Capítulo 22

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Capítulo XXII:El Condado de King

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Capítulo XXII:
El Condado de King

—¡¿Es que en serio no comprenden la gravedad del asunto?!— inquirió Neferet con desquicio. Michonne iba al volante, pero de vez en cuando se le escapaba una risita. Quien más se divertía era Carl, a diferencia de su padre, quien iba concentrado en la misión. —¡Él pudo haber vivido un día más! ¡Pero no! ¡A la maldita de Rose no se le ocurrió mover su trasero para hacer espacio! ¡Jack entraba en esa tabla! ¡Jack entraba!

Rick suspiró, sospechando que aquel sería un día agotador para él que le dejaría un enorme dolor de cabeza al terminar.

Los primeros rayos de sol comenzaron a aparecer. Habían salido desde muy temprano de la prisión, no había tiempo que perder. Y el amanecer apenas empezaba.

Así continuaron la marcha por la carretera, entre charlas sin sentido y risas espontáneas, que fue interrumpida de pronto cuando algunos gritos los alertó desde el exterior del coche. 

¡Oigan! —exclamó el desconocido, quien agitaba sus brazos con entusiasmo para ser notado por los viajeros. —¡Bajen la velocidad! ¡Se los ruego, deténganse!

Michonne miró a Rick a la espera de una orden. La mirada del sheriff lo dijo todo; ella simplemente siguió conduciendo.

—O-oigan...—Neferet señaló al desconocido.— No sé si dieron cuenta de que...

—No.— interrumpió Rick.

—Pero ahí hay un...

—Que no.

—¿Pero no vamos a..?

—No.

—Pero...

—No, Neferet.— Replicó con severidad, ajustado el espejo retrovisor para mirarla. — Hay cosas más importantes. Si sobrevive, pues... le deseo suerte.

[•••]

—Karma... karma... karma...—canturreaba la circense, mientras Michonne hacia un quinto intento de arranque. Pues durante el camino, se toparon con un bloqueo en la carretera, y al desviarse al costado de la misma, el vehículo quedó atascado en el barro. —Karma... Karma...

Rick se refregó la cara con fuerza.

—¡Ya te oí, Neferet!— Explotó.

—Pues seguirás oyéndome.—respondió altanera. —El karma... El karma... El... ¡Ah! — Gritó asustada cuando varias manos comenzaron a golpear los vidrios desde el exterior. Un pequeño grupo de caminantes los había rodeado.

Último Trapecio En El Fin Del Mundo|| Daryl Dixon [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora