver a ser yo, necesitaba verme guapa para mí. No me importaban los demás, y no por ser egoísta, porque yo era valiosa y por momentos se me había olvidado.
Después de pasear por varias tiendas, sentía que había encontrado el vestido perfecto. Me probé unos cuantos outfits hasta que di con el indicado. Era bastante holgado, lo cual me haría sentir un poco más cómoda, de color plateado, que haría resaltar mis ondas coloradas. No lo podía negar, amaba tener el cabello de color anaranjado. En la tienda que estaba junto al de los vestidos, encontré los zapatos perfectos: stiletto negros opacos con un calce perfecto.
Charlotte por su parte eligió un vestido largo y con aberturas en ambas piernas, le quedaba espectacular y sobre todo por el bronceado del verano que aún lo tenía a flor de piel. Sus zapatos también eran negros pero con muchas perlas, lo cual los hacían brillar y se podían ver a mil kilómetros de distancia.
Sinceramente no tenía tantas ganas de irme es noche, ya que mi hermano se marcharía la noche siguiente, pero me tranquilizó saber que tendría una cita con la muchacha con la que lo encontré en mi sofá. Al parecer la cosa iba en serio y realmente me ponía muy feliz por él, aunque su rostro no mostraba ese brillo que alguna vez tuvo al hablar de Alexa. Pero quizás así comenzaban las segundas oportunidades, dándose uno mismo la oportunidad, antes que dársela al otro.
Al llegar a casa luego de una tarde de chicas que necesitaba, le mostré a Alec y a Steve lo que usaría esa noche y éste se quedó boquiabierto, tanto que casi cancela su cita para acompañarme a la fiesta. Por supuesto que se lo negué por más gracioso que me pareciera, porque sabía que lo decía mitad broma mitad verdad.
Llegando la noche, comencé el ritual para prepararme. Primero una ducha relax, el cabello lo dejé secar y luego le tuve que pedir a mi hermano que me hiciera dos trenzas en forma de corona, mientas el resto de cabello caía con ondas, algo sencillo pero que amaba por la comodidad. Un maquillaje suave en tonos rosa suave, los labios opté por ponerme un poco de brillo. Por último el vestido y los zapatos. Aunque estos últimos los llevaría en la mano y conduciría con unas tenis. Con Charlotte habíamos ido a un spa express, donde nos habían hecho las uñas y los pies, el esmalte que había elegido para ambos fue negro, para combinar con todo el outfit. Me miré al espejo y mucho no me convenció la sombra rosa, por lo que la retiré y opté por un delineado negro, ya que el vestido sería el que se llevaría todas las miradas, por sus brillos. Por último me puse un blazer que se amoldaba a mi cintura pero que por desgracia el brazo enyesado lo tenía que llevar por fuera. Por suerte al día siguiente me sacarían el maldito yeso.
Stan se ofreció pasar a buscarme pero se lo negué, de esa manera si no me sentía cómoda o quería retirarme antes, tendría en qué volverme y no depender de nadie.
Mi auto luego de tan largos viajes estaba casi sin gasolina, por lo que en el camino tuve que frenar a llenar el tanque. La verdad era que después de haber sido arrinconada por un auto desconocido, estaba un poco paranoica. Sentía todo el tiempo que alguien me vigilaba. Las cortinas de mi casa las cerré por completo, cuando siempre estaban abiertas de par en par. Ahora sentía que alguien me controlaba a cada lado que iba. Pero así es la mente, a veces te juega malas pasadas, y a mí me estaba jugando una muy mala. Por suerte mi tanque llenó rápido y apenas me subí al coche, le puse trabas a las puertas. Rápidamente arranque hacia la fiesta que sería en un espacio frente al mar. Stan me había dicho que me esperaría en la entrada, y a decir verdad estaba ansiosa por verlo vestido formalmente, ya que hasta ese momento solo lo había visto de una manera informal. No podía imaginar a un chico rudo como él con un traje. Eso me llevó a recordar la noche de gala y Caleb medianamente formal vestido. No existía persona en el planeta que pudiera igualarlo o siquiera imitarlo. Pero esfumé rápidamente esos pensamientos que había mantenido alejados hacía unos días.

Demasiado tarde ©.  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora