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Quentin y Walter caminaron hombro con hombro al pequeño cementerio asentado en la iglesia de San Peter, dónde el sol se ocultaba tras la cúpula. Observaron al General a la distancia, intercambiando pequeños empujones que pretendían decidir quién se acercaría primero. Estaba leyendo con el entrecejo fruncido y profundas arrugas de concentración en la frente, lo cual era raro.

Ambos compartieron una mirada cómplice y dieron el primer paso al mismo tiempo. Podían notar en el cielo que el invierno ya se encontraba ahí y las primeras neviscas no tardarían en aparecer. ¿Cuántos meses habrían pasado?

—No creo que sea buena idea —susurró Walter en el oído de su acompañante.

—Harry —dijo Quentin con voz temblorosa, casi temeroso de hablar— ¿Qué haces?

La pregunta fue estúpida, lo supo por aquella mirada férrea que el General le envió sobre el lomo de su libro. Quentin tragó saliva y esbozó una sonrisa nerviosa, quizá llamarlo por su nombre en primera instancia no fue buena idea.

—Tejo un suéter, ¿qué te parece?

El General regresó a su libro sin preocuparse por el par que permanecía inmóvil frente a él. Estaba sentado en la hierba crecida con la espalda apoyada en una de las tumbas y un mal humor que irradiaba de su cuerpo. Había estado así desde el día anterior, cuando la escena con Zayn tomó lugar en aquella feria abandonada.

Walter y Quentin intercambiaron miradas.

—Hemm —Quentin se aclaró la garganta—. ¿Cómo está todo? ¿Cómo está Niall?

Harry se encogió de hombros y pasó de página.

—¿Cómo voy a saber yo?

—Pues, creímos que ustedes dos... —Quentin vaciló con sus palabras, mientras sus ojos divagaban por el frío jardín— ya sabes. ¿Cómo pasó eso?

Harry los miró con una de sus cejas oscuras arqueadas. Cerró su libro de golpe y rápidamente lo escondió dentro de su mochila. Ninguno de los dos pasó desapercibida la acción

—¿Y a ustedes que les importa? —El General apoyó su codo sobre su rodilla y espero impacientemente por una respuesta. La mirada helada estaba desmoronándolos a ambos.

— Solo era pura curiosidad...

—¿Son novios? —dijo Walter bruscamente, ganándose una mirada de ojos bien abiertos por parte de Quentin, que se preguntó si había perdido la razón.

El General, en cambio, no pareció inmutarse, pero la manera lenta y expectante en la que se levantó de su lugar tenía a Quentin con el corazón en la garganta. Se acercó a Walter hasta tenerlo pecho con pecho, resopló sobre su rostro huesudo, mirando a través de las gafas rayadas y sucias.

—No —sentenció—. Pero si los vuelvo a escuchar hablando de eso como colegialas fisgonas, les voy a partir los dientes. Lo que haga o deje de hacer con Niall, no es de su incumbencia.

Walter tragó saliva ríspidamente, sin apartar la mirada de la expresión estoica del General. Finalmente, abrió la boca una última vez.

—Zayn quiere hablar contigo.

Harry se marchó hosco y silencioso, dejando a la pareja de hombres en medio del pequeño cementerio con la sangre helada. Ninguno de los dos dijo nada, hasta que Quentin se agachó sobre la mochila que el General había dejado atrás.

—¿Qué crees que haces?

—Quiero saber que estaba leyendo —replicó Quentin, abriendo silenciosamente la mochila.

—¿Estás loco? Ya está furioso con nosotros, ¿quieres hacer que nos mate?

—Ey, fuiste tú quien quería saber si él y Niall eran novios, yo solo vine para asegurarme de que no te matara.

voraz; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora