Capitulo 26

7K 436 252
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo XXVI: 🔞Ciento cincuenta días sin accidentes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Capítulo XXVI: 🔞
Ciento cincuenta días sin accidentes.

Cinco malditos meses...

Todavía no puedo creer cómo acabó todo.

Apoyé mis manos sobre los muslos de Neferet y separé sus piernas poco a poco mientras me situaba en ellas.
Nos cubrí a ambos con las sábanas y su sexo quedó a centímetros de mi cara.
La sentí removerse un poco, pero no despertó. A este punto, mi falo estaba erecto y muy duro. La tomé de las caderas sin mucha fuerza y no tardé en aplastar mi boca contra su centro cálido.

Amaba probarla. Ella era suave y blanda y tan receptiva. Se mojaba con tanta facilidad cuando tocabas sus puntos exactos y yo supe aprender de cada uno en estos meses.

Enterré mi nariz sobre la abertura de sus pliegues e inhalé profundo. Su olor era otra de las tantas cosas que me enloquecía. La abrí con la ayuda de mi lengua y la besé sin prisa. Me tomaba mi tiempo mientras la saboreaba. Teníamos cosas que hacer el día de hoy, pero todavía era temprano e iba aprovechar eso.

Escuché un pequeño sonido de ella y se removió en el lugar.

Me separé un poco y aplasté mi mano sobre su sexo, tomando sus fluidos que estiré mientras arrastraba mi palma por su vientre y luego me deslicé hasta tomar uno de sus pechos. Su piel se erizó cuando tomé su pezón y lo retorcí con fuerza entre mis dedos, poniéndolo como una roca.

Deslicé mi boca hasta su entrada empapada. Hurgué esa humedad con la punta de mi lengua y la embestí todo lo que pude. Su sabor se impregnaba en mi paladar; su calidez volvió mi erección muy dolorosa.

Me estaba controlando para no penetrarla con violencia. La necesidad de sentir su estrechez succionándome el pene no se iría nunca de mi cuerpo.

Neferet estaba absorbiendo mucho de mi y me enfurecía tanto como no me importaba una mierda, porque era innegable que encontrarla fue una de las pocas cosas buenas que tuvo el apocalipsis.

Último Trapecio En El Fin Del Mundo|| Daryl Dixon [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora