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CALEB

Me acerqué aún más a ella lentamente y deposité un beso en su sien, atrayéndola a mi pecho. Ella me rodeó con sus brazos. En ese momento yo necesitaba más de ese abrazo que cualquier otra persona en el mundo.

Ya no quería ser un desastre, no quería más nada más que estar junto a ella.

- Ven conmigo – Le susurré mientras con mis besos limpiaba su rostro lleno de lágrimas.

Entrelacé nuestras manos y sentí que volví a revivir. Sonará enfermizo, pero no quería soltarla, quería que su mano esté siempre junto a la mía. Ella caminó junto a mi sin preguntar nada. Me preguntaba ¿Qué estaría ocupando su mente en ese momento? ¿Qué estaría pensando? Una parte mía temía que quiera salir corriendo. Ambos caminamos hasta mi moto que estaba aparcada cerca de un muelle, donde justo se podía ver la luna. Mientras transitábamos ella se paró en seco, me soltó la mano y sentí una punzada en el estómago. ¡Oh no, lo he jodido! Me miró algo divertida y luego se sacó los tacos, para continuar descalza.

- Me has dado un susto – Sonreí, mientras le sacaba los tacos de la mano para llevarlos yo el resto del camino.

Una vez que llegamos a mi moto me apoyé mirando hacia el océano y coloqué a Meredith adelante mío. Su espalada desnuda rozaba con mi abdomen. Le di un cálido beso en su cabellera que olía exquisito. La abracé cruzando mis brazos sobre su abdomen y ella respondió colocando su mano sobre las mías.

- ¿Qué hacemos aquí? – Pregunto apoyando su cabeza en mi pecho.

Yo suspiré.

- Primero quiero pedirte perdón.

Ella frunció el ceño.

- He sido la peor basura contigo y sé que no hay justificativos para todo lo que te hice y dije, pero... desde que te vi supe que me enloquecerías. Quise evitarlo todo el tiempo, pero has derribado todos mis muros Meredith.

Ella se dio media vuelta y me miró fijamente a los ojos. Por Dios, tenía una mirada extraordinaria.

- Cuando tu apareces frente a mí, todo lo que haya pasado entre nosotros se desvanece. Te he prejuzgado mal, pero una parte mía siempre supo que aquí dentro hay un corazón herido. Lo siento yo también – Susurró apoyando su frente en mi mentón.

Sus palabras llegaron hasta lo más profundo de mi alma en menos de un segundo.

- Meredith, no soporto siquiera imaginarme, que estés con otra persona que no sea conmigo – Comencé a acariciar sus mejillas – No sé cómo llevar todo esto, pero si tú me ayudas...

Ella me calló con un beso intenso, de esos que no quieres que terminen... de esos que acaban con las dudas. Acaricié su piel suave mientras nos besábamos. Con mi lengua busqué la suya que se moría por encontrarme. Puso su mano en mi pecho, subiendo lentamente hasta llegar a mi cabello despeinado. Me acerqué más a ella, pegando nuestros cuerpos y haciéndome sentir mil maneras de quererla conmigo. Nuestras respiraciones estaban agitadas. En ese momento solo quería que fuéramos uno, como si nuestros cuerpos pudiesen atravesarse y unirse de una manera mágica. Había reprimido mis sentimientos hasta ese momento y se sintió tan liberador. Me moría por gritar a los cuatro vientos que esa muchacha era la persona más especial que había conocido y que la quería más que a mí mismo. Después de unos cuantos minutos ambos nos separamos. Y aunque estaría besándola toda la noche... aún tenía cosas por decir.

- Bueno – Sonreí perversamente – Me encanta que me hayas besado, pero no había terminado de hablar.

Ella rió y mi mundo entero despertó.

- Soy toda oídos entonces – Musitó haciendo círculos con sus dedos frágiles en mi camisa.

- No puedo dejar de pedirte perdón, y lo haré cada día de mi vida si es necesario...

- Deja de pedir perdón, ya lo has hecho y te creo – Su mirada era realmente enternecedora.

- Sé que en algún momento lo arruinaré, así crecí, pero por favor, no dejes que te aleje de mí y no lo hagas tu tampoco – Imploré.

- No lo haré – Confirmó ella.

- Contigo estoy completo – Susurré.

Ella me abrazó pegando su rostro a mi pecho, quizás escuchando mis latidos que estaban revolucionados. Estaba nervioso, porque las primeras veces siempre uno siempre se siente así, pero ella era mi calma, era mi luz, era la quietud misma y eso le ganaba sin dudas a cualquier otro sentimiento de nerviosismo.

- No quiero arruinar este momento hermoso – Levantó su rostro para mirarme sin dejar de abrazarme.

- Siento que esto no me gustará nada – Sonreí.

- Quizás, pero en un par de horas tengo que levantarme y quisiera bañarme y dormir un poco.

- Duerme conmigo – Musité.

No quería pasar un minuto más sin ella.

- Dijimos que iríamos despacio – La noté dudosa y triste.

No por Dios, no quiero presionarte Meredith.

- Entonces déjame llevarte a tu casa.

- ¿En moto? – Su expresión cambio de felicidad a asombro.

- En tu auto – Sonreí.

Mike se llevaría mi moto y mi chofer nos seguiría para después llevarme a mi hasta mi bello hogar.

- ¿Y tú preciada moto? – Se preocupó.

- Tranquila – Susurré mientras pasaba uno de mis brazos por su cintura y caminábamos en dirección al estacionamiento.

En mi otra mano llevaba sus tacos.

- Siento que no sé hasta qué punto puedo hacerte preguntas.

- Puedes preguntarme todo lo que quieras, cielo – Le besé la sien.

- Entonces prepararé una lista para mañana.

- ¿Debo tener miedo? – Pregunté divertido.

- No lo sé. Tu eres el misterioso, no yo - Aquello me arrancó una risa desde lo más profundo, como hacía años que no me pasaba.

Vale, tenía un punto a favor.

Ambos nos subimos a su auto, nos acomodamos y de solo verla sentada feliz a mi lado me llenaba el corazón. ¿Cómo se podía poner en palabras lo que sentía? ¿No se podía, no?

Ella inmediatamente conectó su teléfono celular a los parlantes del auto y puso una música rara pero que era bastante agradable a los oídos. Hasta para eso tenía buen gusto.

- ¿Te he dicho lo increíblemente hermosa que estás hoy? – Frené en seco en medio del estacionamiento, haciéndola echar hacia adelante de la brusquedad.

Sus ojos enseguida se posaron en mí con asombro, para luego esbozar una sonrisa tímidamente, mientras se colocaba un mechón de cabello tras la oreja.

- ¿Cómo se llama esta canción? – Pregunté curioso.

Definitivamente no era el estilo al que mis oídos estaban acostumbrados, pero a partir de ese momento me empaparía en el tema.

- You are the reason – Confirmó mientras se mordía el labio inferior.

Mientras el semáforo estaba en rojo, apoyé una de mis manos en el respaldo del asiento y le di un beso, hasta que el de atrás pitó la bocina. Yo revolee los ojos.

- Tu eres mi razón – Musité en su boca.

- ¿Quién diría que el gran Caleb sería tan romántico? – Rió divertida.

- ¿Acaso se está riendo de mi señorita Hill?

- Por supuesto que no – Mintió festiva.

- Es culpa tuya que sea cursi - Sonreí de lado.

Demasiado tarde ©.  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora