CALEB
Verla tan molesta hacía reír a mi yo interior, realmente se molestaba por todo y eso me divertía más de lo que podía siquiera imaginarse. Aunque la bofetada y café caliente estuvieron demás, la ducha juntos fue algo... nuevo y asombroso. Su cuerpo emanaba un aroma exquisito y dulce, que me daban ganas de llevármela a la cama en menos de un segundo, o hacerlo allí mismo, como con cualquier otra muchacha. Creo que no existe persona en la tierra que sepa controlarse mejor que yo. Tener a Meredith con mi sudadera y debajo de la ducha no era buena combinación, sobre todo si mi cuerpo estaba casi pegado al de ella y yo casi sin ropa. Estaba perdiendo mi horizonte. Mejor dicho, Meredith hacía que yo me perdiera.
Yo tampoco quería pelear más, pero realmente, esa niña sacaba lo peor de mí, cosas que nunca había experimentado.
Imaginarme a Cameron aprovechándose de una persona tan inocente como Meredith me hacía perder los estribos.
Intenté hacerla entrar en razón y que me pidiera disculpas por haberme tirado sus bebida caliente pero ni con mis mayores armas pude conseguirlo.
¿Por qué no tienes el mismo efecto que las demás muchachas? ¿Acaso era yo quien estaba perdiendo mis armas de seducción?
Si supieras Meredith, todo lo que he logrado haciendo la estupidez que estoy haciendo aquí y ahora contigo...
Todo era tan contradictorio cuando estaba cerca de ella. Que ni siquiera yo lo lograba entender.
Visto que mis trucos no están funcionando contigo, tendré que probar en otra, Meredith.
Sabía que no haría lo que yo le pidiese, ni saldría de ella el pedirme perdón. Por lo que la dejé marcharse apenas me lo volvió a pedir. Mientras tanto, yo me quedé bajo el agua fría para enfriar mi mente y mi cuerpo, y no precisamente por el café caliente. Dejé que el agua helada cayera por todo mi cuerpo, invadiendo cada centímetro. Coloqué mis manos en la pared para relajarme y poder volver a mi centro, durante unos cuantos minutos. Ya estaba cansado de todo y de todos. Solo quería largarme a mi maldita casa, donde la soledad abundaba y nadie podía fastidiarme ni sacarme de las casillas.
Después de un largo rato cuando terminé la deliciosa y dolorosa ducha, estiré el brazo para tomar otra toalla y...
- Maldición – Dije entre dientes.
No me había traído ninguna y la que llevaba puesta estaba completamente mojada, no me servía ni para taparme.
Tenía dos opciones: la primera, salir de la manera en la que Dios me trajo al mundo o, la segunda, pedirle a Meredith que me alcanzara una toalla. Me debatí por unos cuantos segundos, y terminé optando por la segunda. No perdería nada con intentarlo. Abrí un poco la puerta del cuarto de baño y en cuanto la vi, no pude evitar reírme. Aún seguía con la ropa mojada, chorreando agua por doquier. Esperando que yo terminara para poder meterse ella.
- Oye, tú – Le hablé intentado ocultar la sonrisa, pero me era imposible.
- ¿Puedes apurarte? – Contestó.
¿Con que apurada, no?
- Ya. Sólo quería saber si... podrías alcanzarme una toalla. Hay algunas en el primer cajón – Anuncié.
- Me encantaría ver cómo te las arreglas solito – Contestó y se rió.
¿Meredith se estaba riendo conmigo? Oh por Dios, eso era un milagro.
- Bueno, si tú lo deseas... - Amagué para abrir más la puerta.
La situación me estaba divirtiendo más de lo que me esperaba.
- No, no – Me detuvo ella – Ahí te la alcanzo – Agregó divertida.
Tomó una que había en su cama y me la tendió, mirándome directamente a los ojos. Cuando quedó delante de mí, con la puerta tapando la mitad de mi cuerpo, ambos nos echamos a reír. Tenía los dientes perfectamente acomodados y más blancos que el color propio. Si no nos lleváramos tal mal, definitivamente su sonrisa podría ser mi perdición y adicción.
Todas sus cosas emanaban su aroma y me estaba enloqueciendo poco a poco.
Me demoré un poco más adentro del baño, intentando procesar el momento que habíamos pasado, mientras que me miraba al espejo y notaba la incipiente barba, además de lo agradable que fue no pelear por un instante. Salí dispuesto a intentar llevarnos mejor y olvidar los malos ratos que habíamos pasado. Solo esperaba que ella pensara igual que yo.
Al salir, ella estaba parada tiritando de frio y sin mi sudadera. Aquello me molestó, sin razón alguna.
- Lavaré tu sudadera en cuanto salga de bañarme – Dijo tímidamente.
- Lo haré yo. Ahora vete a bañar antes que te enfermes – Intenté ser lo más amable.
Era como si hubiese leído mis pensamientos. Rápidamente me vestí y me senté en el sofá un momento a beber un té caliente, aprovechando para hablar con Candace y preguntando por mi motocicleta, ya que se la había dejado antes de venirme al campamento; luego le mandé un mensaje a mi hermana para saber cómo estaba a lo que me respondió que se aburría y me extrañaba. No veía la hora de verla y abrazarla porque hacía varios días que no nos veíamos. Después de haber terminado el té, me acosté boca arriba, colocando mis manos en la nuca y me quedé mirando por la ventana y el viento que volaba todo lo que tenía a su paso. No sabía cuantos minutos me pasé mirando hacia afuera, pero sé que cerré mis ojos y me dormí. Hasta ese momento, Meredith aún no había salido de tomarse su ducha. Vaya que se tardaba más que yo.
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Demasiado tarde ©. [COMPLETA]
RomanceLlevaba en mi corazón un secreto desde pequeña. Y no fue hasta que lo conocí, que entendí que nunca había conocido el amor, gracias a aquello que llevaba guardado bajo mil candados. Y aunque mi mente me gritaba por todos lados que no era para mi, cu...