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—¡Levántate!

Niall sintió la cama vibrar bajo su cuerpo. Repentinamente cayó al suelo, el libro que tenía abierto sobre su pecho por delante. Se había quedado dormido en el filo de la cama, con la cabeza sobre el cabecero y el cuello doblado en una posición incomodidad. Al parecer, el corazón del General no se había ablandado lo suficiente como para deliberadamente dejarlo dormir a su lado. Después de todo, Niall no tenía realmente otro lugar donde estar.

—¿Qué no tienes habitación? Ya me cansé de verte todos los días —escupió.

Niall podía escucharlo remover sus ropas de aquí para allá, probablemente cambiándose. Sus mejillas se encendieron.

—¿Vas a algún lado? —preguntó, levantándose del piso mientras se sobaba su adolorida cadera.

—Recoge tus cosas. Nos vamos.

Levantó la cabeza alerta, inclinándola un poco con aires inquisitivos. El General le lanzó una mirada, mientras se apoyaba sobre el dosel para pasar su pierna herida por su pantalón.

—¿A dónde?

—A Dover.

—¿Y por qué?

—No soy telépata topo, si quieres averiguar, ve y pregúntale a Zayn tú mismo.

—Bien, ¿Dónde está?

El General suspiró, alcanzando sus botas de charol, ya gastadas y sucias.

—No estaba hablando en serio, solo quería que te callaras. Ahora, vístete. Salimos en media hora.

—Ya no tengo ropa —dijo Niall. —He dado las que tenía a Liam para que la lavase y ahora me he quedado sin nada.

Una prenda fue arrojada con fiereza sobre el rostro de Niall, que le resultó casi doloroso. Con sus manos sintió la tela gruesa y áspera, buscándole una forma concreta.

—¿Qué es esto? —se preguntó en voz alta.

—Ropa, genio. Es solo una sudadera, no tengo nada más, así que apúrate y vístete.

—¿C-contigo aquí?

El General soltó una risa descarada.

—No me digas que aun tienes vergüenza —se mofó. Ya estaba completamente vestido y listo para irse, sin embargo, permaneció plantado en el suelo, pues le resultaba histérica la manera en la que el rostro de Niall se coloreaba de rojo.

—No... solo no me gusta. No veo nada y todos los demás pueden verme a mí, es injusto.

El General rodó los ojos ante la estúpida excusa. Finalmente cedió. Tomó el picaporte, pero antes de abrir la puerta, se volvió una última vez hacia Niall.

—Estaré afuera, no me hagas esperar. Y no olvides tus libros, porque no saldré una tercera vez a conseguirte más.

Entonces se fue, y Niall se quedó con el sentimiento cálido que poco a poco se esparcía por su pecho.

• • •

Había un silencio sepulcral en la cabina del Jeep. Nadie producía ni el más mínimo ruido además del rugir del motor y el viento rompiendo contra el parabrisas. Olivia miraba por la ventana, mientras Erin y Zayn intercambiaban miradas hostiles por el espejo retrovisor.

—Si tienes algo que decir, dilo ya —habló Zayn en voz baja, atrayendo la mirada de Olivia y el General.

Niall aun dormía sobre el hombro de Zayn.

—Ni siquiera sé por qué lo intentan, no los va a dejar venir con nosotros.

Zayn no respondió. Mantuvo los ojos en la carretera mientras apretaba las manos en el volante. No había pasado ni media hora desde que salieron del orfanato, cargados con las pocas provisiones que quedaban. Un par de camionetas lo seguían de cerca, llevando al resto de la gente.

voraz; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora