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El corazón de Niall estaba azotándose contra su pecho mientras los sudorosos músculos se flexionaban debajo de las palmas de sus manos. Incluso aunque no estaba realizando el más mínimo ejercicio, ya podía sentirse a sí mismo sudar.

Lo único que podía escuchar eran los gemidos y gruñidos guturales de parte del General, que subía y bajaba haciendo lagartijas con Niall sentado de piernas cruzadas sobre su espalda.

—¿Estás seguro de que esto está bien? —preguntó Niall por séptima vez.

—Estoy bien... realmente no pesas nada.

Si así fuera no sonarías como vaca pujando. Pensó para sí mismo, pero se lo calló, lo que menos quería en ese momento era molestar al General.

Continuó sintiéndose subir y bajar por un rato más hasta que Harry le permitió bajarse de su espalda. Niall agradeció que sus pies por fin fueran capaces de tocar tierra, pues comenzaba a sentirse mareado.

—Descansa un rato, haremos más repeticiones en cinco minutos.

—¿Planeas continuar? —preguntó Niall con perplejidad, sentándose sobre la hierba— ¿no es demasiado?

—Los músculos no crecen solos. Deberías intentar ejercitar tú también, estás demasiado descarnado, pareces una calavera.

—Mi madre era vegetariana.

Harry bufó, secándose el sudor de la cara con el borde de su camiseta.

—Eso lo explica todo. Levántate, haré sentadillas.

—¿Y por qué me necesitas para eso? —cuestionó Niall, levantándose con desgano del pasto.

—Porque hago sentadillas con pesas, ¿ves alguna pesa por aquí? —Niall agitó la cabeza— Bien, entonces ven aquí.

—En mi defensa, no veo nada.

Sintió la tosca mano del General darle un tirón a su brazo, haciéndolo tropezar con sus propios pies, cayendo de bruces contra su torneada y húmeda espalda.

—Hablas demasiado.

Llevándolo en andas a un lugar sombreado y menos caluroso, justo debajo de un árbol, Harry comenzó a hacer sentadillas forzosamente. Niall podía sentir los tendones de su cuello estirarse debajo de sus brazos mientras intentaba sujetarse, y cada vez que el General se agachaba, podía sentir el frío tacto del metal hacerle cosquillas en las manos.

Tomó cuidadosamente el curioso objeto que rozaba su piel con sus dedos, sintiendo delicadamente el contorno de una cruz de metal. Era una delgada cadena que rodeaba el cuello del General, dedujo después de un rato que no era de metal sino de oro, a juzgar por la falta de óxido a pesar de que el General la usaba incluso al ejercitarse.

—¿Por qué manoseas mi collar? ¿acaso te gusta? —preguntó con dificultad.
—Es bonito, creo —masculló Niall contra su nuca.

El general no quería admitirlo, pero el caliente aliento de Niall soplando contra su cuello enviaban corrientes eléctricas a través de su espina.

—¿Lo quieres?

—¿Me lo darías? —preguntó sin muchas esperanzas.

—No.

—Lo supuse.

Después de un rato en silencio lleno de pesados soplos de aire y jadeos, Niall decidió hablar de nuevo.

—¿Tiene algún significado especial?

—Algo así.

—¿Te la regaló alguien? —preguntó una vez más, jugueteando un poco más con la cruz entre sus dedos.

voraz; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora