Desconocido

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Todavía lo recordaba.

Un chico frío y fanático del orden, alguien a quien no podías contradecir por miedo a ser mandado a la mierda. Siempre vestía impecable, nunca lo verías vestido con unos simples vaqueros y una camiseta toda arrugada con olor a viejo. No, él no era así. Él era tan perfecto que incluso dolía ver tanta perfección junta.

Caminaba como si el mundo le perteneciera, de hecho algunas veces me había preguntado sino desayunaba un pedazo del mundo. Aquel gran y fuerte cuerpo se desplazaba con elegancia por los pasillos, presumiendo, con cada bícep y músculo en el lugar indicado. Y mejor ni hablar de esa ancha espalda que era perfecta para aferrarse a ella y arañarla con descontrol en las noches de pasión, como tantas veces había hecho yo.

La elegancia y gracia que tenía para hablar era magnífica, lograba que a su lado parecieras un bebé que lo único que sabías decir eran incoherencias. Su voz era melodiosa y atrayente, no podías evitarlo, era uno de sus mejores hechizos.

Le encantaba llamar la atención, no había persona que no lo mirara por lo menos dos veces al pasar.

¿Y el olor? ¡Uff! Siempre olía de maravilla, incluso con diez litros de alcohol en la sangre podría seguir destilando aquel asombroso aroma que nunca supe cual era.

¿Su rostro? Pues parecía pintado por los mismísimos ángeles. Con unos labios rosados generosos que siempre iban curvados con una mueca de desagrado, odiandolos a todos, como era costumbre. Tenía unas cejas negras pobladas que siempre estaban fruncidas cuando alguien le hablaba. Su naríz hacía un medio triángulo perfecto, con la curva del tabique sin ningún desvío. Su mentón era cuadrado con la hendidura justo en el medio dandole ese toque fuerte y varonil. Jamás había visto unos dientes tan blancos y perlados como los suyos, pues el infelíz podía presumir de una gran sonrisa que te desarmaba en un pestañeo.

Por último estaban sus ojos. Aquellos ojos que si te veían sentías que te miraban hasta el alma, donde miles de veces me pregunté si había adivinado mis más oscuros secretos, si sabía la verdadera razón por la que había aparecido en su vida.

Yo siempre me había considerado una persona a la que le gustaban los retos, y él había sido mi más grande reto.

Claro que nos costó darnos cuenta que enrealidad ambos éramos iguales. Nos gustaba calcular nuestras posibilidades, amabamos poder aprovecharnos de nuestras apariencias para lograr nuestros propósitos, jugabamos a ser de diferentes bandos, cuando enrealidad siempre habíamos sido del mismo. Peleabamos y luego nos reconciliabamos para luego seguir peleando. Éramos tan idénticos que chocábamos.

A diferencia de él, yo no tenía tanta labia, yo siempre había sido más de actuar que de engañar ¡Pero él! ¡Maldito! Siempre fue bueno para atraparme. Me envolvía en su red y cuando me tenía, me soltaba, porque sabía que volvería a buscarlo.

No nos queríamos, al menos no cómo todos lo veían, lo nuestro era más arrebatador, más hambriento y pasional. Nuestras pieles se conocían tan bien que sabíamos como encajar, una vez unidos no había nada que nos separara.

Nos gustaba arder por separado, porque cuando nos juntábamos, hacíamos del infierno nuestro reinado.

¡Adoptemos al Diablo! [Terminada ✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora