Capítulo 53

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Capítulo LIII:Sólo Intentar

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Capítulo LIII:
Sólo Intentar


—Tengo una idea. — expresó mientras lo guiaba a su sala de estar, verificando que esta estuviera vacía. Siendo así, avanzó hacia el sofá, donde el pequeño ser se hallaba tiernamente dormido. —Conócelo.— pidió emocionado.

Daryl negó de inmediato,tímido .

—Está ayudando a Eric a recortarse y también va a cambiarle el vendaje. No te verá, anda. — insistió.

El cazador asomó la cabeza, pero apenas vio un poco del bebé retrocedió asustado nuevamente.

Vamos, Daryl. Tú la quieres, hazlo por ella. —insistió y luego suspiró frustrado por verlo tan retraído ante la idea. —Esperaré al pie de la escalera, si me oyes hablar, es porque ella está bajando. Puedes volver al garage cuando eso pase. Anda, quizá sea más bueno de lo que crees. — acarició su hombro antes de poner en marcha su plan.

Debía, no debía, debía, no debía, debía, no debía... Debía...

Algo cohibido, retrocediendo y avanzando en cada paso que daba, estiró un poco su cuello para ver más allá del respaldo del sofá.

Allí estaba ese pequeño, que se decía a sí mismo que tanto odiaba. Sus manos estaban cerradas en formas de puño que se sacudían suavemente al igual que sus piernas. Notó que estaba incómodo por su entrecejo fruncido y la manera en la que se removía. Contempló la manta, esta estaba corrida y generaba una montaña pequeña con su tela a la altura de la cintura del niño.

Quizás ese era el problema.

Pero para resolverlo debía...

No... — negó frustrado, recargando sus brazos sobre el respaldo y bajando su cabeza. Unos pequeños y tiernos balbuceos se colaron por sus orejas y se acomodaron fastidiosamente en su corazón. Al alzar la vista, pudo verlo, no lloraba ni nada de eso, solo estaba ahí, con sus ojos abiertos , babeando con sus encías los nudillos de sus puños.

Bufó sonoramente, y con su pulso tembloroso dirigió sus manos hacia su cabeza y espalda, para poder alzarlo. Al afirmarlo sobre su pecho, acomodó finalmente esa arruga de la tela y quiso volver a depositarlo, como si nada hubiera pasado, pero no pudo. Se quedó ahí, paralizado, por sentir los leves golpecitos que le daba a sus pectorales y por ver directamente a sus ojos.

Dio un suspiro tembloroso por el sollozo que quiso escapar de sus labios. ¿Por qué había dudado de que aquel fuera o no su hijo?

Solo el ver sus ojos revelaba la cruda verdad. Era su hijo, definitivamente lo era.

Esos ojos... No eran más que dos gotas de agua idénticas a las suyas.

Dejó caer una lágrima y un pequeño suspiro. Alzó su mano, con intenciones de tocar la suavidad de su piel en su regordeta mejilla, pero se contuvo, la voz de Aaron lo sacó de aquel momento de ensueño.

Último Trapecio En El Fin Del Mundo|| Daryl Dixon [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora