—Necesito ir al baño —dijo Jackie.
El hombre grande, gordo y prominente miró hacia la celda, en donde la chica que abrazaba los barrotes, lo observaba con desdén.
—Ahí hay un escusado —le respondió, regresando su atención al crucigrama de un periódico viejo.
—No pienso ir al baño aquí, ¿no ves que estoy rodeada de hombres?
—Uno es ciego y los otros son idiotas, estarás bien —gruñó de vuelta.
—Solo déjame ir al baño, ¿bien? ¿Qué podría hacer yo contra un grandulón como tú?
Los ojos azules del hombre escabroso la escudriñaron, tratando de encontrar algún tinte sospechoso en su voz. Finalmente resopló por la nariz y se levantó de su silla, arrojando su periódico con enfado en el escritorio de la estación.
Le dio un golpe en la nuca a su compañero, que dormía ruidosamente, con la cabeza colgando y los brazos cruzados sobre su pecho. El hombre, más delgado e ingenuo, se levantó de inmediato, alerta.
—Vigílalos, llevaré a la chica al baño.
El hombre sacó las llaves de la celda de sus pantalones, abriendo las puertas de un rechinar. Jackie salió y la reja se cerró tras su paso.
Los ojos del hombre más delgado siguieron de cerca a Jackie, que era escoltada por su compañero, sin molestarse en ocultar el brillo de lascivia que destellaba en sus ojos.
Entonces, cuando desaparecieron por el pasillo mal iluminado de la comisaría, bajó su cabeza de nuevo y cerró los ojos. Los ronquidos no tardaron en volverse a escuchar.
—Está dormido —masculló Quentin— ¿Tienes el resorte, Niall?
Niall bajó de la litera superior de un salto ágil. Su costado aún se sentía caliente y palpitante todo el tiempo, pero ahora solo dolía cuando era tocado.
Sacó por debajo de la funda de su pestilente y flacucha almohada un alambre alargado y algo deformado, y lo extendió, esperando a que alguien lo tomara.
Lucas comenzó a moldear la punta del resorte con las manos, hasta que adquirió la forma precisa para colarse por la cerradura.
—Se silencioso —le dijo Quentin, pero Lucas sabía perfectamente que no podía darse el lujo de hacer ni el más mínimo sonido.
—¿Podrías callarte? Eres el único haciendo ruido.
La frente de Lucas estaba sudorosa, los músculos de sus brazos tensos y los tendones saltaban de sus manos; mordía su labio tan fuerte que se tornaba blanco. La cerradura no tardó en ceder, y la reja se abrió con un rechinido. Los tres muchachos se quedaron congelados en su lugar cuando el guarda que dormía en la silla, balbuceó entre su sopor.
—Está bien. Cierren la puerta.
Quentin tomó uno de los barrotes y cerró la reja silenciosamente, mientras Lucas se escabullía de puntillas hasta el vigilante dormido, tomando el arma en su cinto.
El vigilante balbuceó de nuevo, antes de comenzar a parpadear para abrir los ojos. Lucas entonces tiró del arma bruscamente y le disparó en la cabeza.
Niall pegó un salto hacia atrás, accidentalmente golpeándose contra la pared de concreto. El sonido del disparo le había dejado zumbando los oídos, y estaba seguro de que no había pasado desapercibido para el otro guardia.
—Contra la pared —masculló Niall, asegurándose de que los demás lo escuchasen.
—¿Qué? —inquirió Quentin.

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voraz; ns
ФанфикUna infección ha infestado las grandes ciudades, atacando las células cerebrales de los habitantes y convirtiéndolos en autómatas sin consciencia. Niall, un adolescente ciego, es abandonado por su familia a su suerte, dejándolo a merced para morir a...