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Niall había sido encontrado por Louis una hora después, sentado en las llantas del remolque con las piernas abrazadas contra su torso y la cabeza escondida entre las sombras. Su cuerpo tembloroso se veía frágil y pequeño junto a la enorme caravana cubierta por pátina.

Louis se inclinó hacia adelante, poniendo una mano sobre el hombro de Niall para hacerle saber que estaba ahí, pero en cuanto sus dedos rozaron la tela de su manga, observó el cuerpo hacho ovillo respingar en su lugar y arrastrarse lejos de él, empujando sus pies en la tierra blanda.

Quiso tranquilizarlo, pero cada paso que daba hacia Niall solo lo hacía alegarse más. Cuando tomó sus brazos con firmeza, para evitar que lo golpeara, el muchacho comenzó a retorcerse entre sus manos, pataleando y sacudiéndose.

—¡Ey, ey! —exclamó Louis. Cualquier sonido era bueno si lograba que Niall lo reconociera.

—Maldita sea Louis, casi me matas del susto.

Tomó la mano de Niall y lo ayudó a levantarse. El almuerzo estaba servido y Louis se preocupó de no verlo cerca. El General estaba de mal humor, más que de costumbre, y Zayn, parecía tan perdido en sus propios pensamientos, que ni siquiera se había molestado en decir una palabra en todo el día.

Podía decir que la llegada de los nuevos había causado tensión entre ellos, pero nadie se atrevía a decir nada al respecto. Y Louis, no sabía qué pensar respecto a Greg.

Sabía que sus intenciones con Niall eran buenas, pero la manera en la que Niall salió despedido de aquella habitación después de hablar con su hermano, le hizo saber que algo no andaba bien.

—Creo que será mejor dejarlo solo por un tiempo— le advirtió Liam cuando regresó, por lo que Louis tuvo que pasar la mayoría del día ansioso, y ahora que por fin estaba con Niall, no había nada que le gustaría saber más que lo que pasaba por su cabeza.

Cuando se aparecieron en el enorme comedor de la iglesia, la mesa guardó un silencio sepulcral, que Niall pudo percibir de inmediato, enviando escalofríos por su espalda.

Escuchó unos pasos acercarse a él, poniéndolo tensó en su lugar. Sus manos comenzaron a temblar con la idea atorada en la cabeza de que quizá, se tratase de Walter. Una mano firme sujetó su hombro y lo arrastró con cuidado cerca de la mesa.

—¿Tienes hambre? —escuchó la voz de Greg cerca de su oído, y sintió su cuerpo relajarse aliviado, sin alejar la constante idea de que Walter quizá se encontraba en la misma habitación, mirándolo.

Niall asintió, finalmente, dejando que Greg lo sentara en un lugar vacío junto a él.

El sonido de la platería rebotó contra las paredes de la enorme habitación silenciosa. Podía sentir a Greg moviéndose a su lado, sirviéndole la comida como había hecho toda su vida, porque Niall siempre hacía un destre y su madre obligaba a su hermano a servirle la cena todo el tiempo. Greg lo hacía de mala gana todas las veces, pero ahora se sentía diferente.

—Guardé la última para ti —dijo cerca de su oído, deslizando una caja pequeña sobre su regazo.

Niall sintió los bordes de cartón afilado entre sus dedos, agitándola contra su oreja solo para darse cuenta de que era una caja de cereal.

Solía escabullirse a la cocina para comerse el cereal a puñados, sin leche ni cuchara, simplemente metía la mano entera y sacaba las hojuelas entre un puño para llevárselo a la boca. Se sintió como un niño en casa otra vez, casi podía escuchar la voz de su madre regañándolo por comerse todo el cereal.

—Es espagueti —la voz de su hermano lo sacó de sus pensamientos—. No hagas un desastre, no eres bueno comiendo pasta.

Una ola de sentimientos lo golpeó en la cara, sacando el aire de sus pulmones. No supo si era su hermano, el cereal o la familiaridad con la que Greg se ocupara de él, como si no hubieran estado separados por meses.

voraz; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora