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Harry sopló el mechón de cabello que continuaba cayendo sobre su rostro mientras afilaba las cuchillas de sus navajas. Estaba sentado en una roca por el estanque mientras Zayn revisaba la pequeña choza que habían encontrado sumergida en el bosque junto a la autopista. Estaban junto a una cantera, con agua fría y un techo sobre sus cabezas, a Zayn le pareció un lugar óptimo para pasar la noche.

Sopló una vez más el mechón que cayó sobre su rostro, pero demasiado concentrado en deshacerse de su molesto cabello, la navaja se resbaló de la chaira y terminó perforando la piel de su pulgar.

—¡Mierda! —exclamó, dejando caer el cuchillo.

Estuvo a punto de maldecir una vez más cuando sintió dos manos firmes sobre los hombros de su chaqueta, masajeando con fuerza para tratar de disolver la tensión en sus músculos. Casi funciona, hasta que de soslayo atrapó la imagen de unas uñas alargadas y dedos delgados.

Se levantó de inmediato, apartando las manos de sus hombros.

—Necesitas un masaje en la espalda y buen corte de cabello, ¿qué es esto? —dijo Olivia, estirando uno de sus largos rizos que caía como cascada al costado de su rostro.

—Deja que llame a mi masajista y a mi peluquero.

—Bueno —Olivia pateó un guijarro, meciéndose en su lugar—, yo podría hacer una de esas cosas, y podría convencer a Niall de hacer la otra.

Olivia le echó un vistazo rápido a Niall, que estaba a la distancia dándose empujones con Louis. Harry siguió la mirada de Olivia y sonrió.

—No creo que sea buena idea que un ciego me corte el cabello.

Ella le dio un empujoncito juguetón que apenas lo movió de su lugar.

—Idiota, sabes de lo que hablo —ambos permanecieron en silencio por un momento, de pie uno alrededor del otro a una considerable distancia—. ¿Entonces?

—¿Qué?

Olivia volteó los ojos.

—¿Dejarás que te corte el cabello?

—¿Me darás un masaje después? —cuestionó descaradamente, arqueando una ceja hacia ella.

—Te lo imploro Harry, solo déjame hacerte este favor.

—Con una condición.

• • •

—Este lugar da miedo —dijo uno de los hombres en la parte trasera de la furgoneta.

—Solo son cabezas decapitadas.

—Es enfermizo, Dixon —dijo Grace a su lado, sosteniéndose del salpicadero.

—No es como que no hayas visto ya cadáveres por todos lados.

—Nunca decapitados... estas personas les cortan la cabeza y aún intentando morderte las clavan en estacas y las ponen como antorchas en su entrada.

—Es una advertencia —dijo Dixon, sin inmutarse—. Quieren asustarnos.

—Pues lo están logrando, es escalofriante.

El muchacho que estaba en el asiento trasero se inclinó hacia adelante.

—¿Pueden repetirme por qué los estamos siguiendo? Nosotros necesitamos llegar a Dover lo antes posible y estamos perdiendo el tiempo persiguiendo a un montón de alfeñiques inservibles.

Dixon permaneció implacable, con la mirada en el camino de terracería. No había respondido a las provocaciones de Ernest en la parte trasera, pero si no cerraba la boca, terminaría con una bala entre las cejas.