Capítulo 59

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Capítulo LIX:

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Capítulo LIX:

Te Perdono

—¿Por qué no bajan y se acercan un poco? —

—Un minuto.—pidió Nefera mirando al cielo. —¡Solo eso te pido! ¡Un minuto! ¡De paz! ¡¿Tanto te cuesta darmelo?! —

A regañadientes salió del camión cisterna pegando un portazo luego de que Abraham y Sasha bajaron de alli.

Apenas habían logrado visualizarlos, Daryl tuvo que detenerse por un bloqueo de casi doce hombres cada uno con su respectiva moto, cuyas imtenciomes eran muy obvias: solo querían joderles la vida.

—Estupendo. Ya arrancamos bien. Ahora el segundo paso: entreguen sus armas. —

—¿Por qué deberíamos hacerlo? —cuestionó Daryl.

—No son suyas. —respondía simple y brabuconamente.

—¿De quién son? —enfrentó Nefera.

—Todo lo que tenían es ahora propiedad de Negan... —sentenció dando unos pasos despreocupados hacia adelante. —Si lograron alzarse con un camión cisterna son personas que deseamos conocer. Así que entreguen sus armas portátiles. —demandó al acercarse primero a Daryl. —Ya mismo. —

Dixon no opuso resistencia. Tan solo mantuvo su vista fija y tenebrosa en aquel hombre de mirada azul  estúpidamente alegre, mientras tomaba su arma y la depositab con su característica brusquedad en la mano ajena.

El tipo se dirigió ahora a Sasha y esta también cedió.

Siendo el turno de Abraham, este se quedó inmóvil, no por sentir temor ni miedo; si no por no querer acceder ante las brabuconadas de ese imbécil.

—Si tienes que tragar mierda, es mejor no mordisquearla. Muerde, mastica, traga, repite. —indicó como si fuera el consejo más sabio nunca antes dado.—Así pasa más rápido. —

Lentamente, el sargento tomó el arma de su funda y la entregó por la culata.

Finalmente, fue el turno de Nefera, quien encontró respuesta en la mirada de Dixon, el cual, solo asintió seriamente, rogándole no cometer alguna estupidez.

El desconocido se posó frente a la pelinaranja y asintió sonriendo al verla .

—¿Sufrió el desgraciado que te hizo esa cicatriz?—miró su rostro con interés. Nefera sonrió y depositó amablemente el arma sobre la mano del tipo.

—Fue una granada. —respondió suavemente, recibiendo un silbido de sorpresa antes de regresar al centro de todos.

—¿Quiénes son ustedes? — cuestionó Abraham, seco.

—Entiendo la curiosidad. Aquí también tenemos preguntas. —comentó en aquel irritante tono de voz, mientras distribuía las armas robadas a sus compañeros. —Y seremos nosotros quienes las hagan mientras los llevamos de vuelta al lugar en donde viven. Queremos echar un vistazo a su hogar dulce hogar. Pero, primero... —alzó su dedo. — sus cosas. —demandó.—¿Qué tienen para nosotros? —

Último Trapecio En El Fin Del Mundo|| Daryl Dixon [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora